Los bebés del mundo necesitan antibióticos, no sólo vacunas
El mundo ha logrado grandes avances en el acceso de los niños a las vacunas, lo que ha permitido salvar más de 150 millones de vidas, pero la comunidad internacional debe seguir reduciendo la mortalidad infantil en el mundo en desarrollo garantizando la disponibilidad de antibióticos seguros y eficaces para uso pediátrico.
CIUDAD DEL CABO – En el último medio siglo, el número de niños que mueren antes de cumplir cinco años ha disminuido drásticamente, de unos 20 millones en 1960 a 4,9 millones en 2022, en gran medida gracias al Programa Ampliado de Inmunización (PAI). Establecido por la Organización Mundial de la Salud en 1974, el PAI ha tenido un éxito extraordinario en brindar acceso a las vacunas a los más jóvenes, salvando más de 150 millones de vidas . Pero si bien esos avances son dignos de celebración, todavía queda mucho trabajo por hacer, porque los recién nacidos representan la mitad de todas las muertes de niños menores de cinco años cada año, muchas de las cuales son causadas por infecciones.
Históricamente, los avances en la reducción de la mortalidad neonatal han sido mucho más lentos que en el caso de los niños menores de cinco años, y han comenzado a estancarse en las últimas décadas, a pesar de las reducciones significativas en la transmisión de madre a hijo del VIH, la sífilis y la hepatitis. Esto se debe a que muchas de estas muertes son causadas por infecciones bacterianas tratables, pero no tratadas . Para revertir esta tendencia, la comunidad internacional debe garantizar que todos los niños, especialmente en los países africanos donde se producen la mayoría de estas muertes, tengan acceso a antibióticos, de manera similar a lo que ha hecho el PAI con las vacunas.
Los bebés son especialmente susceptibles a las infecciones durante los primeros 28 días de vida. Como pediatra, lo vi de primera mano cuando era más joven, trabajando en la UCI neonatal del Hospital Chris Hani Baragwanath de Soweto. Es posible prevenir algunos tipos de infecciones mediante la prevención y el control de las mismas, el acceso al agua, el saneamiento y la higiene, y las vacunas. Pero en el caso de las que no se pueden prevenir, se necesitan antibióticos para evitar complicaciones posteriores, como la sepsis, que afecta a hasta tres millones de recién nacidos al año.
Lamentablemente, la mayoría de los países africanos carecen de acceso a los antibióticos existentes y nuevos, lo que pone a los bebés, ya de por sí vulnerables, en un riesgo mucho mayor de morir por infecciones tratables. La escasez de versiones genéricas se puede atribuir en gran medida a la constante salida de las empresas farmacéuticas del mercado de antibióticos en las últimas décadas, debido a los bajos rendimientos. De manera similar, los nuevos antibióticos a menudo se venden sólo en los países más ricos o tienen precios fuera del alcance de la mayoría de los gobiernos y ciudadanos africanos.
Por ejemplo, menos de la mitad de los nuevos antibióticos aprobados entre 1999 y 2014 fueron registrados en más de diez países. Peor aún, sólo cuatro de los 40 nuevos antibióticos aprobados desde 2000 están etiquetados para uso pediátrico. Cuando el desarrollo de medicamentos está impulsado principalmente por la rentabilidad, en lugar de las necesidades de salud pública, los bebés de los países más pobres –una de las poblaciones más vulnerables del mundo– son los que se llevan la peor parte.
Si los médicos no pueden acceder a los antibióticos de primera línea adecuados o no pueden utilizarlos debido a una infección resistente a los medicamentos, suelen recurrir a los que son especializados o se mantienen en reserva como último recurso. Estos sustitutos pueden ser menos eficaces y la dependencia de ellos aumenta el riesgo de que se desarrolle resistencia a los medicamentos, lo que hace que las infecciones sean más difíciles de tratar a largo plazo (aunque los países africanos también suelen tener precios muy altos para estos antibióticos de último recurso).
Como resultado, una de cada cinco muertes por infecciones resistentes a los medicamentos se produce en niños menores de cinco años, y el 99,7% de ellos vive en países de ingresos bajos y medios. Al mismo tiempo, la falta de tratamiento de estas infecciones en los recién nacidos está fomentando el aumento y la propagación de la resistencia a los antimicrobianos, que ya se asocia a 4,7 millones de muertes al año.
Ningún país puede afrontar este problema por sí solo. Para garantizar que todos los niños estén protegidos de la infección se necesita una iniciativa mundial a escala del PAI que ayude a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad y vigilancia, identificar los antibióticos necesarios y reforzar sus sistemas de salud. Igualmente importante es aumentar drásticamente la disponibilidad de los antibióticos existentes y estimular el desarrollo de otros nuevos que sean seguros y eficaces para los niños. Ambos imperativos exigen priorizar la salud pública por encima del lucro.
La Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Resistencia a los Antimicrobianos recientemente elaboró una declaración política que compromete a los países a reducir las muertes asociadas a la RAM en un 10% anual hasta 2030. Los gobiernos donantes pueden comenzar a hacerlo –y salvar las vidas de los recién nacidos– apoyando a organizaciones como la mía, la Asociación Mundial para la Investigación y el Desarrollo de Antibióticos, que está trabajando para mejorar el acceso a los antibióticos y fomentar su desarrollo.
