La escasez de agua, cada vez más grave, representa una crisis provocada por el hombre que puede resolverse mediante intervenciones humanas. La situación exige una nueva forma de pensar sobre la economía de este recurso fundamental y sobre cómo gestionarlo mediante estrategias orientadas a la misión que abarquen todos los niveles de gobernanza.
Autores: Mariana Mazzucato, Ngozi Okonjo–Iweala, Johan Rockström, y Tharman Shanmugaratnam
LONDRES – En materia de agua, el mundo se enfrenta a una situación insostenible. Sin embargo, solucionar el problema no sólo está al alcance de la mano, sino que también es una tarea sencilla para hacer frente al cambio climático y generar empleo y crecimiento.
La crisis del agua es evidente. Año tras año, en una región tras otra, a olas de calor y sequías sin precedentes les siguen tormentas e inundaciones destructivas. Los sistemas alimentarios se están agotando y las ciudades se están hundiendo a medida que llegamos al límite de la extracción de agua de la tierra. Más de 1.000 niños menores de cinco años mueren cada día por enfermedades causadas por el agua potable no apta para el consumo y la falta de saneamiento, y cientos de millones de mujeres pasan horas cada día recolectando y acarreando agua.
Se trata de una crisis provocada por el hombre, que puede y debe resolverse mediante intervenciones humanas. Pero para lograr la equidad y la sostenibilidad en todas partes, necesitaremos nuevos enfoques para la gestión del agua y una ola de inversiones mucho mayores, mayor innovación y creación de capacidades. Los costos de estas medidas son insignificantes en comparación con los daños económicos y humanitarios que se infligirán si se sigue sin actuar.
El primer paso es reconocer que los problemas que enfrentamos no son meras tragedias locales. Un ciclo del agua desestabilizado afecta cada vez más a todos los rincones del mundo. Los enfoques actuales tienden a ocuparse del agua que podemos ver –el “agua azul” de nuestros ríos, lagos y acuíferos– y suponen que el suministro de agua es estable año tras año. Pero esto ya no es así, ya que los cambios en el uso de la tierra, el cambio climático y un ciclo del agua desequilibrado están afectando los patrones de lluvia.
Con demasiada frecuencia, el pensamiento actual pasa por alto un recurso de agua dulce fundamental, a saber, el “agua verde” presente en el suelo, las plantas y los bosques, que se transpira y se recicla a través de la atmósfera. El agua verde genera aproximadamente la mitad de las precipitaciones que recibimos en la tierra, la fuente misma de toda nuestra agua dulce. En la misma línea, los países están conectados no solo a través de flujos de agua azul (como los ríos) sino, lo que es más crítico, a través de flujos atmosféricos de humedad. Como componente crítico del ciclo global del agua, el agua verde necesita urgentemente una mejor gestión.
Lo más peligroso es que las alteraciones del ciclo del agua están profundamente entrelazadas con el calentamiento global y la disminución de la biodiversidad mundial, y cada una de ellas se refuerza mutuamente. Un suministro estable de agua verde en el suelo es crucial para sostener los sistemas naturales terrestres que absorben entre el 25 y el 30 por ciento del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles.
Este proceso representa uno de los subsidios naturales más importantes para la economía global. Sin embargo, la pérdida de humedales y de humedad del suelo, junto con la deforestación, está agotando las mayores reservas de carbono del planeta, con consecuencias devastadoras para el ritmo del calentamiento global. El aumento de las temperaturas desencadena entonces olas de calor extremas y aumenta la demanda de evaporación en la atmósfera, lo que seca gravemente los paisajes y aumenta el riesgo de incendios forestales.
Por lo tanto, la crisis del agua afecta prácticamente a todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y amenaza a las personas en todas partes. Alimentos insuficientes para una población mundial en aumento, una propagación acelerada de enfermedades y un aumento de la migración forzada y de los conflictos transfronterizos son solo algunos de los resultados previsibles.
Misión H2O
Un problema colectivo y sistémico de tan gran escala sólo puede solucionarse con una acción concertada en todos los países y mediante la colaboración entre países y culturas. Es fundamental que haya una comprensión compartida del bien común. De lo contrario, lo que hoy puede parecer bueno para un país puede fácilmente crear problemas para ese mismo país mañana, así como para otros en todo el mundo.
