Historias de terror de la vida real. Aquí te contamos 3 casos de asesinos seriales que han dejado huella en la Ciudad de México y no precisamente de una buena manera, sino todo lo contrario. Aunque suena difícil de creer, la capital ha sido testigo de historias que te harán pensar en películas, pero que son historias verdaderas, con crímenes atroces.
Asesinos seriales de la CDMX
Francisco Guerrero Pérez “El Chalequero”
Según los registros, este fue el primer asesino serial capturado en la Ciudad de México. Fue contemporáneo de “Jack, el destripador”; de hecho fue conocido como “El destripador de Río Consulado”. Francisco Guerrero Pérez, nacido en 1840, fue el onceavo hijo de una familia de escasos recursos, desde pequeño tuvo una infancia difícil, según registros, sufrió constante abuso por madre. Se le acusó de haber asesinado a al menos 20 prostitutas entre 1880 y 1888.
Su “encanto” le ayudaba a conquistar a las mujeres pero en realidad era un psicópata; vestía de manera elegante con un chaleco de charro. De acuerdo con algunos reportes policiacos, el asesino se acercaba a ellas para solicitar los servicios sexuales, después las torturaba y asesinaba. El modo de matarlas era distinto, en algunas ocasiones las estrangulaba, las degollaba o las mutilaba, pero siempre lanzaba sus cadáveres al Río Consulado.
Aunque ingresó a prisión en 1888, salió libre por error y volvió a asesinar, esta vez a una mujer de la tercera edad, pero esta vez hubo testigos. Un menor que presenció los hechos y las hermanas Solorio, que vieron al hombre limpiarse sangre en el arroyo; según el libro de Ricardo Ham, “México y sus asesinos seriales”.
Ingresó a Lecumberri y permaneció ahí hasta la fecha de su muerte, aunque los reportes no son claros en los motivos del fallecimiento.
El Caníbal de la Guerrero
José Luis Calva Zepeda, este hombre además de ser un asesino, era un caníbal. Se le acusó de haber asesinado a su novia en el 2007, pero también se comérsela y aunque había evidencias de su atroz crimen, él aseguro no haber cometido canibalismo. Según las investigaciones era el principal sospechoso en al menos ocho muertes de mujeres.
Nació en 1969 y tuvo una infancia tormentosa junto a su madre, quien después de enviudar se dedicaba a llevar a distintos hombres a casa. Calva Zepeda, fue abusado a la edad de 7 años, que según los reportes, era amigo de su hermano de 16 años. Creció en las calles y fue hasta 1996 que se casó, tuvo dos hijas y luego se separó, jamás volvió a saber de ellas.
En octubre del 2007, elementos de la Policía Federal acudieron a su departamento para arrestarlo ya que era el principal sospechoso de la muerte de su novia Alejandra Galeana (32 años). Cuando las autoridades catearon el departamento encontraron un plato con restos humanos sazonados con limón. El cuerpo mutilado de Alejandra escondido en un clóset, restos humanos en el refrigerador, en un sartén y huesos en una caja de cereal.
Además tenía libros de magia negra, uno escrito por él mismo. Según las autoridades, escribió 800 poemas, 100 canciones y 20 obras de teatro.
Se suicidó con su propio cinturón, colgándose en la celda en la que permanecía, el 11 de diciembre del 2007.
La Mataviejitas
A Juana Barraza Samperio se le dio el sobrenombre de “La Mataviejitas”. Nacida en Hidalgo en 1957. Su infancia también fue tormentosa. Su madre era alcohólica y la maltrataba física y verbalmente, incluso, según las declaraciones de Barraza, la vendió por tres cervezas a uno de sus amigos. Producto de la violación ella se embarazó.
Durante su edad adulta se dedicó a la lucha libre y era conocida como “La Dama del Silencio”, sin embargo, después de lastimarse la columna decidió retirarse del cuadrilátero y siguió dedicándose al deporte como promotora.
Fue en 2003 que la CDMX se vio conmocionada por una serie de asesinatos de mujeres de la tercera edad, a las cuales encontraban ahorcadas en su propio domicilio. Las autoridades buscaban a un trasvesti, debido a las descripciones físicas.
Juana contactaba a sus víctimas en parques y jardines de la CDMX, las envolvía gracias a sus conocimientos de enfermería y luego de ganar su confianza entraba a sus hogares para matarlas. La última víctima, tenía 82 años.
Su captura fue gracias al joven estudiante que vivía con Ana María, víctima de la “Mataviejitas” y logró que la policía detuviera a Barraza Samperio de entonces 48 años. Se adjudicaron 17 homicidios por lo cual cumple una pena de 759 años de prisión.
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