Uno de los árboles que crecen con mayor facilidad en el Valle de México es el eucalipto. Por años se le ha dado un uso medicinal y de ornato. Sin embargo, esta especie extranjera es una enfermedad para la vegetación nativa del país y nadie se dio cuenta hasta que ya fue demasiado tarde.
El eucalipto es originario del hemisferio este del planeta, la mayor parte de subespecies son principalmente de Oceanía y de la parte ibérica de Europa. En México llegó siglos después de la conquista española.
El árbol tiene diferentes propiedades ambientales y medicinales, siendo sus usos más conocidos como remedio para aliviar la congestión nasal y dolores musculares, así como saborizante para productos de higiene bucal.
Pero todas estos beneficios tienen un alto precio: el desequilibrio del ecosistema. El eucalipto causa un fuerte daño al crecimiento de la vegetación a su alrededor. También perjudica la vida de algunos animales que habitan cerca de ellos.
De acuerdo con especialistas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el gran problema de este árbol se encuentra en sus raíces, ya que se extienden grandes proporciones, aunque no llegan a ser muy profundas y se apropian del suelo. Asimismo, generan sustancias que impiden la germinación de otras plantas.
Sin embargo, para 1874, fecha en que se trajo el primer ejemplar a México, estos datos no eran conocidos por los gobernantes de aquella época.
La razón por la cual se trajo eucalipto a México fue porque la ciencia de ese entonces sugería que ciertas especies de vegetación contribuían a la sanación de plagas como la malaria.
De acuerdo con la Revista Ciencias, de la UNAM, para ese tiempo se propuso traer más de 2 millones de eucaliptos para limpiar los pantanos y el aire de la capital, el cual consideran dañino por los enormes estancamientos de agua causados por las inundaciones comunes de la zona lacustre.
Pero tal cantidad de árboles no se sabe si llegaron finalmente a México, pero sí hubo cuantos que se plantaron en la Ciudad de México y que demostraron ser muy eficientes en crecer en este lado del mundo.
Décadas después, Miguel Ángel de Quevedo tuvo la encomienda de reforestar el 80% de las zonas urbanas verdes de la Ciudad de México y fue gracias a él que muchas especies de plantas, flores, arbustos y árboles.
Una de los elegidos para adornar los camellones, parques urbanos y avenidas en la modernización de la capital fue el eucalipto y se trajeron centenares para plantarse sobretodo, en la parte centro y sur de la CDMX.
Fue con el tiempo que los estragos del eucalipto comenzaron a notarse. Cerca de ellos no crecía nada más y lo que ya estaba plantado se moría con el paso de los días. La tierra comenzó a deteriorarse y era muy difícil recuperarla.
Por tanto las autoridades del entonces Distrito Federal determinaron que el daño ya estaba hecho y se comenzó un programa de contingencia ante el daño del eucalipto. Si bien no se arrancaron los árboles ya plantados, sí se ha controlado el crecimiento de estos, se descontinuó la siembra de sus semillas y se delimitaron zonas para que ya no se siga expandiendo.
Actualmente, el gobierno de la Ciudad de México no permite que se siembren nuevos ejemplares en la vía pública y han reforestado con nuevos árboles las zonas donde se logró mitigar.