LONDRES – Este mes, una de las mayores celebraciones de la cultura caribeña regresa a las calles de la zona oeste de Londres. El Carnaval de Notting Hill -como muchos carnavales en todo el mundo- es una creación de los descendientes de africanos que alguna vez fueron esclavos, y se inspira en las tradiciones musicales y escénicas. El olor a pollo asado y los sonidos de la soca y de los tambores de acero resuenan en las calles, guiando a las Mas Bands ataviadas con colores vibrantes, plumas y abalorios.
Pero el desfile atravesará el barrio más desigual de Londres, donde se levantan mansiones de 15 millones de libras (19,5 millones de dólares) junto al emplazamiento de la Torre Grenfell, donde hace siete años un incendio mató y mutiló a cientos de residentes de bajos ingresos. Después de un verano tenso de disturbios antiinmigración, el Carnaval representa todo lo contrario: una celebración de la diversidad y de la creación colectiva.
El Carnaval de Notting Hill no es solo un festival; es uno de los mayores eventos culturales negros del planeta y una celebración global de la afrodiáspora. Fue concebido para aliviar las tensiones en Notting Hill, luego del asesinato en 1959 de Kelso Cochrane, un carpintero nacido en Antigua, y de los disturbios raciales de los años 1960. Desde entonces se ha transformado en una celebración de la cohesión cultural, que reúne a las diversas comunidades de Londres y muestra lo mejor de la cultura caribeña. La música y las representaciones escénicas cuentan la historia de la emancipación de la esclavitud y resaltan las obras brillantes de la creatividad individual y colectiva.
Sin embargo, los disturbios raciales siguen proyectando una sombra sobre el Carnaval, con una cobertura mediática perezosa y sesgada que muchas veces lo retrata como un evento peligroso, plagado de delincuencia y costoso para la comunidad circundante. Esta falsa caracterización hace caso omiso del inmenso valor público que genera el Carnaval para los individuos y las comunidades.
Las festividades están abiertas a todos, gracias a los esfuerzos comunitarios no comerciales del Carnival Village Trust (CVT), una entidad benéfica registrada, con financiamiento de la Autoridad del Gran Londres, del Barrio Real de Kensington y Chelsea y del Consejo de Westminster. Como diría el curador Hans Obrist, el Carnaval es una producción cultural sin puertas. Todos son bienvenidos a las calles para compartir el espíritu creativo de la ocasión, sin ninguna de las jerarquías tradicionales que se encuentran en otras formas de producción cultural.
Sin embargo, al igual que otros eventos culturales e iniciativas comunitarias, el Carnaval ha enfrentado cada vez más dificultades para obtener financiamiento. Esto es parte de una crisis más amplia. El sector de las artes y de la cultura aporta más de 125.000 millones de libras a la economía del Reino Unido y emplea a más de 2,4 millones de personas, pero ha enfrentado serios recortes de financiamiento, mientras que el gasto público está muy por debajo del de los vecinos europeos de Gran Bretaña.
Aquí reside un problema más profundo. La estrategia prevaleciente en materia de formulación de políticas ve el valor a través de la lente estrecha del precio, lo cual es absolutamente inapropiado para apreciar el valor dinámico del arte y de la cultura. El respaldo financiero para la cultura se considera un costo, en lugar de un insumo transformador para la economía y la sociedad. En un documento reciente que evalúa el valor dinámico de la BBC, con mis coautores demostramos que la institución arroja retornos significativos a nivel individual, social e industrial. Con el Carnaval de Notting Hill sucede lo mismo. Crea un inmenso valor que no se puede captar fácilmente a través de una métrica de precios estática.
