STANFORD – En A través del espejo —la secuela de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas publicada por Lewis Carroll hace más de 150 años— todo está al revés, como en el reflejo de un espejo: quien corre se queda en el lugar, quien camina para alejarse de otro termina más cerca de él; y los objetos inanimados, como las piezas de ajedrez, están vivos.
Los eventos políticos y económicos recientes en Estados Unidos a veces han producido esa misma sensación desorientadora; en una movida digna de Maquiavelo, los patriarcas del partido Democrático, dirigidos por la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, destronaron al decaído presidente Joe Biden y ungieron a la vicepresidenta Kamala Harris como candidata a presidente. Sin embargo, hace muy poco (el año pasado) Harris llegó a tener la peor tasa de aprobación de todos los vicepresidentes en la historia de las encuestas modernas.
Al mismo tiempo, los republicanos ridiculizaban, debidamente, los galimatías de sus respuestas a las preguntas no guionadas, y llamaban la atención sobre sus radicales posiciones políticas previas. Para todos era obvio que su campaña presidencial de 2020 había terminado en 2019, antes de que se emitiera un solo voto; pero, tras el sorprendentemente exitoso lanzamiento de su nueva campaña, ahora lleva una modesta delantera en las encuestas; y los medios dominantes de izquierda la tratan como la reencarnación de Juana de Arco, le atribuyen la rectitud de la madre Teresa y el temple de Margaret Thatcher.
Dado que los demócratas, a menudo rebeldes, están ahora unidos por su deseo de mantenerse en el poder, si Donald Trump sigue criticando a republicanos populares como Brian Kemp, el gobernador de Georgia, probablemente perderá. Pero si Trump recupera la sorprendente disciplina que mostró antes, en la campaña contra Biden —cuando estaba más enfocado en las políticas—, sus perspectivas pueden ser buenas. Después de todo, cuenta con una clara ventaja en los temas que más preocupan a los votantes: la economía, la inflación y la inmigración (la ventaja de Harris en términos de políticas tiene que ver con el aborto).
Hasta el momento, sin embargo, las políticas apenas pesaron en la campaña; en lugar de discutir sobre ellas, los contendientes se dedicaron a intercambiar insultos personales: Harris dijo que Trump es un cobarde «raro», mientras que Trump tildó a Harris de socialista y cuestionó que sea negra.
Estados Unidos no es el único país que vive una agitación imprevista; hace cinco años, parecía inconcebible que hubiera una gran guerra terrestre en el continente europeo, o que los europeos, que venían aprovechando perezosamente el presupuesto de defensa estadounidense, cambiaran súbitamente esa actitud.
Tampoco Irán y sus representantes estaban en los radares de la mayoría de los líderes; hace menos de un año, el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, presumía de que Medio Oriente nunca había estado tan tranquilo «en las últimas dos décadas»… días después Hamás atacó a Israel y desató la reciente guerra de Gaza y ataques de los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, a embarcaciones en las costas yemeníes. El riesgo de que se extienda la guerra con Hizbulá en el Líbano es el más alto en años, e Irán sigue avanzando en la producción de un arma nuclear.
Del mismo modo, tras la liberalización económica de China y su éxito en reducir la pobreza de su gente, muchos esperaban una apertura política, pero en lugar de ello el presidente Xi Jinping dio marcha atrás, tanto política como económicamente. Lo que es peor, surgió un eje chino-ruso-iraní-norcoreano de apoyo político, financiero y militar mutuo para desafiar a las democracias capitalistas occidentales.
¿Por qué da la sensación de que la confusión reina en las democracias por doquier? Parte de la respuesta está en la crisis financiera de 2008 y la pandemia de la COVID-19, no solo fueron los dos trastornos económicos más graves desde la Segunda Guerra Mundial, sino que además llegaron en un momento en que los obreros enfrentaban una presión creciente por la globalización, el cambio tecnológico y la inmigración.
