MELBOURNE – El mes pasado, el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu condenó las protestas en los recintos universitarios estadounidenses contra los ataques a Gaza por parte de su país, diciendo que “eran reminiscentes de lo que ocurrió en las universidades alemanas en 1939”. Aparentemente, comparaba a los manifestantes con los grupos de estudiantes nazis que golpearon a estudiantes y académicos judíos.
Esta comparación diluye el horror del nazismo al pasar por alto tanto la extensión de la violencia que los estudiantes nazis infligieron sobre cualquier persona que fuese judía y su objetivo abiertamente racista de purgar a las universidades de todos los estudiantes y profesores judíos. Lo lograron después de alcanzar el poder, y hoy podemos ver que no fue más que un paso hacia su objetivo último: un planeta sin judíos.
Sé lo que fue el antisemitismo nazi en la década de 1930. Mis padres, que eran judíos de Viena, se convirtieron en refugiados. Mis abuelos no se fueron a tiempo, y tres de ellos fueron asesinados en el Holocausto. Cuando yo era niño, mi padre se levantaba temprano los domingos por la mañana y sacaba las fotos de su familia extendida, llorando la pérdida, no sólo de sus padres, sino de tías, tíos y primos.
Ya en la universidad, la historia de mi familia me llevó a estudiar el ascenso del fascismo y el antisemitismo en Europa en los años 30. Leí algunas de las fuentes primarias, como el periódico Der Stürmer (El Soldado de Asalto), virulentamente antisemita, y aunque finalmente me decidí por estudiar filosofía en lugar de historia, el odio visceral a los judíos que se expresaba en esas páginas me dejó una profunda impresión.
Sin lugar a duda, algunos antisemitas han utilizado las actuales manifestaciones estudiantiles como pretexto para avivar el rechazo a los judíos, independientemente de su opinión sobre lo que ocurre en Gaza. Pero decir que las manifestaciones son comparables con el antisemitismo nazi es grotesco.
Netanyahu forma parte de una larga serie de defensores de Israel que buscan tachar de antisemitas a los críticos de ese país. Ahora la Cámara de Representantes estadounidense ha prestado su apoyo -quizás sin saberlo- a la difuminación de la crucial distinción entre antisemitismo y oposición a Israel. Por 320 contra 91 votos, aprobó una resolución que combina la condena al antisemitismo con la estipulación de que el Departamento de Educación de EE.UU. debe usar la definición de antisemitismo desarrollada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés).
La manera en que la IHRA define inicialmente el antisemitismo es simple e inobjetable: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que se puede expresar como odio hacia ellos”. El problema es que a esta definición le siguen ejemplos de antisemitismo, uno de los cuales es: “También lo es negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación, por ej., decir que la existencia de un Estado de Israel es un proyecto racista”.
En 1896, año en que Theodor Herzl publicó “El estado judío”, folleto que suele ser visto como el texto fundacional del sionismo, había muy pocos judíos viviendo en los territorios del actual Israel. Los judíos de todo el mundo sentían una conexión histórica con el Israel de la Biblia hebrea, y cada año decían en las Pascuas “el próximo año en Jerusalén”. Pero era una expresión ritual, no un deseo de mudarse para allá. Para mis padres, en los años anteriores a la llegada de los nazis al poder, la idea de abandonar la sofisticada, bullente y multicultural Viena para irse a Palestina habría sido risible.
El movimiento sionista temprano popularizó el eslogan: “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Era cierto que en ese momento los judíos eran minoría en todos lados, por lo que no había tierra o país predominantemente judío. Pero, evidentemente, también era falso el que Palestina no estuviera habitada.
Si afirmamos que los judíos o los gitanos, o cualquier otro pueblo que sea minoría en el mundo tiene derecho a la autodeterminación, también debemos reconocer que ese derecho estará limitado por el derecho de otros a determinar el tipo de estado que gobierne las tierras en las que viven. Para los grupos que estén en minoría en todas partes, eso puede significar que no haya ningún país donde puedan ejercer un derecho nacional o colectivo de autodeterminación.