Después de todo, el Carnaval ofrece una plataforma para que los emprendedores y las empresas que son propiedad de grupos minoritarios (entre ellas, cientos de vendedores de comida) accedan a mercados más amplios y crezcan, y está creado por un conjunto diverso de comunidades y familias locales que aportan su tiempo y energía. Tocar en las bandas, construir las carrozas, diseñar los disfraces, cocinar la comida y contribuir de otras maneras genera aproximadamente 100 millones de libras en valor económico. El Carnaval, una creación esencialmente colectiva, tiene un efecto multiplicador que fomenta la economía local, genera infraestructura comunitaria y perpetúa un círculo virtuoso de actividad económica y social.
Las comunidades que cocrean el Carnaval también están transmitiendo habilidades valiosas e impulsando una cultura de espíritu emprendedor y creatividad. Se dedican un millón de horas de trabajo a diseñar y fabricar a mano los 15.000 disfraces que se exhiben y a ensayar las presentaciones de más de 80 bandas. El festival crea un hervidero de productividad que, al igual que todas las actividades culturales, genera beneficios socioeconómicos de largo plazo: mejor salud mental, mejores resultados educativos y bienestar comunitario, y habilidades utilizables.
Desafortunadamente, los intereses privados muchas veces se apropian del valor de este tipo de cocreaciones comunitarias, lo que significa que las ganancias no se vuelven a invertir en la gente y en las redes que las hacen posibles. Numerosas olas de gentrificación han engullido y, en gran medida, excluido a las comunidades artísticas, lo que torna aún más esencial que las organizaciones culturales como el Carnaval de Notting Hill encuentren maneras innovadoras de proteger y sustentar el inmenso valor que generan.
Instituciones nuevas pueden ayudar a garantizar que la comunidad controle e impida la mala apropiación de eventos como el Carnaval. Por ejemplo, las organizaciones culturales pueden analizar la experiencia del Fondo de Riqueza Comunitaria de Candem, que ha logrado movilizar y estimular la reinversión comunitaria. Sin estos mecanismos, el valor y la riqueza pública que se obtienen muchas veces se distribuyen entre actores privados. Esto es lo que sucedió con el High Line de Nueva York y la Tate Modern de Londres. En ambos casos, el financiamiento público se utilizó para renovar y regenerar zonas con la ayuda de las comunidades y los creadores locales, solo para que los beneficios financieros se privaticen en la medida que los precios de la propiedad se dispararon y se amplió la desigualdad.
Si bien el nuevo gobierno laborista de Gran Bretaña ha manifestado su compromiso con el respaldo de las artes, restablecer un financiamiento público después de 14 años de recortes significativos es un desafío importante. Como los modelos actuales del Tesoro están limitados por la métrica de los precios, no logran captar el amplio valor público generado por eventos como el Carnaval de Notting Hill. Si el gobierno valora la cultura como una fuerza transformadora, necesitará hacer más para aprovechar su valor reformulando los mercados. La inversión pública en arte y cultura puede ayudar no solo a impulsar el crecimiento económico, sino también a mejorar el bienestar, la salud mental y la cohesión social de la comunidad -que son factores determinantes importantes de la delincuencia y de los resultados sanitarios.
Los modelos y mecanismos de financiamiento innovadores como los fondos de riqueza comunitaria pueden ofrecer las herramientas para sacar provecho de esta forma dinámica de valor público. El Carnaval de Notting Hill es un ejemplo perfecto de por qué necesitamos un nuevo discurso para la formulación de políticas y el desarrollo económico. Las artes deberían verse como una responsabilidad gubernamental central, y el financiamiento a largo plazo que requieren, como una inversión, no como un costo. Las artes cumplen una misión social vital, que puede ayudar a los gobiernos a abordar la desigualdad y a abrir oportunidades para muchos. Existe un inmenso valor en nuestro legado cultural diverso, y nos pertenece a todos.