Los ejercicios de optimización de medicamentos pediátricos de la OMS han elaborado una lista de antibióticos que deberían priorizarse por encima de todos los demás para uso pediátrico. Pero las partes interesadas, incluida la OMS, los organismos reguladores, la industria farmacéutica, los desarrolladores sin fines de lucro y los expertos pediátricos, deben colaborar para supervisar el desarrollo y la aprobación de esos tratamientos. Prevenir las muertes infantiles por infecciones tratables contribuiría en gran medida a detener la propagación de la resistencia a los antimicrobianos y a salvaguardar nuestro futuro.
Históricamente, los avances en la reducción de la mortalidad neonatal han sido mucho más lentos que en el caso de los niños menores de cinco años, y han comenzado a estancarse en las últimas décadas, a pesar de las reducciones significativas en la transmisión de madre a hijo del VIH, la sífilis y la hepatitis. Esto se debe a que muchas de estas muertes son causadas por infecciones bacterianas tratables, pero no tratadas . Para revertir esta tendencia, la comunidad internacional debe garantizar que todos los niños, especialmente en los países africanos donde se producen la mayoría de estas muertes, tengan acceso a antibióticos, de manera similar a lo que ha hecho el PAI con las vacunas.
Los bebés son especialmente susceptibles a las infecciones durante los primeros 28 días de vida. Como pediatra, lo vi de primera mano cuando era más joven, trabajando en la UCI neonatal del Hospital Chris Hani Baragwanath de Soweto. Es posible prevenir algunos tipos de infecciones mediante la prevención y el control de las mismas, el acceso al agua, el saneamiento y la higiene, y las vacunas. Pero en el caso de las que no se pueden prevenir, se necesitan antibióticos para evitar complicaciones posteriores, como la sepsis, que afecta a hasta tres millones de recién nacidos al año.
Lamentablemente, la mayoría de los países africanos carecen de acceso a los antibióticos existentes y nuevos, lo que pone a los bebés, ya de por sí vulnerables, en un riesgo mucho mayor de morir por infecciones tratables. La escasez de versiones genéricas se puede atribuir en gran medida a la constante salida de las empresas farmacéuticas del mercado de antibióticos en las últimas décadas, debido a los bajos rendimientos. De manera similar, los nuevos antibióticos a menudo se venden sólo en los países más ricos o tienen precios fuera del alcance de la mayoría de los gobiernos y ciudadanos africanos.
Por ejemplo, menos de la mitad de los nuevos antibióticos aprobados entre 1999 y 2014 fueron registrados en más de diez países. Peor aún, sólo cuatro de los 40 nuevos antibióticos aprobados desde 2000 están etiquetados para uso pediátrico. Cuando el desarrollo de medicamentos está impulsado principalmente por la rentabilidad, en lugar de las necesidades de salud pública, los bebés de los países más pobres –una de las poblaciones más vulnerables del mundo– son los que se llevan la peor parte.
Si los médicos no pueden acceder a los antibióticos de primera línea adecuados o no pueden utilizarlos debido a una infección resistente a los medicamentos, suelen recurrir a los que son especializados o se mantienen en reserva como último recurso. Estos sustitutos pueden ser menos eficaces y la dependencia de ellos aumenta el riesgo de que se desarrolle resistencia a los medicamentos, lo que hace que las infecciones sean más difíciles de tratar a largo plazo (aunque los países africanos también suelen tener precios muy altos para estos antibióticos de último recurso).
Como resultado, una de cada cinco muertes por infecciones resistentes a los medicamentos se produce en niños menores de cinco años, y el 99,7% de ellos vive en países de ingresos bajos y medios. Al mismo tiempo, la falta de tratamiento de estas infecciones en los recién nacidos está fomentando el aumento y la propagación de la resistencia a los antimicrobianos, que ya se asocia a 4,7 millones de muertes al año.
Ningún país puede afrontar este problema por sí solo. Para garantizar que todos los niños estén protegidos de la infección se necesita una iniciativa mundial a escala del PAI que ayude a los países en desarrollo a fortalecer su capacidad y vigilancia, identificar los antibióticos necesarios y reforzar sus sistemas de salud. Igualmente importante es aumentar drásticamente la disponibilidad de los antibióticos existentes y estimular el desarrollo de otros nuevos que sean seguros y eficaces para los niños. Ambos imperativos exigen priorizar la salud pública por encima del lucro.
La Reunión de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Resistencia a los Antimicrobianos recientemente elaboró una declaración política que compromete a los países a reducir las muertes asociadas a la RAM en un 10% anual hasta 2030. Los gobiernos donantes pueden comenzar a hacerlo –y salvar las vidas de los recién nacidos– apoyando a organizaciones como la mía, la Asociación Mundial para la Investigación y el Desarrollo de Antibióticos, que está trabajando para mejorar el acceso a los antibióticos y fomentar su desarrollo.
Los ejercicios de optimización de medicamentos pediátricos de la OMS han elaborado una lista de antibióticos que deberían priorizarse por encima de todos los demás para uso pediátrico. Pero las partes interesadas, incluida la OMS, los organismos reguladores, la industria farmacéutica, los desarrolladores sin fines de lucro y los expertos pediátricos, deben colaborar para supervisar el desarrollo y la aprobación de esos tratamientos. Prevenir las muertes infantiles por infecciones tratables contribuiría en gran medida a detener la propagación de la resistencia a los antimicrobianos y a salvaguardar nuestro futuro.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/babies-in-african-countries-need-antibiotics-to-prevent-infection-deaths-by-glenda-gray-2024-11
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