Adam Michnik entrevistado por Irena Grudzinska Gross
Irena Grudzińska Gross: Después del discurso en el que Vladímir Putin declaró la anexión de territorios ucranianos, usted escribió un comentario en el que pidió la «desnazificación» del Kremlin, y termina con una variación de una línea de Shakespeare: «Hagamos lo que debamos y que sea lo que deba ser». ¿En qué pensaba exactamente?
IGG: Chomsky no equipara Irak con Ucrania, compara las acciones de Estados Unidos con las de Rusia.
AM: Sí, pero ¡no están en el mismo nivel!
IGG: Esa línea shakespeariana, sobre todo aquello de «que sea lo que deba ser», la leo como que usted acepta que hay un riesgo incalculable (las cada vez más intensas amenazas nucleares de Putin), aunque no lo menciona en el comentario.
AM: Veamos el asunto con calma. ¿Puede Putin usar armas nucleares? Sí, las posee. ¿Usará Putin armas nucleares? No lo sabemos. Pero hay algo claro. En este momento depende de no usarlas y obtener los mismos resultados que si las hubiera usado, y eso no lo podemos aceptar. Porque entonces sólo nos queda alzar las manos en rendición y que nos lleven al gulag.
Estamos hablando de cuestiones muy confusas, de las que sabemos poco, a no ser por los casos de Hiroshima y Nagasaki. ¿Qué sabe usted acerca de la cuestión nuclear? ¿Qué piensa usted en relación con ella?
AM: Conozco el significado político de las armas nucleares. Al principio, este instrumento cambió la relación de Estados Unidos con el mundo. Los ataques contra Hiroshima y Nagasaki fueron para poner fin a la guerra, porque morían soldados estadounidenses todos los días, y el presidente Harry Truman temía que en una invasión a las islas centrales de Japón muriera un millón.
IGG: Hoy, algunos historiadores revisionistas cuestionan este último argumento para el bombardeo de Hiroshima.
AM: No digo que fuera la única motivación, pero no se la puede descartar. Japón no quería rendirse, y no sentía ninguna responsabilidad por las vidas de miles de personas que podían morir. Cuando visité el Museo por la Paz en Hiroshima, quedé sorprendido: antes del bombardeo de Hiroshima no hubo guerra, no hubo Pearl Harbor, nada.
IGG: Es un museo dedicado al bombardeo de Hiroshima, no a la guerra. Es un museo conmemorativo.
AM: Es un tipo de mendacidad que no acepto. Pero por supuesto, en la cuestión de las armas nucleares hay que ser muy cautos; creo que es un principio que en el imperio estadounidense, si puedo usar esta expresión, comprenden muy bien. Cuando el general Douglas MacArthur quiso usar armas atómicas en Corea, Truman no lo permitió y lo relevó del mando.
No sé qué sucederá en Rusia. Tal vez nadie pueda detener a Putin, que es un psicópata demente. O tal vez sus generales y oligarcas le pongan freno; saben que usar un arma nuclear sería el final también para ellos. Pero estoy convencido de que lo peor sería someternos al chantaje de Putin, porque su lógica es igual a la de Hitler: si te permiten hacer algo, es porque son débiles; entonces tienes licencia para continuar. Hitler comenzó con la Anschluss, después ocupó los Sudetes. E incluso entonces, algunos sugirieron que había que dejarle tomar el corredor de Danzig. Pero eso no iba a detenerlo.
IGG: ¿O sea que usted piensa que si Putin triunfa, no se detendrá en Ucrania, sino que seguirá con Europa, con Polonia?
AM: Sí, o Moldavia, o algún otro lugar. Si descubre que el chantaje nuclear es suficiente, hará ese tipo de cosas. Hoy estaríamos en una situación muy diferente si él hubiera podido llevar adelante su plan de capturar Ucrania en cinco días, igual que Crimea, e instalar un gobierno títere. Pero Ucrania sorprendió a todo el mundo (incluso a mí) con su defensa heroica y eficiente. No podemos darle la espalda. El apaciguamiento es inaceptable. No podemos vender Ucrania, tenemos que defenderla y ayudarla.
Hay otra cosa que también me parece importante. La propaganda rusa intenta revivir la retórica de la Gran Guerra Patriótica: «nos estamos defendiendo del fascismo como nos defendimos de Hitler». Es totalmente falso.
No estoy hablando de círculos marginales y de redes sociales dentro de Rusia. Estoy hablando de la atmósfera de los halcones del Kremlin. Están pidiendo un ataque más intenso contra Ucrania. Es un lenguaje de fascismo, de bolcheviquismo, una extraña mezcla de ambos.
Hace poco, oí una entrevista con mi amigo, el Premio Nobel de la Paz Dmitri Muratov. Decía que le preocupaba lo que pudiera venir después de Putin; que iba a ser incluso peor. No estoy de acuerdo. Creo que lo primero que tendrá que hacer el sucesor de Putin será poner fin a la guerra, y en este sentido, quién haya sido esa persona no tiene importancia. Después de Stalin, que Lavrenti Beria fuera el jefe de la NKVD no tenía importancia. Beria tuvo que cerrar el caso del «complot de los médicos judíos», abrir en parte las prisiones, encarar la cuestión de las relaciones con Alemania. ¡Y estamos hablando de Beria! Lo peor de lo peor generó el primer deshielo soviético. Así que creo que el régimen que suceda a Putin no será malo. Pero por ahora, son sólo especulaciones.
IGG: Y tal vez sean un poco prematuras. El poder de Putin todavía parece firme.