Mariana Mazzucato, catedrática de Economía de la Innovación y Valor Público en el University College de Londres, es directora fundadora del Instituto de Innovación y Propósito Público de la UCL, presidenta del Consejo de Economía de la Salud para Todos de la Organización Mundial de la Salud y copresidenta de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua. Es autora de The Value of Everything: Making and Taking in the Global Economy (Penguin Books, 2019), Mission Economy: A Moonshot Guide to Changing Capitalism (Penguin Books, 2022) y, más recientemente, The Big Con: How the Consulting Industry Weakens our Businesses, Infantilizes our Governments and Warps our Economies (Penguin Press, 2023). La edición del décimo aniversario de su libro The Entrepreneurial State: Debunking Public vs. Private Sector Myths fue publicado por Penguin en septiembre.
Pero el desfile atravesará el barrio más desigual de Londres, donde se levantan mansiones de 15 millones de libras (19,5 millones de dólares) junto al emplazamiento de la Torre Grenfell, donde hace siete años un incendio mató y mutiló a cientos de residentes de bajos ingresos. Después de un verano tenso de disturbios antiinmigración, el Carnaval representa todo lo contrario: una celebración de la diversidad y de la creación colectiva.
El Carnaval de Notting Hill no es solo un festival; es uno de los mayores eventos culturales negros del planeta y una celebración global de la afrodiáspora. Fue concebido para aliviar las tensiones en Notting Hill, luego del asesinato en 1959 de Kelso Cochrane, un carpintero nacido en Antigua, y de los disturbios raciales de los años 1960. Desde entonces se ha transformado en una celebración de la cohesión cultural, que reúne a las diversas comunidades de Londres y muestra lo mejor de la cultura caribeña. La música y las representaciones escénicas cuentan la historia de la emancipación de la esclavitud y resaltan las obras brillantes de la creatividad individual y colectiva.
Sin embargo, los disturbios raciales siguen proyectando una sombra sobre el Carnaval, con una cobertura mediática perezosa y sesgada que muchas veces lo retrata como un evento peligroso, plagado de delincuencia y costoso para la comunidad circundante. Esta falsa caracterización hace caso omiso del inmenso valor público que genera el Carnaval para los individuos y las comunidades.
Las festividades están abiertas a todos, gracias a los esfuerzos comunitarios no comerciales del Carnival Village Trust (CVT), una entidad benéfica registrada, con financiamiento de la Autoridad del Gran Londres, del Barrio Real de Kensington y Chelsea y del Consejo de Westminster. Como diría el curador Hans Obrist, el Carnaval es una producción cultural sin puertas. Todos son bienvenidos a las calles para compartir el espíritu creativo de la ocasión, sin ninguna de las jerarquías tradicionales que se encuentran en otras formas de producción cultural.
Sin embargo, al igual que otros eventos culturales e iniciativas comunitarias, el Carnaval ha enfrentado cada vez más dificultades para obtener financiamiento. Esto es parte de una crisis más amplia. El sector de las artes y de la cultura aporta más de 125.000 millones de libras a la economía del Reino Unido y emplea a más de 2,4 millones de personas, pero ha enfrentado serios recortes de financiamiento, mientras que el gasto público está muy por debajo del de los vecinos europeos de Gran Bretaña.
Aquí reside un problema más profundo. La estrategia prevaleciente en materia de formulación de políticas ve el valor a través de la lente estrecha del precio, lo cual es absolutamente inapropiado para apreciar el valor dinámico del arte y de la cultura. El respaldo financiero para la cultura se considera un costo, en lugar de un insumo transformador para la economía y la sociedad. En un documento reciente que evalúa el valor dinámico de la BBC, con mis coautores demostramos que la institución arroja retornos significativos a nivel individual, social e industrial. Con el Carnaval de Notting Hill sucede lo mismo. Crea un inmenso valor que no se puede captar fácilmente a través de una métrica de precios estática.
