La guerra comercial de Trump no se limita al comercio
Ganar su guerra comercial con China ayudaría a Estados Unidos a negociar mejores condiciones comerciales, pero los consumidores y las empresas estadounidenses podrían pagar un alto precio. A pesar del posible costo económico, el presidente estadounidense Donald Trump sigue decidido a utilizar los aranceles comerciales para promover objetivos estratégicos que tienen poco o nada que ver con el comercio.
ROMA – Las primeras andanadas de la guerra comercial del presidente estadounidense Donald Trump han provocado ondas de choque en todo el mundo. En las últimas tres semanas, su gobierno ha roto con décadas de ortodoxia del libre comercio, amenazando con imponer aranceles no sólo a adversarios estratégicos como China, sino también a aliados de larga data como Canadá y México. Hasta Dinamarca –miembro de la OTAN y fiel aliado de Estados Unidos durante y después de la Guerra Fría– ha estado en la mira de Trump.
Las acciones de Trump han hecho que muchos en Estados Unidos y en todo el mundo se pregunten: ¿Qué son exactamente los aranceles y cómo afectan al comercio global? En pocas palabras, los aranceles son impuestos sobre los bienes importados. Si un fabricante chino quiere vender zapatos en Estados Unidos, el gobierno estadounidense puede imponer un arancel. Si un minorista estadounidense paga 100 dólares por un par, entonces un arancel del 10%, como el que Trump impuso recientemente a los bienes procedentes de China, significa que el minorista debe pagar al gobierno estadounidense 10 dólares.
Los zapatos de 100 dólares ahora cuestan 110. ¿Quién paga los 10 dólares adicionales? Cuando Trump aumentó los aranceles a las importaciones chinas durante su primer mandato, los importadores estadounidenses asumieron la mayor parte del costo, en particular cuando no pudieron encontrar proveedores alternativos. En consecuencia, los precios minoristas se mantuvieron relativamente estables, al menos durante el primer año.
Pero el panorama se complica cuando los aranceles se mantienen vigentes durante un período prolongado. Los importadores estadounidenses no pueden absorber los costos adicionales indefinidamente y pueden cerrar a menos que encuentren nuevos proveedores o trasladen esos costos a los consumidores, quienes entonces podrían verse obligados a recortar sus gastos.
Cuando un país aplica aranceles u otras sanciones para dañar la economía de otro, el resultado suele ser una represalia y una guerra comercial. China, por ejemplo, respondió a los aranceles de Trump imponiendo sus propios aranceles a las importaciones estadounidenses. Sin embargo, aunque los aranceles chinos y estadounidenses se basan en razonamientos similares, su impacto no necesariamente será el mismo.
Durante la primera guerra comercial entre Estados Unidos y China, la mayor parte de la carga de los aranceles de represalia de China recayó sobre los exportadores estadounidenses, más que sobre los importadores chinos. Esto se debió a que China encontró rápidamente proveedores alternativos para los bienes que antes obtenía de Estados Unidos. Rusia y otros países abastecían fácilmente de petróleo y alimentos (dos de las principales exportaciones estadounidenses a China). Mientras tanto, Estados Unidos luchaba por reemplazar las importaciones chinas, obligando a las empresas y consumidores estadounidenses a soportar el peso de los aranceles de Trump.
Estas consecuencias no han pasado desapercibidas. Tanto bajo el gobierno de Trump como bajo el del expresidente Joe Biden, Estados Unidos ha tomado medidas para incentivar la producción interna y alentar a las empresas a reducir su dependencia de las cadenas de suministro chinas. Pero no está claro en qué medida esas medidas permitirán a Estados Unidos trasladar una mayor parte de la carga arancelaria a China.
Sin duda, el enorme tamaño del mercado estadounidense le da una ventaja significativa. Mientras que los importadores chinos pueden encontrar proveedores alternativos, los exportadores chinos tendrán dificultades para encontrar un mercado que pueda reemplazar totalmente a Estados Unidos. El PIB combinado de Rusia, India, África y Sudamérica asciende a 13 billones de dólares, poco más de un tercio del PIB estadounidense, que se proyecta aumentará a 30 billones de dólares en 2025. Y si Estados Unidos convence a sus aliados de la OCDE de sumarse a la guerra comercial, China podría enfrentar aranceles de países que representan el 46% de la economía global.