Esas fueron las condiciones políticas que impulsaron el reciente ascenso de gobiernos de derecha en Suecia e Italia, y la aplastante derrota de los partidos del centro y la izquierda en las elecciones del Parlamento Europeo de este año. Además, una renacida Agrupación Nacional ganó con facilidad la primera ronda de las elecciones francesas este verano y su avance solo pudo ser frustrado con un acuerdo de último momento entre los partidos centristas y de izquierda que combinaron su apoyo.
En España, los socialistas se mantuvieron en el poder negociando una amnistía para los separatistas catalanes; y en el Reino Unido el reinado de 14 años de los tories llegó a su fin en medio de luchas intestinas y traiciones. Los laboristas alcanzaron la victoria bajo el liderazgo de Keir Starmer, una figura de izquierda más tradicional (aunque no es ningún Tony Blair), que defenestró al anterior líder del partido, Jeremy Corbyn, un socialista asociado con el antisemitismo generalizado en el partido.
Toda esta agitación política tal vez solo esté reflejando el hecho de que los votantes con dificultades financieras quieren «echar a los zánganos». En ese caso, elevar los niveles de vida es una condición necesaria para recuperar la estabilidad política.
Pero ¿dónde están los pensadores con visión clara, ideas firmes y gran inteligencia estratégica que ayudaron a los presidentes estadounidenses anteriores a transitar épocas complejas y peligrosas? Harry Truman tuvo a George Marshall y George F. Kennan como ayuda para crear bienes comunales económicos y geopolíticos mundiales, mientras contenía la expansión de un imperio soviético que disponía de armas nucleares. Richard Nixon contó con Henry Kissinger, que lo ayudó a jugar la «carta de China» contra los soviéticos, poner fin a la guerra de Vietnam y llevar adelante la diplomacia de lanzadera en Medio Oriente. Ronald Reagan tuvo a George P. Shultz cuando intimidó a los soviéticos y puso fin a la Guerra Fría; y George H.W. Bush contó con Jim Baker como ayuda para transitar la disolución de la Unión Soviética, la reunificación alemana y la primera guerra del Golfo.
¿Pedirían consejo Trump o Harris, como presidentes, a figuras con experiencia y conocimientos similares, como Condoleezza Rice o Leon Panetta? Ojalá que sí, pero no cuento con ello.
Por fortuna, además de que Europa finalmente se está despertando (aunque algunos países de la OTAN se están quedando cortos), ahora tenemos al AUKUS, la asociación trilateral para la seguridad de Australia, el Reino Unido y EE. UU.; un pacto para compartir inteligencia al estilo del acuerdo de «Cinco Ojos», pero reforzado, y nuevos compromisos de defensa del Japón. Junto con la anulación del Congreso estadounidense al intento anual de Biden de recortar el gasto militar real, esos avances son un buen punto de partida… pero si queremos volver al otro lado del espejo debemos entender que es solo eso, no constituye siquiera un punto intermedio y ni qué hablar de un final satisfactorio.
Michael J. Boskin es Catedrático de Economía de la Universidad de Stanford y Senior Fellow de la Hoover Institution. Fue Presidente del Consejo de Asesores Económicos de George H. W. Bush de 1989 a 1993, y dirigió la llamada Comisión Boskin, un órgano consultivo del Congreso que puso de relieve los errores en las estimaciones oficiales de inflación de Estados Unidos.
Tampoco Irán y sus representantes estaban en los radares de la mayoría de los líderes; hace menos de un año, el asesor de seguridad nacional de Biden, Jake Sullivan, presumía de que Medio Oriente nunca había estado tan tranquilo «en las últimas dos décadas»… días después Hamás atacó a Israel y desató la reciente guerra de Gaza y ataques de los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, a embarcaciones en las costas yemeníes. El riesgo de que se extienda la guerra con Hizbulá en el Líbano es el más alto en años, e Irán sigue avanzando en la producción de un arma nuclear.
