Este dos de octubre en México se conmemora el 56 aniversario de la matanza de estudiantes en Tlatelolco, suceso que marcó uno de los periodos más oscuros de la historia reciente del país, caracterizado por el ejercicio desmedido de la violencia del Estado en contra de los disidentes del gobierno y de sus opositores políticos. Otro hecho trágico similar, y más reciente, es la desaparición de 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, Guerrero, acaecido hace diez años, en la noche del 26 de septiembre de 2014 con la participación y complicidad del Estado.
El primer suceso forma parte del periodo conocido como la Guerra sucia, que abarcó principalmente de 1960 a principios de 1980, pero que resuena en 2014 con el terrible caso ya señalado de los normalistas desaparecidos, tiempo en que toda inconformidad contra el statu quo era catalogada como traición a la patria y, por ello, aniquilada sin miramientos y sin respeto a la legalidad constitucional ni a los derechos humanos de los participantes en los movimientos sociales de esta época.
Hoy en día muchos actores sociales, académicos y políticos siguen interesados en que se investigue con profundidad ese periodo histórico todavía opaco, se descubran las condicionantes que lo hicieron posible, se identifique a los responsables directos de las desapariciones y torturas ejercidas contra cientos o incluso miles de mexicanos que lucharon en contra del sistema político imperante en ese entonces en el país. La idea de fondo que unifica a estos sectores de la sociedad es consolidar una memoria colectiva viva que sirva de contención para que nunca más se repitan hechos de tortura y represión de la sociedad civil desde el poder institucional.
En esta lógica se enmarca la reciente publicación del texto El tigre de Nazar. “Había que ser fanáticos como ellos” (2023) de Gustavo Castillo García, reportero especializado en temas de seguridad y justicia. Se trata de una investigación periodística realizada a base de un gran número de entrevistas hechas, del 2003 al 2011, a Miguel Nazar Haro, quien fuera titular de la extinta Dirección Federal de Seguridad del Estado mexicano de 1978 a 1982 —principal órgano de “inteligencia” del sistema político nacional— y creador de la Brigada blanca, grupo paramilitar que tenía el propósito de reprimir a la disidencia política, en particular, a grupos armados urbanos y rurales como la Liga Comunista 23 de Septiembre, el Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR) y a los líderes guerrilleros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, entre los más conocidos.
El tigre de Nazar es un texto organizado en 22 apartados que ofrecen la visión más completa de que se tenga noticia sobre Miguel Nazar Haro, actor clave para conocer y analizar una de las etapas más oscuras de la política mexicana del siglo XX desde los sótanos del poder. Con un estilo propio del periodismo de investigación, Gustavo Castillo tiene la paciencia para escudriñar, una y otra vez, las motivaciones, métodos de interrogación y modus operandi que caracterizaron a la Dirección Federal de Seguridad bajo las órdenes de quien fue conocido como “El tigre Nazar”, debido a su afición por este tipo de mamíferos y a que, en verdad, tuvo como mascota un tigre de Bengala vivo, el cual también utilizaba para amedrentar a los detenidos que interrogaba según lo aprendido en los entrenamientos de tácticas antiguerrillas recibidos en Estados Unidos.
“La primera vez [que lo entrevisté] él tenía en ese entonces 79 años [de edad] y yo 37 (…) Seguía siendo un hombre fuerte, y le gustaba vestir de traje, corbata, reloj y lentes oscuros cuando salía a la calle. Medía alrededor de 1.63 de estatura, caminaba erguido: su rostro enrojecía y el tono de sus ojos azules se tornaba más oscuro cuando se enojaba. (…) Busqué profesionalmente hurgar en sus ´huesos y ´sueños´, con toda la intención de descubrir datos relevantes sin traicionar ni comprometerme a servirle de mero reproductor de sus aseveraciones.”
Entre las afirmaciones que el reportero logró extraerle a su entrevistado están las que refieren su modo de pensar y actuar como policía de “inteligencia”. Al respecto, Nazar Haro afirmaba: “Estudié el comunismo. Había que prepararse, disciplinarse para combatir a la guerrilla en el país. ¡Su combate no fue a ciegas! Los miembros de la Brigada Especial [la Brigada Blanca] tuvieron muchos enfrentamientos (…) si me llegaban a balazos, ni modo de darle flores. ¡También balazos! (…) Ellos [los guerrilleros] eran fanáticos, y para combatirlos había que ser fanáticos de nuestro deber”.
Castillo García ha sido dos veces galardonado con el Premio Nacional de Periodismo, en 2002 en el género de noticia por su investigación sobre el Pemexgate; y en 2012 en el género de entrevista, por la serie de conversaciones sostenidas con Miguel Nazar Haro. Once años después, en 2023, el reportero del diario de circulación nacional La Jornada completa este último trabajo con nuevos datos sacados de sus consultas al Archivo General de la Nación. En este sentido, su libro El tigre de Nazar no es una simple reproducción de las entrevistas a Nazar Haro, sino que es un trabajo reporteril enriquecido con los documentos que sobre la Guerra sucia encontró en el Archivo y confrontó con los dichos de su entrevistado. Por ello, este esfuerzo periodístico no buscó escribir una biografía, sino darle voz a un actor político privilegiado.
De acuerdo con las estimaciones del propio Miguel Nazar Haro, la Dirección Federal de Seguridad a su mando llegó a tener más de 400 informantes e infiltrados, que pasaban datos de universidades, sindicatos, organizaciones sociales, partidos políticos, de las propias instituciones gubernamentales. “Algunos [incluso] trabajaban como obreros y servían para desalentar las protestas o reventar los movimientos gremiales.”
De la relevancia política de Nazar Haro para el sistema político mexicano, Gustavo Castillo incluye en el capítulo de cierre de su texto una cita de Jorge Tello Peón, quien fuera uno de los directores del Centro Nacional de Inteligencia (Cisen) del Estado mexicano en tiempos posteriores al del Tigre Nazar. “Un momento que me parece muy significativo en la historia del Cisen fue cuando tuve el gusto de recibir a don Miguel Nazar Haro, una de las figuras clave de la inteligencia en México (…) Cuando visitó el Cisen, su cara estaba llena de orgullo. Se sentía, y con razón, parte de esa historia.”
Ya sea con fines de indagación académica o histórica, de recuperación de la memoria colectiva de lo acontecido en el periodo en cuestión, o sea por simple interés por conocer algo más de esta temática que año con año se hace presente en la esfera pública del país, resulta recomendable la lectura de El tigre de Nazar, texto escrito con la soltura propia de un periodista profesional y, la vez, con el rigor necesario para darle solidez a la información ahí divulgada. @NohemyGarcaDual
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