CAMBRIDGE – Si el expresidente estadounidense Donald Trump regresa a la Casa Blanca en 2025 –y la mayoría de los mercados de apuestas todavía tienen probabilidades de un 60% o más– ¿logrará el dólar débil que tanto él como su compañero de fórmula, el senador J. D. Vance, desean tan desesperadamente? Por supuesto, su opinión es que hay que hacer algo para devolverle al sector manufacturero estadounidense su antigua gloria, y creen que la mejor manera de lograr este objetivo es imponiendo aranceles elevados y devaluando el dólar.
En su camino desde el “nunca Trumper” hasta el “siempre Trumper”, Vance ha sostenido en repetidas ocasiones que la fortaleza del dólar actual socava la competitividad de la mano de obra estadounidense. Este argumento es un imán para la prensa, ya que suena más a charla deportiva que a economía aburrida, y la respuesta de los comentaristas se ha centrado en gran medida en la poca influencia que tiene el presidente estadounidense sobre los mercados cambiarios globales. Es cierto que hay una larga historia de presidentes y secretarios del Tesoro que han intentado, sin éxito, hacer subir o bajar el dólar. Además, muchos han predicho que el espectro de los recortes de impuestos y aranceles trumpianos, de hecho, haría subir las tasas de interés y fortalecería el dólar.
Pero en la prisa por señalar las fallas del pensamiento de Trump –el punto de partida en la prensa dominante para cualquier propuesta de política MAGA– hay un detalle que no ha recibido suficiente atención: como bien saben los alegres turistas estadounidenses que pasean por Europa y Asia este verano, el dólar está realmente muy fuerte en este momento. Esto es especialmente cierto si se observan las métricas del dólar que tienen en cuenta el poder adquisitivo de las diferentes monedas. Cualquier medida amplia del “tipo de cambio real del dólar” ajustado a la inflación relativa en los principales socios comerciales de Estados Unidos muestra que el dólar está muy por encima de los niveles históricos normales. Sólo los picos de 1985 y 2002 parecen remotamente comparables, y en ambas ocasiones, el dólar cayó bruscamente en los años siguientes.
Es bien sabido que los tipos de cambio son difíciles de explicar, y mucho menos de predecir, pero una regularidad empírica en una amplia gama de pares de divisas y circunstancias históricas es que tiende a haber cierta convergencia hacia el valor medio cuando el tipo de cambio real está muy desfasado. El ritmo no es necesariamente rápido (normalmente se necesitan unos tres años para que una sobrevaluación del tipo de cambio real se reduzca a la mitad), pero aun así es bastante perceptible en los datos. Y el ajuste real no tiene por qué producirse necesariamente a través del propio tipo de cambio: podría deberse a una mayor inflación en los socios comerciales de Estados Unidos, aunque no suele ser el caso.
Esto significa que hay algo de verdad en la afirmación de que el dólar está demasiado fuerte. Además, implica que Trump probablemente tenga suerte con el dólar, incluso si no hace nada. Lo mismo sería cierto si Kamala Harris gana la presidencia.
El caso de Japón –que sigue siendo la cuarta economía más grande del mundo– es un buen ejemplo, aunque extremo, de esta dinámica. En los últimos tres años, el yen ha perdido aproximadamente un tercio de su valor frente al dólar, a pesar de que la inflación acumulada en Estados Unidos ha sido mucho mayor. Japón ha tenido dificultades para mantener una inflación de incluso el 2%, mientras que la inflación estadounidense durante la presidencia de Joe Biden ha sido cercana al 20% . Japón, que antes era una de las economías avanzadas más caras del mundo para visitar, es ahora una de las más baratas. El renminbi chino también ha estado cayendo.
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¿Qué fuerzas impulsarán a monedas como el yen y el renminbi a un nuevo alza? Por un lado, Estados Unidos se encuentra en un punto diferente de su ciclo de tasas de interés. Es probable que las tasas de interés estadounidenses a largo plazo se mantengan muy por encima de los niveles previos a la pandemia, pero se espera que las tasas a corto plazo bajen, mientras que las tasas japonesas probablemente suban. Además, aunque la debilidad del yen está ejerciendo una presión al alza sobre los precios en Japón, que debe importar la mayoría de las materias primas (incluido el petróleo cotizado en dólares), la avalancha de importaciones de bajo costo ayuda a contener la inflación estadounidense. De hecho, los países asiáticos están tan desesperados por exportar bienes a Estados Unidos antes de una posible presidencia de Trump que el costo de conseguir buques portacontenedores en el este de Asia se está disparando.
Predecir el momento exacto en que se producirá una caída del valor real del dólar es una tontería. El dólar podría muy bien subir más antes de empezar a caer, sin importar lo que Trump pueda decir en su sitio web Truth Social. Desafortunadamente, incluso si el dólar se debilita más temprano que tarde, es poco probable que eso desanime a una segunda administración Trump de seguir adelante con su política arancelaria, que tanto Trump como Vance consideran una solución políticamente conveniente y eficaz.
Sería de esperar que el gobierno de Trump no intentara interferir en los mercados cambiarios más allá de la imposición de aranceles (que ya son bastante malos), por ejemplo, mediante el uso de controles de capital severos para mantener el dólar artificialmente débil o instalando un presidente de la Reserva Federal incompetente. Trump y Vance pueden tener razón sobre los costos de un dólar alto, pero la mayoría de los remedios que proponen son peores que la enfermedad.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/dollar-too-strong-will-likely-fall-in-next-presidential-term-by-kenneth-rogoff-2024-07