¿Qué hay acerca de que el estado de Israel es un proyecto racista? La Ley del Retorno israelí me da el derecho de convertirme en ciudadano de Israel, incluso si soy ateo, nunca he observado las leyes religiosas israelitas, aprendido hebreo ni tenido un bar mitzvah, Pero el hecho de que mi abuela materna era judía basta para tener el derecho a “retornar” a Israel. Eso parece incómodamente cercano a un criterio racista para decidir quién tiene derecho a convertirse en ciudadano israelí.
En 2010, como parte de un grupo de judíos australianos, renuncié públicamente a mi derecho de retorno. Lo hicimos porque no creemos que debiéramos tener ese derecho cuando no lo tienen palestinos que pueden documentar que sus ancestros poseían casas en lo que hoy es Israel, y que al menos algunos de sus ancestros fueron expulsados de ellas por acciones hostiles militares o paramilitares.
A pesar de mis objeciones a la definición de la IHRA, reconozco el mérito de incluir la importante afirmación de que “las críticas a Israel similares a las que se planteen a otros países no se pueden considerar como antisemitas”. Eso basta para demostrar lo equivocado que está Netanyahu al describir como antisemitismo lo que está ocurriendo en las universidades estadounidenses.
Cualquier país que atacara a la población civil con bombardeos generalizados como los que Israel está efectuando en Gaza, incluso si fuera en respuesta a ataques horrorosos como los cometidos por Hamas el 7 de octubre de 2023, sería merecedor de intensas críticas. Por eso, las manifestaciones actuales, tomadas como un todo, no se pueden calificar de antisemitas.
Peter Singer, profesor de Bioética en la Universidad de Princeton, es fundador de la organización sin fines de lucro The Life You Can Save . Sus libros incluyen Liberación Animal , Ética Práctica , La Ética de lo que Comemos.(con Jim Mason), Repensar la vida y la muerte , El punto de vista del universo , en coautoría con Katarzyna de Lazari-Radek, El mayor bien que puedes hacer , Hambruna, riqueza y moralidad , Un mundo ahora , Ética en el Mundo real , ¿por qué vegano? y Utilitarismo: una introducción muy breve , también con Katarzyna de Lazari-Radek. En abril de 2021, WW Norton publicó su nueva edición de El asno de oro de Apuleius.. En 2013, el Instituto Gottlieb Duttweiler lo nombró el tercer "pensador contemporáneo más influyente" del mundo. Es coautor (con Shih Chao-Hwei) de The Budista and the Ethicist (Publicaciones Shambhala, 2023).
Esta comparación diluye el horror del nazismo al pasar por alto tanto la extensión de la violencia que los estudiantes nazis infligieron sobre cualquier persona que fuese judía y su objetivo abiertamente racista de purgar a las universidades de todos los estudiantes y profesores judíos. Lo lograron después de alcanzar el poder, y hoy podemos ver que no fue más que un paso hacia su objetivo último: un planeta sin judíos.
Sé lo que fue el antisemitismo nazi en la década de 1930. Mis padres, que eran judíos de Viena, se convirtieron en refugiados. Mis abuelos no se fueron a tiempo, y tres de ellos fueron asesinados en el Holocausto. Cuando yo era niño, mi padre se levantaba temprano los domingos por la mañana y sacaba las fotos de su familia extendida, llorando la pérdida, no sólo de sus padres, sino de tías, tíos y primos.
Ya en la universidad, la historia de mi familia me llevó a estudiar el ascenso del fascismo y el antisemitismo en Europa en los años 30. Leí algunas de las fuentes primarias, como el periódico Der Stürmer (El Soldado de Asalto), virulentamente antisemita, y aunque finalmente me decidí por estudiar filosofía en lugar de historia, el odio visceral a los judíos que se expresaba en esas páginas me dejó una profunda impresión.
