En la esfera política del mundo contemporáneo existe la estrategia teórica y discursiva de analizar y entender la realidad social desde una perspectiva gatopardista, en la que se considera que: “si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”. Esta frase icónica está escrita en la novela histórica El Gatopardo, de Guiseppe Tomassi de Lampedusa, publicada por primera vez en 1958, y que al año siguiente se convirtió en el texto italiano con más ediciones y el más vendido en el país.
Hoy en día esta novela vuelve a ser noticia en el ámbito mediático y del entretenimiento gracias a la serie audiovisual El Gatopardo (2025), producida por la plataforma digital Netflix, y conformada por seis capítulos de una hora de duración por episodio, en promedio. Se trata de la segunda adaptación cinematográfica de esta novela clásica —la primera se realizó en 1963, a cargo del director italiano Luchino Visconti en 1963.
El Gatopardo sigue siendo uno de los libros más leídos en la actualidad, entre otras cosas, debido a que la visión de su autor, Tomasi di Lampedusa ayuda a comprender las diferentes crisis que hasta hoy viven las sociedades modernas. Así lo refiere Tom Shankland, director principal de la adaptación audiovisual de dicha novela, producida por Netflix. “Si pensamos en el Brexit [la salida del Reino Unido de la Unión Europea], con la crisis económica, con el Covid, luego con la guerra [de Rusia y Ucrania], con el clima, [nos damos cuenta que siempre es un mundo que avanza y retrocede”, en el que una perspectiva conservadora como la del príncipe de Salina, Fabrizio Corbera —personaje central del texto de Lampedusa— está vigente.
La maestría literaria del autor muestra la capacidad de los grupos dominantes para acomodarse a los cambios sociales y las revoluciones que se avecinan, con la finalidad de mantenerse en el poder. En El Gatopardo se trata de la aristocracia siciliana, representada por Fabrizio Corbera, príncipe de Salina; su esposa María Stela, princesa de Salina; su hija, Concetta Corbera y su sobrino y pupilo Tancredi Falconeri. Éste último empobrecido aceleradamente debido a haber tenido “un padre derrochador [que] había disipado todo el patrimonio y se había muerto después”.
La adaptación audiovisual de El Gatopardo, que nos ofrece Netflix como parte de sus estrenos del 2025, tiene el mérito de ser un drama histórico ameno y, a la vez, apegado a la historia original, tanto en el perfil psicológico de los personajes como en la estructura literaria de la obra. El relato se sitúa en la isla de Sicilia en los años de 1860 a 1910, periodo en el que Italia vive cambios históricos relevantes para su unificación como país, hasta entonces conformado en reinos. En este tiempo, al mando de Guiseppe Garibaldi, se llevó a cabo la anexión de la mayor parte de la península itálica, en particular, el reino de Piamonte-Cerdeña, en el sur de Italia.
Este episodio histórico formó parte de la trayectoria personal del príncipe Guiseppe Tomassi de Lampedusa, descendiente de la nobleza siciliana que vive en carne propia la pérdida de poder político y económico ante la embestida de las clases populares que mediante el levantamiento armado impulsan la unificación de Italia y su fundación como Estado con un gobierno republicano.
Esta parte de la historia moderna de Italia (finales del siglo XIX y principios de los XX) es el telón de fondo en el que transcurre la vida familiar del príncipe Fabrizio Salina, de su sobrino Tancredi Falconeri y de su hija Concetta como los personajes protagónicos de la serie. Por otro lado, pero también como actores estelares, están la joven Angélica Sedara y su padre el alcalde Calógero Sedara, que simbolizan la ascensión de la burguesía y de las clases populares a costa de la decadencia de la aristocracia hasta entonces dominante.
Desde el primer capítulo, la serie atrapa a su audiencia por la calidad histriónica de los actores protagónicos —todos italianos—, por la espectacularidad de los lugares de rodaje —Palermo, Catania, Siracusa, Sicilia y Roma—, por la suntuosidad del vestuario y maquillaje de los personajes, así como por la decoración de los escenarios y de la arquitectura de los edificios históricos en los que se realiza la filmación.
El mayor acierto de la serie está en la dirección escénica, que de principio a fin de la historia logra transmitir las emociones y sinsabores de la estirpe aristocrática, así como sus acciones para paliar el impacto de los cambios sociales que se avecinan, que no pueden impedir, pero que al menos buscan influir con el propósito de conservar los mayores beneficios posibles.
Esta estrategia de sobrevivencia social se recrea a lo largo de la novela, pero sobre todo en un diálogo entre Tancredi y su tío, el príncipe Fabrizio, que el escritor introduce desde el capítulo uno. “–Se preparan grandes cosas tío, y yo no quiero quedarme en casa. (…) – Estás loco, hijo mío. ¡Ir a mezclarte con esa gente! Son todos unos hampones y unos tramposos. (…) –Si allí no estamos también nosotros, ésos nos endilgan la República. Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”.
Guiseppe Tomassi de Lampedusa (1896-1957), en la vida real ostentó el título de príncipe de Lampedusa y Duque de Palma, murió sin disfrutar de la fama alcanzada por la publicación póstuma de su única novela. Sin embargo, su celebridad como escritor logró trascender en el circuito literario al recrear un cambio social que, por otro lado, en el campo de la ciencia política también se arraigó por caracterizar, de forma precisa y detallada, una visión conservadora del mundo que desde entonces se le conoce como gatopardismo.
Valga esta reseña como una invitación para que mis lectores se interesen no sólo en ver la serie El Gatopardo, sino que también se motiven en leer la novela de Lampedusa, que es igual de amena que su versión audiovisual, pero con la ventaja de que, siendo el texto original, los lectores podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación y disfrutar de la profundidad literaria que el autor desplegó en la recreación de sus personajes y en su relato en general.
@NohemyGarcaDual