La administración Trump apuesta a que, como Estados Unidos es la mayor economía del mundo, China y otros exportadores extranjeros tendrán dificultades para encontrar alternativas viables, lo que, a su vez, daría a Estados Unidos una influencia decisiva en la guerra comercial entre los dos países. Los primeros indicios sugieren que la estrategia de Trump puede producir al menos victorias simbólicas, ya que México y Canadá parecen estar accediendo a sus demandas prometiendo hacer lo que ya estaban haciendo.
En pocas palabras, los aranceles son impuestos sobre los bienes importados. Foto: Pixabay.
Dicho esto, los aranceles suelen ser un arma de doble filo. Por un lado, ganar la guerra comercial con China permitiría a Estados Unidos negociar mejores condiciones comerciales, pero los hogares estadounidenses podrían pagar un alto precio: se producirían y venderían menos bienes a los consumidores estadounidenses. Si bien la reducción de las importaciones podría impulsar la competitividad de los fabricantes nacionales, los mayores costos de producción y la ausencia de alternativas extranjeras probablemente harían subir los precios al consumidor.
Los posibles beneficios geopolíticos de la guerra comercial de Trump son menos ambiguos, ya que su administración ha decidido utilizar la presión económica para alcanzar objetivos estratégicos más amplios. Busca presionar a México y los países centroamericanos para que detengan el flujo de migrantes a la frontera sur de Estados Unidos y acepten a los inmigrantes deportados, y contrarrestar la creciente influencia de China en la región de Asia y el Pacífico y frenar el expansionismo chino, especialmente en el Mar de China Meridional. Además, Trump ha prometido “recuperar” el Canal de Panamá y parece estar decidido a comprar Groenlandia por su ubicación estratégica y sus recursos naturales, una ambición estadounidense que se remonta a 1868.
Los consumidores y fabricantes de Estados Unidos, China y otros países deben prepararse para aumentos de precios y tensiones geopolíticas en aumento. Si los demócratas recuperan el control del Congreso en las elecciones de mitad de período de 2026, en las que participarán un tercio del Senado estadounidense y toda la Cámara de Representantes, podrían limitar la capacidad de Trump para imponer aranceles. Esto le da a Trump dos años para ganar su guerra comercial con China y el resto del mundo, o al menos convencer a los estadounidenses de que valió la pena el costo.
Nancy Qian, profesora de Economía en la Universidad Northwestern, es codirectora del Laboratorio de Investigación sobre Pobreza Global de dicha Universidad y directora fundadora del Laboratorio de Economía de China.
Las acciones de Trump han hecho que muchos en Estados Unidos y en todo el mundo se pregunten: ¿Qué son exactamente los aranceles y cómo afectan al comercio global? En pocas palabras, los aranceles son impuestos sobre los bienes importados. Si un fabricante chino quiere vender zapatos en Estados Unidos, el gobierno estadounidense puede imponer un arancel. Si un minorista estadounidense paga 100 dólares por un par, entonces un arancel del 10%, como el que Trump impuso recientemente a los bienes procedentes de China, significa que el minorista debe pagar al gobierno estadounidense 10 dólares.
Los zapatos de 100 dólares ahora cuestan 110. ¿Quién paga los 10 dólares adicionales? Cuando Trump aumentó los aranceles a las importaciones chinas durante su primer mandato, los importadores estadounidenses asumieron la mayor parte del costo, en particular cuando no pudieron encontrar proveedores alternativos. En consecuencia, los precios minoristas se mantuvieron relativamente estables, al menos durante el primer año.
Pero el panorama se complica cuando los aranceles se mantienen vigentes durante un período prolongado. Los importadores estadounidenses no pueden absorber los costos adicionales indefinidamente y pueden cerrar a menos que encuentren nuevos proveedores o trasladen esos costos a los consumidores, quienes entonces podrían verse obligados a recortar sus gastos.