La situación exige no sólo una mayor ambición, sino también un enfoque orientado a la misión en materia de agua, que abarque múltiples sectores y se centre en todos los niveles, desde la gestión de las cuencas fluviales locales hasta la configuración de la cooperación multilateral. Podemos y debemos tener éxito en las misiones más importantes del mundo en materia de agua:
Lanzar una nueva Revolución Verde en los sistemas alimentarios para reducir el uso de agua y al mismo tiempo aumentar los rendimientos agrícolas para satisfacer las necesidades nutricionales de una población creciente.
Conservar y restaurar los hábitats naturales que son críticos para proteger los recursos hídricos verdes.
Establecer una economía “circular” del agua en todos los sectores.
Y garantizar que todas las comunidades vulnerables dispongan de servicios adecuados de agua limpia y segura y de saneamiento para 2030.
Si bien estas misiones deberían impulsar cambios en las políticas, alinear los sectores público y privado y estimular la innovación, también requieren nuevas formas de gobernar. La formulación de políticas debe volverse más colaborativa, responsable e inclusiva de todas las voces, especialmente las de los jóvenes, las mujeres, las comunidades marginadas y los pueblos indígenas que están en la primera línea de la conservación del agua.
El cambio de política más fundamental consiste en valorar el agua de manera adecuada, de modo que refleje su escasez y su papel fundamental en el mantenimiento de los ecosistemas naturales de los que depende toda sociedad. Debemos poner fin a la infravaloración del agua en toda la economía y a los subsidios agrícolas perjudiciales que impulsan un uso insostenible y degradan la tierra. Sería de gran ayuda reorientar esos fondos hacia la promoción de soluciones para el ahorro de agua y la prestación de apoyo específico a los pobres y vulnerables.
Para solucionar la crónica falta de inversión en agua, debemos volver a priorizar la infraestructura hídrica en las finanzas públicas, donde curiosamente se la descuida en la mayoría de los países. Los responsables de las políticas pueden aprovechar las mejores prácticas en las asociaciones público-privadas para ofrecer incentivos justos para compromisos a largo plazo, al tiempo que sirven a los intereses del público, especialmente de las comunidades desatendidas.
Dada la naturaleza colectiva del problema del agua, debemos garantizar flujos financieros mayores y más confiables para ayudar a los países de ingresos bajos y medianos bajos a invertir en resiliencia hídrica. Los bancos multilaterales de desarrollo, las instituciones financieras de desarrollo y los bancos públicos de desarrollo deberán trabajar en estrecha colaboración con los gobiernos para apoyar misiones hídricas nacionales que reflejen las necesidades locales y las condiciones ecológicas. Los acuerdos comerciales internacionales también ofrecen posibles palancas para promover el uso eficiente del agua, porque pueden ayudar a garantizar que el “agua virtual” incorporada en los bienes comercializados no agrave la escasez en las regiones con estrés hídrico.
Tal como lo estamos haciendo con las emisiones, debemos recopilar datos de alta integridad sobre la huella hídrica de las empresas y crear marcos para la divulgación del uso del agua. También debemos desarrollar sistemas para valorar el agua como parte del capital natural. Ponerle un precio a este recurso tan crítico podría generar dividendos significativos para los países a largo plazo.
En resumen, debemos moldear los mercados de todas nuestras economías –desde la agricultura y la minería hasta la energía y los semiconductores– para que sean radicalmente más eficientes, equitativos y sostenibles en el uso del agua.
El informe preliminar de 2023 de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua expuso los argumentos a favor de un cambio fundamental en la forma en que el mundo gestiona el agua. Nuestro informe final, que se publicará en octubre, mostrará cómo podemos lograrlo mediante una acción colectiva transformadora.
Estamos apenas en 2024. Si no abordamos estos problemas de frente, los incendios forestales, las inundaciones y otros fenómenos extremos provocados por el agua y el clima solo se intensificarán y causarán más muertes en los próximos años. Avanzar en la agenda de seguridad hídrica puede parecer más difícil en medio de crecientes tensiones geopolíticas, pero presenta una oportunidad para demostrar que la colaboración puede beneficiar a todos los países y hacer posible un futuro justo y habitable para todos. No podemos eludir este desafío.