Sin lugar a duda, algunos antisemitas han utilizado las actuales manifestaciones estudiantiles como pretexto para avivar el rechazo a los judíos, independientemente de su opinión sobre lo que ocurre en Gaza. Pero decir que las manifestaciones son comparables con el antisemitismo nazi es grotesco.
Netanyahu forma parte de una larga serie de defensores de Israel que buscan tachar de antisemitas a los críticos de ese país. Ahora la Cámara de Representantes estadounidense ha prestado su apoyo -quizás sin saberlo- a la difuminación de la crucial distinción entre antisemitismo y oposición a Israel. Por 320 contra 91 votos, aprobó una resolución que combina la condena al antisemitismo con la estipulación de que el Departamento de Educación de EE.UU. debe usar la definición de antisemitismo desarrollada por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés).
La manera en que la IHRA define inicialmente el antisemitismo es simple e inobjetable: “El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que se puede expresar como odio hacia ellos”. El problema es que a esta definición le siguen ejemplos de antisemitismo, uno de los cuales es: “También lo es negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación, por ej., decir que la existencia de un Estado de Israel es un proyecto racista”.
En 1896, año en que Theodor Herzl publicó “El estado judío”, folleto que suele ser visto como el texto fundacional del sionismo, había muy pocos judíos viviendo en los territorios del actual Israel. Los judíos de todo el mundo sentían una conexión histórica con el Israel de la Biblia hebrea, y cada año decían en las Pascuas “el próximo año en Jerusalén”. Pero era una expresión ritual, no un deseo de mudarse para allá. Para mis padres, en los años anteriores a la llegada de los nazis al poder, la idea de abandonar la sofisticada, bullente y multicultural Viena para irse a Palestina habría sido risible.
El movimiento sionista temprano popularizó el eslogan: “Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Era cierto que en ese momento los judíos eran minoría en todos lados, por lo que no había tierra o país predominantemente judío. Pero, evidentemente, también era falso el que Palestina no estuviera habitada.
Si afirmamos que los judíos o los gitanos, o cualquier otro pueblo que sea minoría en el mundo tiene derecho a la autodeterminación, también debemos reconocer que ese derecho estará limitado por el derecho de otros a determinar el tipo de estado que gobierne las tierras en las que viven. Para los grupos que estén en minoría en todas partes, eso puede significar que no haya ningún país donde puedan ejercer un derecho nacional o colectivo de autodeterminación.
¿Qué hay acerca de que el estado de Israel es un proyecto racista? La Ley del Retorno israelí me da el derecho de convertirme en ciudadano de Israel, incluso si soy ateo, nunca he observado las leyes religiosas israelitas, aprendido hebreo ni tenido un bar mitzvah, Pero el hecho de que mi abuela materna era judía basta para tener el derecho a “retornar” a Israel. Eso parece incómodamente cercano a un criterio racista para decidir quién tiene derecho a convertirse en ciudadano israelí.
En 2010, como parte de un grupo de judíos australianos, renuncié públicamente a mi derecho de retorno. Lo hicimos porque no creemos que debiéramos tener ese derecho cuando no lo tienen palestinos que pueden documentar que sus ancestros poseían casas en lo que hoy es Israel, y que al menos algunos de sus ancestros fueron expulsados de ellas por acciones hostiles militares o paramilitares.
A pesar de mis objeciones a la definición de la IHRA, reconozco el mérito de incluir la importante afirmación de que “las críticas a Israel similares a las que se planteen a otros países no se pueden considerar como antisemitas”. Eso basta para demostrar lo equivocado que está Netanyahu al describir como antisemitismo lo que está ocurriendo en las universidades estadounidenses.
Cualquier país que atacara a la población civil con bombardeos generalizados como los que Israel está efectuando en Gaza, incluso si fuera en respuesta a ataques horrorosos como los cometidos por Hamas el 7 de octubre de 2023, sería merecedor de intensas críticas. Por eso, las manifestaciones actuales, tomadas como un todo, no se pueden calificar de antisemitas.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/are-us-anti-israel-protesters-anti-semitic-by-peter-singer-2024-05/spanish
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