Cuando un país aplica aranceles u otras sanciones para dañar la economía de otro, el resultado suele ser una represalia y una guerra comercial. China, por ejemplo, respondió a los aranceles de Trump imponiendo sus propios aranceles a las importaciones estadounidenses. Sin embargo, aunque los aranceles chinos y estadounidenses se basan en razonamientos similares, su impacto no necesariamente será el mismo.
Durante la primera guerra comercial entre Estados Unidos y China, la mayor parte de la carga de los aranceles de represalia de China recayó sobre los exportadores estadounidenses, más que sobre los importadores chinos. Esto se debió a que China encontró rápidamente proveedores alternativos para los bienes que antes obtenía de Estados Unidos. Rusia y otros países abastecían fácilmente de petróleo y alimentos (dos de las principales exportaciones estadounidenses a China). Mientras tanto, Estados Unidos luchaba por reemplazar las importaciones chinas, obligando a las empresas y consumidores estadounidenses a soportar el peso de los aranceles de Trump.
Estas consecuencias no han pasado desapercibidas. Tanto bajo el gobierno de Trump como bajo el del expresidente Joe Biden, Estados Unidos ha tomado medidas para incentivar la producción interna y alentar a las empresas a reducir su dependencia de las cadenas de suministro chinas. Pero no está claro en qué medida esas medidas permitirán a Estados Unidos trasladar una mayor parte de la carga arancelaria a China.
Sin duda, el enorme tamaño del mercado estadounidense le da una ventaja significativa. Mientras que los importadores chinos pueden encontrar proveedores alternativos, los exportadores chinos tendrán dificultades para encontrar un mercado que pueda reemplazar totalmente a Estados Unidos. El PIB combinado de Rusia, India, África y Sudamérica asciende a 13 billones de dólares, poco más de un tercio del PIB estadounidense, que se proyecta aumentará a 30 billones de dólares en 2025. Y si Estados Unidos convence a sus aliados de la OCDE de sumarse a la guerra comercial, China podría enfrentar aranceles de países que representan el 46% de la economía global.
La administración Trump apuesta a que, como Estados Unidos es la mayor economía del mundo, China y otros exportadores extranjeros tendrán dificultades para encontrar alternativas viables, lo que, a su vez, daría a Estados Unidos una influencia decisiva en la guerra comercial entre los dos países. Los primeros indicios sugieren que la estrategia de Trump puede producir al menos victorias simbólicas, ya que México y Canadá parecen estar accediendo a sus demandas prometiendo hacer lo que ya estaban haciendo.
Dicho esto, los aranceles suelen ser un arma de doble filo. Por un lado, ganar la guerra comercial con China permitiría a Estados Unidos negociar mejores condiciones comerciales, pero los hogares estadounidenses podrían pagar un alto precio: se producirían y venderían menos bienes a los consumidores estadounidenses. Si bien la reducción de las importaciones podría impulsar la competitividad de los fabricantes nacionales, los mayores costos de producción y la ausencia de alternativas extranjeras probablemente harían subir los precios al consumidor.
Los posibles beneficios geopolíticos de la guerra comercial de Trump son menos ambiguos, ya que su administración ha decidido utilizar la presión económica para alcanzar objetivos estratégicos más amplios. Busca presionar a México y los países centroamericanos para que detengan el flujo de migrantes a la frontera sur de Estados Unidos y acepten a los inmigrantes deportados, y contrarrestar la creciente influencia de China en la región de Asia y el Pacífico y frenar el expansionismo chino, especialmente en el Mar de China Meridional. Además, Trump ha prometido “recuperar” el Canal de Panamá y parece estar decidido a comprar Groenlandia por su ubicación estratégica y sus recursos naturales, una ambición estadounidense que se remonta a 1868.
Los consumidores y fabricantes de Estados Unidos, China y otros países deben prepararse para aumentos de precios y tensiones geopolíticas en aumento. Si los demócratas recuperan el control del Congreso en las elecciones de mitad de período de 2026, en las que participarán un tercio del Senado estadounidense y toda la Cámara de Representantes, podrían limitar la capacidad de Trump para imponer aranceles. Esto le da a Trump dos años para ganar su guerra comercial con China y el resto del mundo, o al menos convencer a los estadounidenses de que valió la pena el costo.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/what-trump-trade-war-is-really-about-by-nancy-qian-1-2025-02