AM: No, se está desmoronando. Basta mirar el resultado de la movilización militar. Un millón de jóvenes se han ido de Rusia. Están huyendo… ¡a Kazajistán!
IGG: No pueden ir hacia el oeste, Europa está cerrada para ellos.
AM: No estoy de acuerdo con esta política rusófoba. Y en Gazeta Wyborcza, escribimos al respecto todo el tiempo. Publicamos a otros rusos, para mostrar que no es la totalidad de Rusia la que está con Putin. Es una mayoría, de acuerdo, pero la explosión de rusofobia es muy peligrosa y puede resultarnos muy costosa a todos.
IGG: Me pregunto cómo puede combinar usted su apoyo total a Ucrania con una actitud tan abierta hacia Rusia.
AM: Es muy simple. Creo que la derrota de Putin redunda en interés de Rusia, y hay que apoyar a los ciudadanos rusos que comparten esa posición, no boicotearlos.
IGG: Algunas personas, por ejemplo Fiona Hill, experta estadounidense en Rusia y exintegrante del Consejo de Seguridad Nacional, dicen que la Tercera Guerra Mundial ya está en marcha.
AM: Coincido con Fiona. La recuerdo de Varsovia. Por supuesto, es una cuestión de terminología. Cuando los periodistas me preguntan si esto es el inicio de una nueva guerra fría, yo digo que esta guerra ya es muy caliente. Pero no quiero discutir por palabras. Es un conflicto muy profundo, tan profundo como el que hubo con el Tercer Reich.
IGG: Igual de profundo, pero este ocurre a la sombra de una posible catástrofe nuclear. Tal vez Hitler habría tirado la bomba si la hubiera tenido.
AM: No es seguro. ¿No estaba dispuesto a destruir toda Alemania, pero el almirante Karl Dönitz y el mariscal de campo Wilhelm Keitel lo impidieron? Putin no es un político interesado en el diálogo o en hacer concesiones. Mata, viola, saquea, quiere aniquilar a Ucrania. No podemos ceder.
IGG: ¿Y qué piensa usted, en el contexto de la guerra de Ucrania contra el invasor ruso, respecto del giro antialemán que se está dando en la política del gobierno polaco? ¿Qué piensa de sus exigencias de que Alemania provea reparaciones por la Segunda Guerra Mundial, mientras se desarrolla esta guerra?
AM: Polonia ha caído en manos de personas irresponsables, impredecibles e incompetentes.
IGG: ¿Tienen la misma política prorrusa que el primer ministro húngaro Viktor Orbán?
AM: No es una política directamente prorrusa, pero los resultados sí lo son. No hay duda de que es una política antieuropea. Hay dos escenarios posibles. El escenario más débil apunta a transformar la Unión Europea después de las victorias electorales de los posfascistas en Italia, de la derecha en Suecia y, tal vez en un futuro próximo, de Marine Le Pen en Francia. El Brexit ya lo tienen. Pero una versión más intensa es primero paralizar a la Unión y después destruirla.
La esencia misma de la UE consiste en el gran acuerdo entre la izquierda democrática y la derecha democrática. Este acuerdo está siendo blanco de ataque desde dos direcciones. Tomemos el caso de Francia: [Jean-Luc] Mélenchon y Le Pen tienen ahora mismo un objetivo en común: derribar «los dictados de Bruselas».
En Polonia, tenemos una clase distinta de paradoja. La política interna del gobierno sigue el modelo del Estado de Putin, pero su política exterior es favorable a Ucrania. Y al mismo tiempo, declara que el principal peligro viene de Occidente, de Alemania. Si Rusia viniera con sus tanques, sabríamos cómo defendernos; pero si Occidente nos envenena el alma con sus gays, sus abortos y sus drogas, no podemos hacer nada. ¡Y hay gente prestigiosa que dice estas cosas!
IGG: ¿Cuál es la reacción de la UE ante esas actitudes?
AM: La UE ha virado hacia una mayor integración, lo cual es bueno. Y eso es lo que preocupa a gente como Orbán y [el líder de facto de Polonia] Jarosław Kaczyński, porque rechazan lo que denominamos democracia parlamentaria y la economía de mercado. Todos sabemos que nuestro sistema no es perfecto, pero lo que proponen Putin, Orbán y Kaczyński sería dilapidar todo lo que conseguimos desde 1989, tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbe del imperio soviético.
No podemos permitir que suceda. Debemos defendernos, y el éxito de nuestra defensa depende de cada uno de nosotros. Por eso el comentario del que hablamos al principio de nuestra conversación expresa a la vez determinación y una inquietud profunda.
IGG: Suponiendo que estemos ante una tercera guerra mundial, ¿cuánto cuenta en ella la no nuclearizada UE? ¿No sería una guerra entre Estados Unidos y Rusia?
AM: Francia tiene armas nucleares… También las tiene el Reino Unido, que es vecino de la UE. Pero la idea de que esta guerra es entre Rusia y Estados Unidos es una fantasía de la propaganda rusa y de la megalomanía estadounidense. Por supuesto que la UE cuenta mucho, en cuanto actor económico y político importante. Claro que desde el punto de vista militar no hay comparación con Estados Unidos, pero Europa está enviando mucha ayuda material y militar a Ucrania.
IGG: Usted dice que Rusia se está desmoronando. ¿O sea que usted es cautamente optimista y cree en la victoria de Ucrania?
AM: Hay una cosa segura: en términos políticos, económicos y de percepción, Putin ya perdió la guerra. Pero cómo será la victoria no está claro. Nadie sabe cómo imaginarla, y yo tampoco.
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