Según algunos israelíes, el ataque de Hamás del 7 de octubre supuso el inicio de la Guerra de Gog y Magog, profetizada desde hace tiempo, que daría paso a la llegada del Mesías. Como tanto los evangélicos cristianos estadounidenses como Hamás también anhelan una guerra “redentora”, los riesgos de escalada son agudos.
TEL AVIV – A lo largo de la historia, las crisis y las tragedias han dado lugar inevitablemente a interpretaciones apocalípticas que buscan dotar a las catástrofes temporales de un significado divino o redentor. Esto se puede ver en las doctrinas de las principales religiones monoteístas e incluso en las ideologías totalitarias modernas, como el comunismo y el nazismo. De una forma u otra, los seres humanos parecen inclinados a creer que, sin Satanás, no hay redentor.
Para entender lo peligrosa que puede ser esta lógica, basta con mirar Gaza, donde una tragedia de proporciones bíblicas está alimentando las alucinaciones mesiánicas de Israel, Hamás y los evangélicos cristianos estadounidenses por igual.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus aliados –los fanáticos teofascistas del Partido Sionista Religioso– ven la guerra de Gaza como la antesala de su dominio total sobre la Tierra bíblica de Israel, un territorio definido religiosamente que se extiende desde el río Jordán hasta el Mediterráneo. Para figuras de extrema derecha como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir –los líderes del sionismo religioso moderno y miembros del gabinete de Netanyahu– los palestinos deben ser completamente expulsados de estas tierras.
La fantasía apocalíptica sionista consta de tres pasos: obtener el dominio sobre la tierra, construir el “ Tercer Templo ” en Jerusalén y reemplazar la democracia por el Reino de la Casa de David, que, según la Biblia hebrea, fue designado por Dios para gobernar Israel. Permitir el asalto constitucional del gobierno a la democracia y los derechos humanos dentro de Israel es sólo una parte del trato que hicieron con Netanyahu al servicio de este sueño.
Pero para que llegue el mesías se necesitará algo más que una reforma judicial o incluso la construcción de asentamientos. Implicará “ dolores mesiánicos” –en forma de agitación, sufrimiento y dolor– e incluso una batalla apocalíptica: la Guerra de Gog y Magog , profetizada desde hace tiempo, en la que una coalición de enemigos busca erradicar a Israel, sólo para dar paso al mesías. Según algunos fanáticos, el ataque de Hamás del 7 de octubre, que desencadenó la actual guerra en Gaza, fue el comienzo de esta lucha.
Este pensamiento refleja una teología política que fue desarrollada en seminarios en los territorios palestinos ocupados por rabinos que vieron la victoria “milagrosa” de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 como un “ momento mesiánico ”. De hecho, los fundadores del sionismo religioso –el rabino Abraham Isaac Kook y su hijo, el rabino Zvi Yehuda Kook– disfrutaban la idea del conflicto. “Cuando hay una gran guerra en el mundo”, escribió el padre , “el poder del Mesías despierta”. El hijo hizo eco de sus palabras: “Cada guerra es una fase en la Redención de Israel”.
Además de dar la bienvenida a la guerra y la destrucción, esta ideología exculpa efectivamente al Estado de Israel de cualquier violación de los principios morales universales, por no hablar del derecho internacional. En 1980, el rabino Israel Hess, en defensa de la erradicación de los palestinos, escribió un artículo titulado “Genocidio: un mandamiento de la Torá”, en el que citaba la instrucción de Dios al rey Saúl de matar a todas las personas de Amalec. Más recientemente, Smotrich se quejaba de que “nadie en el mundo nos permitirá matar de hambre a dos millones de personas, aunque sea justificado y moral”. Para estos fanáticos, es la “palabra de Dios”, no las reglas o valores de la humanidad, lo que debería guiar la conducta de Israel.
Los judíos mesiánicos tienen homólogos en Estados Unidos. Los evangélicos norteamericanos también ven la guerra en Gaza como un catalizador para la realización de su plan divino, y lejos de temer el apocalipsis, lo anhelan no menos que los chiflados. “Cuando Israel se vea envuelto en una gran guerra”, declaró un influyente pastor, John Hagee, “levantemos la cabeza y regocijémonos”, porque “vuestra redención está cerca”.
Después del ataque con misiles iraníes interceptados contra Israel en abril pasado, Hagee declaró: “Proféticamente, estamos al borde de la guerra de Gog-Magog que Ezequiel describió en los capítulos 38 y 39”. (En su versión, es la “segunda venida” de Jesucristo la que seguiría a la casi aniquilación de los judíos, con los cristianos fieles y los conversos –no los judíos mismos– heredando el reino de Dios en la Tierra). Esto explica por qué Hagee y sus Cristianos Unidos por Israel –el mismo grupo que presionó al expresidente estadounidense Donald Trump para que trasladara la embajada estadounidense a Jerusalén– instaron a los legisladores estadounidenses a no interponerse en el camino de la escalada de la guerra. Los líderes evangélicos de todo Estados Unidos han presionado a sus aliados en el Partido Republicano para que aumenten la ayuda y las entregas de armas a Israel.