Del mismo modo, tras la liberalización económica de China y su éxito en reducir la pobreza de su gente, muchos esperaban una apertura política, pero en lugar de ello el presidente Xi Jinping dio marcha atrás, tanto política como económicamente. Lo que es peor, surgió un eje chino-ruso-iraní-norcoreano de apoyo político, financiero y militar mutuo para desafiar a las democracias capitalistas occidentales.
¿Por qué da la sensación de que la confusión reina en las democracias por doquier? Parte de la respuesta está en la crisis financiera de 2008 y la pandemia de la COVID-19, no solo fueron los dos trastornos económicos más graves desde la Segunda Guerra Mundial, sino que además llegaron en un momento en que los obreros enfrentaban una presión creciente por la globalización, el cambio tecnológico y la inmigración.
Esas fueron las condiciones políticas que impulsaron el reciente ascenso de gobiernos de derecha en Suecia e Italia, y la aplastante derrota de los partidos del centro y la izquierda en las elecciones del Parlamento Europeo de este año. Además, una renacida Agrupación Nacional ganó con facilidad la primera ronda de las elecciones francesas este verano y su avance solo pudo ser frustrado con un acuerdo de último momento entre los partidos centristas y de izquierda que combinaron su apoyo.
En España, los socialistas se mantuvieron en el poder negociando una amnistía para los separatistas catalanes; y en el Reino Unido el reinado de 14 años de los tories llegó a su fin en medio de luchas intestinas y traiciones. Los laboristas alcanzaron la victoria bajo el liderazgo de Keir Starmer, una figura de izquierda más tradicional (aunque no es ningún Tony Blair), que defenestró al anterior líder del partido, Jeremy Corbyn, un socialista asociado con el antisemitismo generalizado en el partido.
Toda esta agitación política tal vez solo esté reflejando el hecho de que los votantes con dificultades financieras quieren «echar a los zánganos». En ese caso, elevar los niveles de vida es una condición necesaria para recuperar la estabilidad política.
Pero ¿dónde están los pensadores con visión clara, ideas firmes y gran inteligencia estratégica que ayudaron a los presidentes estadounidenses anteriores a transitar épocas complejas y peligrosas? Harry Truman tuvo a George Marshall y George F. Kennan como ayuda para crear bienes comunales económicos y geopolíticos mundiales, mientras contenía la expansión de un imperio soviético que disponía de armas nucleares. Richard Nixon contó con Henry Kissinger, que lo ayudó a jugar la «carta de China» contra los soviéticos, poner fin a la guerra de Vietnam y llevar adelante la diplomacia de lanzadera en Medio Oriente. Ronald Reagan tuvo a George P. Shultz cuando intimidó a los soviéticos y puso fin a la Guerra Fría; y George H.W. Bush contó con Jim Baker como ayuda para transitar la disolución de la Unión Soviética, la reunificación alemana y la primera guerra del Golfo.
¿Pedirían consejo Trump o Harris, como presidentes, a figuras con experiencia y conocimientos similares, como Condoleezza Rice o Leon Panetta? Ojalá que sí, pero no cuento con ello.
Por fortuna, además de que Europa finalmente se está despertando (aunque algunos países de la OTAN se están quedando cortos), ahora tenemos al AUKUS, la asociación trilateral para la seguridad de Australia, el Reino Unido y EE. UU.; un pacto para compartir inteligencia al estilo del acuerdo de «Cinco Ojos», pero reforzado, y nuevos compromisos de defensa del Japón. Junto con la anulación del Congreso estadounidense al intento anual de Biden de recortar el gasto militar real, esos avances son un buen punto de partida… pero si queremos volver al otro lado del espejo debemos entender que es solo eso, no constituye siquiera un punto intermedio y ni qué hablar de un final satisfactorio.
Traducción al español por Ant-Translation.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/democracies-suffering-political-upheavals-in-need-of-stronger-leadership-by-michael-boskin-2024-08/spanish
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