Desde el pasado mes de agosto del año en curso, en los ámbitos cultural y educativo del país se realizan una serie de actividades y homenajes en honor de Rosario Castellanos (1925-1974), novelista, cuentista, dramaturga, periodista, ensayista, diplomática, promotora de los derechos indígenas y pionera del feminismo mexicano. En sus escasos 49 años de vida —pues falleció prematuramente un 7 de agosto en un accidente doméstico a consecuencia de una descarga eléctrica—, esta mujer logró forjarse un lugar en la literatura mexicana del siglo XX, lo que a la distancia se acrecienta y cobra mayor relevancia a medida que su obra se difunde más entre las nuevas generaciones.
Rosario Alicia Castellanos Figueroa nació en la CDMX, pero al poco tiempo sus padres se trasladaron a Comitán de Domínguez, Chiapas, donde nuestra escritora vivió toda su infancia y adolescencia en un entorno familiar conservador, y en una sociedad patriarcal con arraigadas creencias religiosas. Aunado a ello, la niña Rosario creció en un contexto marcadamente racista y clasista, en donde las diferencias étnicas entre los mestizos —como su propia familia— y los indígenas —como su nana Rufina— hacían patente las enormes desigualdades económicas entre unos y otros.
Ya en su juventud, la inquieta Rosario regresó a la CDMX a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde en 1950 se graduó como maestra en filosofía con la tesis Sobre cultura femenina, en la que analiza y cuestiona las condiciones socio-históricas en las que las mujeres mexicanas han vivido. Al respecto, concluye que mientras los hombres tienen las posibilidades de producir cultura para trascender, a las mujeres se les condiciona para que trasciendan a través de la maternidad. “La mujer, en vez de escribir libros, de investigar verdades, de hacer estatus, tiene hijos”:
A esa realidad de su tiempo Rosario Castellanos pudo rebelarse y, contra viento y marea, consiguió convertirse en una prolífica escritora que incursionó con éxito en diversos géneros literarios, periodísticos y culturales. Su primera novela, Balún Canán (1958), recibió el Premio Chiapas; dos años después, por su libro de cuentos Ciudad Real (1960), obtuvo el prestigiado Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores. Otros reconocimientos posteriores fueron el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (1962), el Premio Carlos Trouyet de Letras (1967) y el Premio Elías Sourasky de Letras (1972), además de haber sido becaria de la Fundación Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores (1954).
La escritora chiapaneca también incursionó en el ámbito de la poesía (Poesía no eres tú); el ensayo (Mujer que sabe latín); la dramaturgia (El eterno femenino) y el medio periodístico. En este último, a invitación expresa de Julio Scherer, fue colaboradora del periódico Excélsior por alrededor de diez años, periodo en el que publicó más de 500 artículos semanales. Una selección de ellos los editó el Fondo de Cultura Económica con el título de Mujer de palabras: artículos rescatados de Rosario Castellanos, trabajo realizado por Andrea Reyes, quien también prologa dicho texto actualmente agotado. De igual manera, Rosario Castellanos incursionó en el campo educativo como docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde dejó huella entre sus alumnos como una profesora de sólidos conocimientos y agudo sentido del humor.
A pesar de su vasta producción literaria y de los reconocimientos recibidos, parece que Rosario Castellanos nunca se sintió satisfecha ni conforme con sus logros; por el contrario, siempre la acompañó un sentimiento de inseguridad que se hizo patente en algunas de sus creaciones. Por ejemplo, en el poema Pasaporte: “¿Mujer de ideas? No, nunca he tenido una. / Jamás repetí otras (por pudor o por fallas mnemotécnicas) / ¿Mujer de acción? Tampoco / Basta mirar la talla de mis pies y mis manos. / Mujer, pues, de palabra. No, de palabra no. / Pero sí de palabras, / muchas, contradictorias, ay, insignificantes, / sonido puro, vacuo, cernido de arabescos, / juego de salón, chisme, espuma, olvido. / Pero si es necesaria una definición / para el papel de identidad, apunte / que soy una mujer de buenas intenciones / y que he pavimentado / un camino directo y fácil al infierno.”
En el campo de la política o la diplomacia, Rosario Castellanos se hizo presente como embajadora de México en Israel hasta su trágica muerte en 1974. En este marco se recuerda el discurso “La abnegación, una virtud loca”, que la escritora pronunció tres años antes, en 1971, ante el entonces presidente de México, Luis Echeverría, a propósito de la celebración del Día Internacional de la Mujer. En él afloran las reflexiones filosóficas que sobre la condición femenina acompañaron a Rosario en su corta vida. Enseguida un extracto.
“No cedamos al fácil sofisma de los antifeministas que decretan una inferioridad atribuible al sexo. El sexo, lo mismo que la raza, no constituye ninguna fatalidad biológica, histórica o social. Es sólo un conjunto de condiciones, un marco de referencias concretas dentro de los cuales el género humano se esfuerza por alcanzar la plenitud en el desarrollo de sus potencias creadoras. (…) En México, cuando pronunciamos la palabra mujer nos referimos a una criatura dependiente de una autoridad varonil: ya sea la del padre, la del hermano, la del cónyuge, la del sacerdote. (…) La abnegación es la más celebrada de las virtudes de la mujer mexicana. Pero yo voy a cometer la impertinencia de expresar algo peor que una pregunta, una duda: la abnegación ¿es verdaderamente una virtud?”
Otras obras y acciones destacadas de la autora fueron su promoción del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del entonces llamado Instituto Nacional Indigenista, así como sus novelas Oficio de tinieblas (1962) y Rito de iniciación (1965); además de los libros de cuentos Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). Finalmente, los textos póstumos Cartas a Ricardo (1994) y Cartas encontradas (2022).
Considero que con lo dicho hasta aquí mis lector@s tienen elementos suficientes para valorar la trayectoria profesional y la calidad intelectual de una mujer que estuvo a la vanguardia de su tiempo, y que, a medio siglo de su muerte, sus ideas y creaciones literarias siguen vigentes en la cultural nacional e internacional contemporáneas. El mejor homenaje que podemos hacer a la memoria de Rosario Castellanos es acercarnos a su obra con la curiosidad propia de l@s nuev@s lectores.@NohemyGarcaDual
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