Este comentario se incluye en nuestra próxima revista, PS Quarterly: The Climate Crucible . Haga clic aquí para explorar la revista, que incluye comentarios exclusivos, entrevistas, predicciones y más.
Mariana Mazzucato, catedrática de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres, es directora fundadora del Instituto de Innovación y Propósito Público de la UCL, presidenta del Consejo de Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud y copresidenta de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua. Es autora de The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Penguin Books, 2019), Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books, 2022) y, más recientemente, The Big Con: How the Consulting Industry Weakens our Businesses, Infantilizes our Governments and Warps our Economies (Penguin Press, 2023). La edición del décimo aniversario de su libro The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths fue publicado por Penguin en septiembre.
LONDRES – En materia de agua, el mundo se enfrenta a una situación insostenible. Sin embargo, solucionar el problema no sólo está al alcance de la mano, sino que también es una tarea sencilla para hacer frente al cambio climático y generar empleo y crecimiento.
La crisis del agua es evidente. Año tras año, en una región tras otra, a olas de calor y sequías sin precedentes les siguen tormentas e inundaciones destructivas. Los sistemas alimentarios se están agotando y las ciudades se están hundiendo a medida que llegamos al límite de la extracción de agua de la tierra. Más de 1.000 niños menores de cinco años mueren cada día por enfermedades causadas por el agua potable no apta para el consumo y la falta de saneamiento, y cientos de millones de mujeres pasan horas cada día recolectando y acarreando agua.
Se trata de una crisis provocada por el hombre, que puede y debe resolverse mediante intervenciones humanas. Pero para lograr la equidad y la sostenibilidad en todas partes, necesitaremos nuevos enfoques para la gestión del agua y una ola de inversiones mucho mayores, mayor innovación y creación de capacidades. Los costos de estas medidas son insignificantes en comparación con los daños económicos y humanitarios que se infligirán si se sigue sin actuar.
El primer paso es reconocer que los problemas que enfrentamos no son meras tragedias locales. Un ciclo del agua desestabilizado afecta cada vez más a todos los rincones del mundo. Los enfoques actuales tienden a ocuparse del agua que podemos ver –el “agua azul” de nuestros ríos, lagos y acuíferos– y suponen que el suministro de agua es estable año tras año. Pero esto ya no es así, ya que los cambios en el uso de la tierra, el cambio climático y un ciclo del agua desequilibrado están afectando los patrones de lluvia.
Con demasiada frecuencia, el pensamiento actual pasa por alto un recurso de agua dulce fundamental, a saber, el “agua verde” presente en el suelo, las plantas y los bosques, que se transpira y se recicla a través de la atmósfera. El agua verde genera aproximadamente la mitad de las precipitaciones que recibimos en la tierra, la fuente misma de toda nuestra agua dulce. En la misma línea, los países están conectados no solo a través de flujos de agua azul (como los ríos) sino, lo que es más crítico, a través de flujos atmosféricos de humedad. Como componente crítico del ciclo global del agua, el agua verde necesita urgentemente una mejor gestión.
Lo más peligroso es que las alteraciones del ciclo del agua están profundamente entrelazadas con el calentamiento global y la disminución de la biodiversidad mundial, y cada una de ellas se refuerza mutuamente. Un suministro estable de agua verde en el suelo es crucial para sostener los sistemas naturales terrestres que absorben entre el 25 y el 30 por ciento del dióxido de carbono emitido por la combustión de combustibles fósiles.
Este proceso representa uno de los subsidios naturales más importantes para la economía global. Sin embargo, la pérdida de humedales y de humedad del suelo, junto con la deforestación, está agotando las mayores reservas de carbono del planeta, con consecuencias devastadoras para el ritmo del calentamiento global. El aumento de las temperaturas desencadena entonces olas de calor extremas y aumenta la demanda de evaporación en la atmósfera, lo que seca gravemente los paisajes y aumenta el riesgo de incendios forestales.
Por lo tanto, la crisis del agua afecta prácticamente a todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y amenaza a las personas en todas partes. Alimentos insuficientes para una población mundial en aumento, una propagación acelerada de enfermedades y un aumento de la migración forzada y de los conflictos transfronterizos son solo algunos de los resultados previsibles.
