A primera vista, el medallero de los Juegos Olímpicos de París de 2024 parece reflejar la diversidad de nuestro mundo cada vez más multipolar, pero el hecho de que la gran mayoría de las medallas se concentraran en las mayores economías del mundo sugiere que este cambio puede ser más lento y limitado de lo que muchos esperan.
PARÍS – ¿Por qué algunos países dominan los Juegos Olímpicos? La respuesta puede estar en la correlación entre el rendimiento deportivo y el PIB. Los Juegos Olímpicos de París de 2024 fueron un claro ejemplo: los siete principales ganadores de medallas –Estados Unidos, China, Japón, Australia, Francia, Países Bajos y Reino Unido– figuran entre las 20 mayores economías del mundo.
Esto puede atribuirse en parte a la demografía: una población más numerosa proporciona una reserva más amplia de talento atlético de la que se puede sacar partido. Cuanto más poblado y desarrollado sea un país, más probabilidades hay de que gane medallas olímpicas.
Esto también se puede confirmar empíricamente. Si se pondera el número total de medallas ganadas por cada país en función de su valor (tres puntos por el oro, dos por la plata y uno por el bronce), se observa que los 12 países con mayor cantidad de medallas en París son economías avanzadas. Los países del G7, que representan el 43,5% del PIB mundial , ganaron el 33,8% de todas las medallas. África, con una participación del 3% de la economía mundial, capturó el 3,7% del total. Y América Latina, que representa el 7,3% del PIB mundial , obtuvo poco menos del 6% de las medallas, de las cuales el 29% correspondió a su mayor economía, Brasil.
Aunque la correlación entre el PIB y el rendimiento olímpico es fuerte, está lejos de ser absoluta. Consideremos, por ejemplo, la Unión Europea: a pesar de representar el 17,5% del PIB mundial , los estados miembros de la UE ganaron casi el 30% de las medallas en París. Esto sugiere que el dominio de los países europeos se debe en parte a sus eficaces políticas deportivas nacionales y a sus tradiciones atléticas profundamente arraigadas. Por supuesto, Europa también se beneficia del hecho de que muchos deportes olímpicos se inventaron allí.
Por su parte, Asia es demasiado heterogénea política y culturalmente como para que su desempeño olímpico pueda reducirse a una única explicación. Si bien Asia y Oceanía albergan tres grandes potencias deportivas (China, Japón y Australia), el subcontinente indio tiene un historial olímpico relativamente modesto.
De hecho, la India es quizás el ejemplo más llamativo de cómo el PIB puede ser un mal predictor de la excelencia olímpica. A pesar de tener una población de 1.400 millones de habitantes y una economía que representa el 7,9% del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo, la India ocupó el puesto 71 entre los países que ganaron medallas en los Juegos Olímpicos de 2024. Australia, con apenas 26 millones de habitantes, obtuvo el 5% de las medallas, lo que la colocó en el cuarto lugar.
Como era de esperar, Estados Unidos y China lideraron la carrera por las medallas en 2024, al ganar el 12% y el 10% de todas las medallas, respectivamente, en gran medida gracias a su poder económico y al tamaño de su población. Dicho esto, el medallero de Estados Unidos fue mucho menor de lo que su poder económico sugeriría, dado que representa aproximadamente el 20% del PIB mundial.
Sin duda, el desarrollo económico y la demografía por sí solos no son suficientes para garantizar el éxito olímpico. Para liberar el potencial atlético de un país se necesitan políticas eficaces e infraestructura adecuada, por lo que países escasamente poblados pero altamente desarrollados como Australia suelen tener un rendimiento superior al que les corresponde, mientras que países densamente poblados como Nigeria apenas ganan medallas.
La cultura atlética también desempeña un papel vital. Los países africanos, por ejemplo, sobresalen en atletismo, en particular en carreras de media y larga distancia, en gran medida debido a la arraigada tradición de África Oriental de entrenar en grandes altitudes. Cabe destacar que las carreras de larga distancia no requieren infraestructura sofisticada ni acceso a instalaciones de entrenamiento de alto nivel como otros deportes olímpicos como la natación, la esgrima y la gimnasia, que siguen dominados abrumadoramente por los países occidentales ricos y China. Por ejemplo, la sensación de la natación francesa Léon Marchand, que ganó cuatro medallas de oro en París, entrena en Estados Unidos . Del mismo modo, la gimnasta argelina Kaylia Nemour, medallista de oro, entrena en Francia.
Las disparidades en el medallero olímpico ofrecen valiosas, aunque matizadas, perspectivas geopolíticas. A primera vista, el medallero de 2024 parece reflejar nuestro mundo cada vez más multipolar. Con 92 de los 206 países y territorios participantes ganando medallas, los Juegos Olímpicos de París sugirieron un panorama global más abierto y competitivo.
