Niklas Luhmann asegura que la fuente de nuestro conocimiento de todo lo que sucede a nuestro alrededor la constituyen los medios de comunicación. Su función es dar a conocer, para valorar, la gestión de gobiernos, instituciones, partidos, empresas o actores sociales, entre otros. De ahí que su relevancia sea directamente proporcional a su responsabilidad social que, por lo menos desde la perspectiva ética, los impele a la mayor objetividad posible. O por lo menos a no mentir, desvirtuar o segar la información deliberadamente.
La mentira como estrategia de información de un medio de comunicación es sumamente delicada en cualquier régimen político. Más aún en una democracia en que la disputa por el poder se basa en el sufragio ciudadano derivado, a su vez, de la valoración que hace de la gestión de los actores que compiten con base en la información que proporcionan los medios. La reiteración del engaño como táctica de promoción o descalificación revela medios que promueven intereses específicos en demérito del equilibrio informativo y de una mediana objetividad editorial. Es una apuesta muy fuerte y riesgosa, sobre todo si se pierde.
La cobertura informativa en torno a la gestión de la CFE en esta administración es particularmente reveladora de la parcial postura de ciertos medios de comunicación que han apostado a la mentira o el silencio para desprestigiar a esa empresa pública. Si nos guiáramos exclusivamente por la lectura del Reforma, El Universal, El Financiero o El Economista estaríamos seguros de que la CFE no ha hecho nada y que el sistema eléctrico nacional está a punto de colapsar por no incentivar la inversión privada, única salvadora posible. Aunque la realidad sea exactamente la contraria.
Los primeros días de mayo de 2024 en el mundo se registró una insólita ola de calor que disparó la demanda energética incidiendo en los sistemas eléctricos de muchos países. En México fue el pretexto ideal para desatar una campaña de desinformación. En tres días, del 8 al 10 de mayo, se publicaron 4,251 notas periodísticas, prácticamente todas en contra de la CFE. Veamos la tónica.
El 9 de mayo de 2024 el Universal publicó en sus ocho columnas: “Sector eléctrico nacional, frágil y sin inversión: especialistas. Apagones por la crisis actual serán cotidianos en todo el país hasta el 2028, anticipan”. En realidad, solo se afectó al 4% de los usuarios a nivel nacional con apagones de treinta minutos durante esos tres días. A partir del 11 de mayo la CFE compensó el déficit de generación eléctrica privada para atender el nuevo volumen de demanda y se dejaron de programar apagones. Claro que el diario no dio, ni dará, explicación alguna sobre sus fallidos vaticinios de qué seríamos víctimas de apagones cotidianos hasta el 2028.
Ese mismo 9 de mayo varios periódicos serios y especializados replicaron la misma información falsa en sus ochos columnas. Reforma y El Norte: “Acusan abandono de sistema eléctrico. Alertan inversión insuficiente en líneas de transmisión y distribución”. El Financiero: “Alerta por alza en frecuencia de apagones ante ola de calor. Expertos. Falta de inversión en transmisión y distribución para fortalecer el Sistema Eléctrico Nacional, una de las causas”. El Economista: “Se avecina periodo crítico del sistema eléctrico del país en el corto plazo. La reserva de capacidad de generación es inferior a 6% en el pico de demanda y crece riesgo a fallas escalonadas de abasto. Apagones en 21 estados no son por mayor demanda, sino por falta de inversión en la red”. Despierta suspicacia que tres medios de circulación nacional utilicen los mismos argumentos de una misma fuente para editar sus ocho columnas. Por lo menos siembra la sospecha que esta postura editorial está promovida por empresas dedicadas a la transmisión y distribución de energía eléctrica. La mala noticia para estas empresas, estos medios y sus especialistas es que la realidad tiene otros datos.
Durante la presente administración la CFE invirtió un promedio de 9.5 mil millones de pesos anuales en mantenimiento, ampliación y modernización del sector eléctrico público. Una inversión nunca vista que se traduce en 22 proyectos de generación de energía limpia, 13 proyectos de generación de última tecnología a gas, ciclos combinados o de combustión interna, adquisición de 13 centrales, 60 proyectos prioritarios de transmisión y 41 de distribución. Puerto Peñasco y la Central de Abasto de la CDMX como parques fotovoltaicos son una realidad, igual que la conectividad de las penínsulas de Yucatán y de Baja California, además del abastecimiento a los trenes Maya, Interoceánico, Suburbano y El Insurgente. El sentido común dicta que la creciente inversión extranjera no sería posible sino se contara con un confiable sistema eléctrico nacional. Antes estos hechos y datos comprobables, los medios que promueven la inversión privada en el sector han construido un cerco de silencio. Ni los ven ni los oyen, mucho menos los difunden.
La inversión privada en el sector energético no sólo es deseable sino conveniente. De hecho, en la Ley de la Industria Eléctrica, que dos jueces declararon inconstitucional en 2024 poniendo el derecho humano a la ganancia por encima del derecho humano a la energía eléctrica, se preveía una participación del 54% del mercado para el sector público y un 46% para el privado. La presidenta electa ha reiterado su apoyo a este criterio de distribución del mercado energético nacional.
La inversión privada es conveniente si se apega a criterios básicos de planeación que no afecten al Sistema Eléctrico Nacional en su conjunto y hagan sinergia con sus planes de expansión. Pero también es conveniente si se dejan de lado las prácticas abusivas que legalizó la Reforma Energética de Peña Nieto. La generación de autoabasto más bien parece una simulación que sirve para no pagar a la CFE el servicio de transmisión. La producción de energías renovables tiene muchas complicaciones sino garantiza acumuladores para administrar la energía a fin de hacerla estable en lugar de intermitente. Las nuevas plantas de generación no se deben instalar y colgar de la red de alta tensión a su antojo. Sin embargo, este debate por el momento está ausente del marco de discusión de estos medios y sus especialistas.
Hasta ahora muchos medios han optado por la desinformación o el silencio en torno al sector eléctrico nacional en general y la gestión de la CFE en lo particular. Aún a costa de su propia credibilidad. Es una apuesta riesgosa si pensamos que el hilo siempre se corta por lo más delgado. Se pueden quedar colgados de la brocha.
La CFE seguirá fortaleciéndose en los próximos años. Después de la Reforma Judicial, la Energética es de las más urgentes. La correlación de fuerzas derivada del reciente proceso electoral es propicia para hacer estos cambios. Así como hay otros datos que estos medios corporativos no consideran, hay otros canales de distribución de contenidos que los difunden y, acaso por lo mismo, les están ganado audiencia y credibilidad.
Sin duda la inversión privada, nacional y extranjera, participará en el desarrollo energético del país, con el margen del 46& del mercado nacional y con un nuevo e inevitable marco regulatorio. En ese momento no será rentable seguir invirtiendo en su campaña de desprestigio contra la CFE. Por su parte, los medios que acríticamente los han promovido, además de perder apoyos, seguirán perdiendo influencia y credibilidad. Ese si es el tema sensible para su viabilidad. No se quieren darse cuenta que el nuevo ecosistema mediático ya no premia a la desinformación y al silencio, por lo menos como antes.
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