Misión H2O
Un problema colectivo y sistémico de tan gran escala sólo puede solucionarse con una acción concertada en todos los países y mediante la colaboración entre países y culturas. Es fundamental que haya una comprensión compartida del bien común. De lo contrario, lo que hoy puede parecer bueno para un país puede fácilmente crear problemas para ese mismo país mañana, así como para otros en todo el mundo.
La situación exige no sólo una mayor ambición, sino también un enfoque orientado a la misión en materia de agua, que abarque múltiples sectores y se centre en todos los niveles, desde la gestión de las cuencas fluviales locales hasta la configuración de la cooperación multilateral. Podemos y debemos tener éxito en las misiones más importantes del mundo en materia de agua:
Si bien estas misiones deberían impulsar cambios en las políticas, alinear los sectores público y privado y estimular la innovación, también requieren nuevas formas de gobernar. La formulación de políticas debe volverse más colaborativa, responsable e inclusiva de todas las voces, especialmente las de los jóvenes, las mujeres, las comunidades marginadas y los pueblos indígenas que están en la primera línea de la conservación del agua.
El cambio de política más fundamental consiste en valorar el agua de manera adecuada, de modo que refleje su escasez y su papel fundamental en el mantenimiento de los ecosistemas naturales de los que depende toda sociedad. Debemos poner fin a la infravaloración del agua en toda la economía y a los subsidios agrícolas perjudiciales que impulsan un uso insostenible y degradan la tierra. Sería de gran ayuda reorientar esos fondos hacia la promoción de soluciones para el ahorro de agua y la prestación de apoyo específico a los pobres y vulnerables.
Para solucionar la crónica falta de inversión en agua, debemos volver a priorizar la infraestructura hídrica en las finanzas públicas, donde curiosamente se la descuida en la mayoría de los países. Los responsables de las políticas pueden aprovechar las mejores prácticas en las asociaciones público-privadas para ofrecer incentivos justos para compromisos a largo plazo, al tiempo que sirven a los intereses del público, especialmente de las comunidades desatendidas.
Dada la naturaleza colectiva del problema del agua, debemos garantizar flujos financieros mayores y más confiables para ayudar a los países de ingresos bajos y medianos bajos a invertir en resiliencia hídrica. Los bancos multilaterales de desarrollo, las instituciones financieras de desarrollo y los bancos públicos de desarrollo deberán trabajar en estrecha colaboración con los gobiernos para apoyar misiones hídricas nacionales que reflejen las necesidades locales y las condiciones ecológicas. Los acuerdos comerciales internacionales también ofrecen posibles palancas para promover el uso eficiente del agua, porque pueden ayudar a garantizar que el “agua virtual” incorporada en los bienes comercializados no agrave la escasez en las regiones con estrés hídrico.
Tal como lo estamos haciendo con las emisiones, debemos recopilar datos de alta integridad sobre la huella hídrica de las empresas y crear marcos para la divulgación del uso del agua. También debemos desarrollar sistemas para valorar el agua como parte del capital natural. Ponerle un precio a este recurso tan crítico podría generar dividendos significativos para los países a largo plazo.
En resumen, debemos moldear los mercados de todas nuestras economías –desde la agricultura y la minería hasta la energía y los semiconductores– para que sean radicalmente más eficientes, equitativos y sostenibles en el uso del agua.
El informe preliminar de 2023 de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua expuso los argumentos a favor de un cambio fundamental en la forma en que el mundo gestiona el agua. Nuestro informe final, que se publicará en octubre, mostrará cómo podemos lograrlo mediante una acción colectiva transformadora.
Estamos apenas en 2024. Si no abordamos estos problemas de frente, los incendios forestales, las inundaciones y otros fenómenos extremos provocados por el agua y el clima solo se intensificarán y causarán más muertes en los próximos años. Avanzar en la agenda de seguridad hídrica puede parecer más difícil en medio de crecientes tensiones geopolíticas, pero presenta una oportunidad para demostrar que la colaboración puede beneficiar a todos los países y hacer posible un futuro justo y habitable para todos. No podemos eludir este desafío.
Este comentario se incluye en nuestra próxima revista, PS Quarterly: The Climate Crucible . Haga clic aquí para explorar la revista, que incluye comentarios exclusivos, entrevistas, predicciones y más.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/onpoint/water-security-crisis-nature-of-the-problem-and-what-to-do-by-mariana-mazzucato-et-al-2024-09-1-2024-09