Después de todo, el Carnaval ofrece una plataforma para que los emprendedores y las empresas que son propiedad de grupos minoritarios (entre ellas, cientos de vendedores de comida) accedan a mercados más amplios y crezcan, y está creado por un conjunto diverso de comunidades y familias locales que aportan su tiempo y energía. Tocar en las bandas, construir las carrozas, diseñar los disfraces, cocinar la comida y contribuir de otras maneras genera aproximadamente 100 millones de libras en valor económico. El Carnaval, una creación esencialmente colectiva, tiene un efecto multiplicador que fomenta la economía local, genera infraestructura comunitaria y perpetúa un círculo virtuoso de actividad económica y social.
Las comunidades que cocrean el Carnaval también están transmitiendo habilidades valiosas e impulsando una cultura de espíritu emprendedor y creatividad. Se dedican un millón de horas de trabajo a diseñar y fabricar a mano los 15.000 disfraces que se exhiben y a ensayar las presentaciones de más de 80 bandas. El festival crea un hervidero de productividad que, al igual que todas las actividades culturales, genera beneficios socioeconómicos de largo plazo: mejor salud mental, mejores resultados educativos y bienestar comunitario, y habilidades utilizables.
Desafortunadamente, los intereses privados muchas veces se apropian del valor de este tipo de cocreaciones comunitarias, lo que significa que las ganancias no se vuelven a invertir en la gente y en las redes que las hacen posibles. Numerosas olas de gentrificación han engullido y, en gran medida, excluido a las comunidades artísticas, lo que torna aún más esencial que las organizaciones culturales como el Carnaval de Notting Hill encuentren maneras innovadoras de proteger y sustentar el inmenso valor que generan.
Instituciones nuevas pueden ayudar a garantizar que la comunidad controle e impida la mala apropiación de eventos como el Carnaval. Por ejemplo, las organizaciones culturales pueden analizar la experiencia del Fondo de Riqueza Comunitaria de Candem, que ha logrado movilizar y estimular la reinversión comunitaria. Sin estos mecanismos, el valor y la riqueza pública que se obtienen muchas veces se distribuyen entre actores privados. Esto es lo que sucedió con el High Line de Nueva York y la Tate Modern de Londres. En ambos casos, el financiamiento público se utilizó para renovar y regenerar zonas con la ayuda de las comunidades y los creadores locales, solo para que los beneficios financieros se privaticen en la medida que los precios de la propiedad se dispararon y se amplió la desigualdad.
Si bien el nuevo gobierno laborista de Gran Bretaña ha manifestado su compromiso con el respaldo de las artes, restablecer un financiamiento público después de 14 años de recortes significativos es un desafío importante. Como los modelos actuales del Tesoro están limitados por la métrica de los precios, no logran captar el amplio valor público generado por eventos como el Carnaval de Notting Hill. Si el gobierno valora la cultura como una fuerza transformadora, necesitará hacer más para aprovechar su valor reformulando los mercados. La inversión pública en arte y cultura puede ayudar no solo a impulsar el crecimiento económico, sino también a mejorar el bienestar, la salud mental y la cohesión social de la comunidad -que son factores determinantes importantes de la delincuencia y de los resultados sanitarios.
Los modelos y mecanismos de financiamiento innovadores como los fondos de riqueza comunitaria pueden ofrecer las herramientas para sacar provecho de esta forma dinámica de valor público. El Carnaval de Notting Hill es un ejemplo perfecto de por qué necesitamos un nuevo discurso para la formulación de políticas y el desarrollo económico. Las artes deberían verse como una responsabilidad gubernamental central, y el financiamiento a largo plazo que requieren, como una inversión, no como un costo. Las artes cumplen una misión social vital, que puede ayudar a los gobiernos a abordar la desigualdad y a abrir oportunidades para muchos. Existe un inmenso valor en nuestro legado cultural diverso, y nos pertenece a todos.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/arts-and-culture-immense-public-value-often-unappreciated-or-extracted-by-private-interests-by-mariana-mazzucato-and-alvaro-barrington-2024-08/spanish
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