Desde hace poco más de medio siglo, en México el mes de octubre está marcado por la lucha y represión estudiantil. Como suele pasar, en el momento en que se suscitó la masacre en la Plaza de la Tres Culturas no se calibró la dimensión y trascendencia histórica de este acto represivo. Recientemente, Ricardo Raphael nos recordó que Jacobo Zabludovsky, titular del principal noticiero del país emitido por Televisa, inició la emisión de ese día con la frase “hoy fue un día soleado”. En la prensa nacional del jueves 3 de octubre del 68 predominó la narrativa oficial que enmarcó los sucesos como un enfrentamiento entre el ejército y un grupo de agitadores. El Excélsior señaló: “Recio Combate al Dispersar el Ejército un Mitin de Huelguistas”. El Universal: “Tlatelolco, Campo de Batalla”. El Heraldo: “Energía contra los alborotadores”. El Sol de México. “Manos Extrañas se Empeñan en Desprestigiar a México. El Objetivo: Frustrar los XIX Juegos”. Novedades: “Balacera entre Francotiradores y el Ejército, en Ciudad Tlatelolco”. Únicamente La Prensa mencionó a los estudiantes: “Balacera del Ejército con Estudiantes”. En medio de estas versiones cómplices con la visión oficial, únicamente Abel Quezada se atrevió a publicar en el Excélsior un cartón en el que en medio de un recuadro negro preguntó “¿Por qué?”. Días después la agenda mediática se concentraría en las hazañas deportivas de los juegos olímpicos realizados en el país.
Supongo que los responsables de estos hechos creyeron que con la impunidad de que gozaban y su férreo control mediático, podían condenarlos al olvido. No pensaron que a la mejor Aristóteles tenía razón cuando afirma que, si bien el pasado es algo que ya no puede alterarse, también es cierto que soterradas por la narrativa triunfadora sobreviven en estado latente otras interpretaciones de los mismos acontecimientos que, tiempo después, pueden dar pauta a nuevos e inesperados fenómenos políticos y sociales. Pensemos, a manera de ejemplo, que en el año 33 los romanos creyeron que con la crucifixión de Cristo habían acabado con la amenaza del monoteísmo; nunca imaginaron que en el 313 Constantino abrazaría la religión cristiana y en el 392 Teodosio el Grande publicaría un edicto proclamando al cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano prohibiendo el paganismo. Esto significa que a los cristianos les llevó 359 años para levantarse de la derrota y vencer a sus antiguos adversarios del Olimpo. Claro que los cristianos tampoco imaginaron que, muchísimos años después, las series y las películas habrían de dar nueva vida y actualidad a los dioses paganos.
En el caso del 68 no hubo que esperar tanto tiempo para que empezaran a circular versiones paralelas a la oficial. En 1970 Octavio Paz publica “Posdata” en el que analiza la masacre de Tlatelolco y ese mismo año Carlos Monsiváis aborda el tema en “Días de Guardar”. En 1971 tanto Luis González de Alba publica su testimonio como dirigente estudiantil “Los días y los años”, como Elena Poniatowska su libro de entrevistas “La noche de Tlatelolco” misma que, por cierto, González de Alba la obligó a corregir mediante una demanda judicial. Desde entonces cada día incrementa la literatura del 68.
En cuanto al cine y las series indudablemente destaca la pionera “Rojo Amanecer” que Jorge Fons estrenó en 1989 y en la que básicamente recrea la jornada del 2 de octubre y la serie dirigida por Gabriel Ripstein “Un extraño enemigo” que Amazon Prime estrenó el 2 de octubre de 2018. Encuentro singular esta serie por dos razones. En primer lugar, porque la produce Televisa para conmemorar los 50 años de la masacre de Tlatelolco, lo implícitamente le sirve como un ejercicio de contrición de su pasado militante al servicio del Estado, al tiempo de resignificarse como empresa independiente y critica del poder político, acorde con los nuevos tiempos de la alternancia política.
En segundo lugar, y acaso por las intenciones de lavarse las manos, “Un extraño enemigo” es una serie que denuncia con lujo de detalle las intrigas palaciegas derivadas de la lucha por la sucesión presidencial. Expone la vulnerabilidad y manipulación a la cual la lucha por el poder puede someter al Estado convirtiéndolo más en un instrumento de intereses particulares que en guardián de los derechos colectivos.
Por su formato, alcance y cobertura es plausible esperar que, en algunos años, esta truculenta serie televisiva se convierta en una de las principales fuentes explicativas del 2 de octubre. No es lo mismo leer una crónica o un ensayo crítico que asomarse a una dramatización plástica de las intrigas, traiciones, perversiones y debilidades de los actores involucrados que están dispuestos a lo que sea con tal de defender sus intereses personales. En este sentido, este ejercicio de dramatización también sirve de denuncia a las prácticas que caracterizan a los sistemas autoritarios que recurren a la coacción y represión como método de persuasión. El éxito de la serie se comprueba con la segunda temporada que lanzó este 2022, ahora denunciando la represión del 10 de junio de 1971, con lo cual se convierte en una crítica al régimen priista encabezado por Luis Echeverría y compañía.
En fin, todo el tiempo la historia proporciona ejemplos de cómo semillas que se pensaban echadas a perder vuelven a dar frutos. El inesperado triunfo de la ultraderecha en Italia da cuenta de ello. En el pasado también se libra una batalla permanente entre distintas y divergentes posibilidades de futuro. La memoria es peligrosa y, cuando se rebela, es capaz de incidir en la historia. Por ello, sería conveniente que los actores interesados en participar en política entiendan que las batallas no se ganan ni se pierden para siempre. La historia es un semillero de múltiples posibilidades que en cualquier momento pueden brotar de manera inesperada.
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