Si los evangélicos cristianos se hacen eco de la ideología de los judíos mesiánicos, Hamás la imita. El pacto de Hamás de 1988 declara que la “tierra de Palestina” es un “waqf” islámico (un patrimonio inalienable según la ley islámica) “consagrado para las futuras generaciones musulmanas”, y ninguna parte de ella debe ser “desperdiciada” o “abandonada”. En sus “principios y políticas”, publicados en 2017, Hamás reitera que “rechaza cualquier alternativa a la liberación total y completa de Palestina, desde el río hasta el mar”.
Además, el pacto de Hamás dice: “El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes luchen contra los judíos”. Cuando un judío se esconde detrás de “piedras y árboles”, continúa, esas piedras y árboles dirán: “Oh musulmanes, Oh Abdulla, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo”. En el documento de 2017, Hamás establece a los “sionistas”, en lugar de a los “judíos”, como sus principales enemigos, pero su rechazo a las “supuestas soluciones pacíficas” sigue siendo tan claro como siempre.
Pero Hamás no es un grupo yihadista común y corriente. Es cierto que el 7 de octubre empleó el tipo de tácticas brutales por las que se conocen a grupos terroristas como el Estado Islámico (ISIS), pero a diferencia de ISIS (y Al Qaeda), Hamás es un movimiento puramente nacionalista, sin designios globales . ISIS incluso ha tratado a Hamás como “un apóstata y despreciable” por su enfoque singular en la liberación de Palestina, que se aparta de la doctrina fundamentalista.
Pero el reciente nombramiento de Yahya Sinwar, el principal funcionario de Hamás en Gaza, como jefe del buró político del movimiento equivale a un golpe militar de los partidarios de la línea dura contra el ala política de Hamás fuera de Gaza. Con Sinwar, Hamás anhela la guerra y la autodestrucción como única vía de redención, y los fanáticos religiosos de Israel y Estados Unidos comparten ese anhelo. A menos que la diplomacia desactive la amenaza de una lucha apocalíptica por la Tierra Santa, los fanáticos pueden ver cumplido su deseo.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Relaciones Exteriores de Israel, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor de Prophets Without Honor: The 2000 Camp David Summit and the End of the Two-State Solution (Oxford University Press, 2022).
Para entender lo peligrosa que puede ser esta lógica, basta con mirar Gaza, donde una tragedia de proporciones bíblicas está alimentando las alucinaciones mesiánicas de Israel, Hamás y los evangélicos cristianos estadounidenses por igual.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus aliados –los fanáticos teofascistas del Partido Sionista Religioso– ven la guerra de Gaza como la antesala de su dominio total sobre la Tierra bíblica de Israel, un territorio definido religiosamente que se extiende desde el río Jordán hasta el Mediterráneo. Para figuras de extrema derecha como Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir –los líderes del sionismo religioso moderno y miembros del gabinete de Netanyahu– los palestinos deben ser completamente expulsados de estas tierras.
La fantasía apocalíptica sionista consta de tres pasos: obtener el dominio sobre la tierra, construir el “ Tercer Templo ” en Jerusalén y reemplazar la democracia por el Reino de la Casa de David, que, según la Biblia hebrea, fue designado por Dios para gobernar Israel. Permitir el asalto constitucional del gobierno a la democracia y los derechos humanos dentro de Israel es sólo una parte del trato que hicieron con Netanyahu al servicio de este sueño.
Pero para que llegue el mesías se necesitará algo más que una reforma judicial o incluso la construcción de asentamientos. Implicará “ dolores mesiánicos” –en forma de agitación, sufrimiento y dolor– e incluso una batalla apocalíptica: la Guerra de Gog y Magog , profetizada desde hace tiempo, en la que una coalición de enemigos busca erradicar a Israel, sólo para dar paso al mesías. Según algunos fanáticos, el ataque de Hamás del 7 de octubre, que desencadenó la actual guerra en Gaza, fue el comienzo de esta lucha.
Este pensamiento refleja una teología política que fue desarrollada en seminarios en los territorios palestinos ocupados por rabinos que vieron la victoria “milagrosa” de Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 como un “ momento mesiánico ”. De hecho, los fundadores del sionismo religioso –el rabino Abraham Isaac Kook y su hijo, el rabino Zvi Yehuda Kook– disfrutaban la idea del conflicto. “Cuando hay una gran guerra en el mundo”, escribió el padre , “el poder del Mesías despierta”. El hijo hizo eco de sus palabras: “Cada guerra es una fase en la Redención de Israel”.