Sin embargo, el hecho de que el 50% de esas medallas se concentraran en los países del G7 y China, que juntos representan el 60% del PIB mundial, muestra que todavía queda mucho camino por recorrer. Si bien tanto el deporte como la economía mundial están avanzando hacia una mayor multipolaridad, este cambio puede ser más lento y limitado de lo que muchos esperan.
Esto puede atribuirse en parte a la demografía: una población más numerosa proporciona una reserva más amplia de talento atlético de la que se puede sacar partido. Cuanto más poblado y desarrollado sea un país, más probabilidades hay de que gane medallas olímpicas.
Esto también se puede confirmar empíricamente. Si se pondera el número total de medallas ganadas por cada país en función de su valor (tres puntos por el oro, dos por la plata y uno por el bronce), se observa que los 12 países con mayor cantidad de medallas en París son economías avanzadas. Los países del G7, que representan el 43,5% del PIB mundial , ganaron el 33,8% de todas las medallas. África, con una participación del 3% de la economía mundial, capturó el 3,7% del total. Y América Latina, que representa el 7,3% del PIB mundial , obtuvo poco menos del 6% de las medallas, de las cuales el 29% correspondió a su mayor economía, Brasil.
Aunque la correlación entre el PIB y el rendimiento olímpico es fuerte, está lejos de ser absoluta. Consideremos, por ejemplo, la Unión Europea: a pesar de representar el 17,5% del PIB mundial , los estados miembros de la UE ganaron casi el 30% de las medallas en París. Esto sugiere que el dominio de los países europeos se debe en parte a sus eficaces políticas deportivas nacionales y a sus tradiciones atléticas profundamente arraigadas. Por supuesto, Europa también se beneficia del hecho de que muchos deportes olímpicos se inventaron allí.
Por su parte, Asia es demasiado heterogénea política y culturalmente como para que su desempeño olímpico pueda reducirse a una única explicación. Si bien Asia y Oceanía albergan tres grandes potencias deportivas (China, Japón y Australia), el subcontinente indio tiene un historial olímpico relativamente modesto.
De hecho, la India es quizás el ejemplo más llamativo de cómo el PIB puede ser un mal predictor de la excelencia olímpica. A pesar de tener una población de 1.400 millones de habitantes y una economía que representa el 7,9% del PIB mundial en términos de paridad de poder adquisitivo, la India ocupó el puesto 71 entre los países que ganaron medallas en los Juegos Olímpicos de 2024. Australia, con apenas 26 millones de habitantes, obtuvo el 5% de las medallas, lo que la colocó en el cuarto lugar.
Como era de esperar, Estados Unidos y China lideraron la carrera por las medallas en 2024, al ganar el 12% y el 10% de todas las medallas, respectivamente, en gran medida gracias a su poder económico y al tamaño de su población. Dicho esto, el medallero de Estados Unidos fue mucho menor de lo que su poder económico sugeriría, dado que representa aproximadamente el 20% del PIB mundial.
Sin duda, el desarrollo económico y la demografía por sí solos no son suficientes para garantizar el éxito olímpico. Para liberar el potencial atlético de un país se necesitan políticas eficaces e infraestructura adecuada, por lo que países escasamente poblados pero altamente desarrollados como Australia suelen tener un rendimiento superior al que les corresponde, mientras que países densamente poblados como Nigeria apenas ganan medallas.
La cultura atlética también desempeña un papel vital. Los países africanos, por ejemplo, sobresalen en atletismo, en particular en carreras de media y larga distancia, en gran medida debido a la arraigada tradición de África Oriental de entrenar en grandes altitudes. Cabe destacar que las carreras de larga distancia no requieren infraestructura sofisticada ni acceso a instalaciones de entrenamiento de alto nivel como otros deportes olímpicos como la natación, la esgrima y la gimnasia, que siguen dominados abrumadoramente por los países occidentales ricos y China. Por ejemplo, la sensación de la natación francesa Léon Marchand, que ganó cuatro medallas de oro en París, entrena en Estados Unidos . Del mismo modo, la gimnasta argelina Kaylia Nemour, medallista de oro, entrena en Francia.
Las disparidades en el medallero olímpico ofrecen valiosas, aunque matizadas, perspectivas geopolíticas. A primera vista, el medallero de 2024 parece reflejar nuestro mundo cada vez más multipolar. Con 92 de los 206 países y territorios participantes ganando medallas, los Juegos Olímpicos de París sugirieron un panorama global más abierto y competitivo.
Sin embargo, el hecho de que el 50% de esas medallas se concentraran en los países del G7 y China, que juntos representan el 60% del PIB mundial, muestra que todavía queda mucho camino por recorrer. Si bien tanto el deporte como la economía mundial están avanzando hacia una mayor multipolaridad, este cambio puede ser más lento y limitado de lo que muchos esperan.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/development-and-demographics-dictate-olympics-success-by-zaki-laidi-2024-08
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