En México existe una intensa batalla entre narrativas antagónicas sobre la viabilidad y pertinencia de la participación del Estado en la industria petrolera: ¿Pemex es un lastre para el país o, por el contrario, es el trampolín al futuro? Es una discusión siempre compleja y difícil de entender. Los especialistas, para argumentar su respectiva postura, sea a favor o en contra, incluyen una gran variedad de variables, nacionales o internacionales, presentes o hipotéticas, que reducen la comprensión de quien los escucha a un acto de fe. Para fines de claridad, vayamos a la pregunta básica, ¿Pemex es un buen o mal negocio para el país? ¿Pemex financia al país o el país financia a Pemex?
De enero 2019 a abril 2024, Pemex ha pagado al Gobierno Federal, por concepto de impuestos y derechos, 4.21 billones de pesos. De éstos, el GF ha regresado a Pemex casi un billón de pesos. La aritmética arroja un saldo favorable para el país de 3.21 billones de pesos que han fortalecido el presupuesto federal. En este mismo periodo el GF ha destinado 2.7 billones de pesos a todos los programas de bienestar implementados en la presente administración: pensión a adultos mayores, jóvenes construyendo el futuro o sembrando vida, entre otros. Esto significa que con los ingresos petroleros se cubre la actual política social y queda un remante de 0.57 billones de pesos para cubrir otros gastos.
Ahora bien, pensemos que no existiera Pemex, que toda la industria estuviera en manos privadas y que las contribuciones de Pemex equivalieran a la utilidad de las empresas. De estos 4.21 billones de pesos de utilidad, por concepto de impuestos se pagarían al GF 1.26 billones, el 30%. Esta cantidad es insuficiente para cubrir los programas sociales actuales, simplemente no alcanzaría.
Con esta comparación aritmética, resulta que al país le conviene mantener Pemex por casi 2 billones de razones, 1.95 billones de pesos que no hubiera recibido este sexenio si la industria fuera exclusivamente de los particulares.
En este punto es en el que los especialistas incluyen la variable de la deuda de Pemex, que califican cómo barril sin fondo. En efecto. Como todo en Pemex, su deuda en monumental. La actual administración heredó un adeudo de 131.5 mil millones de dólares. Sin embargo, en estos cinco años se han amortizado 30 mil millones dólares, reduciendo el monto de la deuda a 101.5 mil millones de dólares actualmente. De hecho, del billón que el GF le devolvió a Pemex, 561 mil millones se utilizaron para amortizar esta deuda. Por cierto, los otros 391 mil millones que se les regresaron fueron utilizados en ampliar la infraestructura de la empresa: Construcción de la Refinería Olmeca, rehabilitación y funcionamiento de las plantas de amoniaco y fertilizantes, así como la compra de Deer Park. Más que barril sin fondo, Pemex parece seguir siendo la gallina de los huevos de oro.
Ramón López Velarde intuyó que los veneros del petróleo los escrituró el diablo. No le faltaba razón. Es un negocio tan grande que es difícil no caer en la tentación de darle una tajada al botín. Los sexenios anteriores hicieron lo posible por quebrar el negocio. Luego lanzaron una campaña para decir que el Estado no estaba capacitado de administrar esta industria y reformaron la constitución para abrir las puertas al capital privado. Botín a la vista.
Con un precio promedio de 113.7 dólares por barril de petróleo durante su sexenio, Calderón invirtió 696 mil millones de pesos. Peña, con un precio promedio de 80.7 dólares por barril, invirtió 683 mil millones de pesos. Ambos lograron bajar la producción y las reservas de petróleo, al tiempo de incrementar sustancialmente la deuda de la paraestatal. Para exprimir hasta la última gota de Pemex, con Peña el Derecho de Utilidad Compartida, DUC, llegó al 65%, equivalente a cobrar a cualquier empresa el 126% de ISR. Irracional e inviable.
En lo que va de esta administración el precio promedio del barril ha sido de 70.5 dólares y han invertido 589 mil millones de pesos al negocio. Sin embargo, se ha logrado incrementar la producción y las reservas de petróleo, al tiempo de disminuir la deuda. Para darle viabilidad a la empresa y dejar un remante razonable para mantenimiento y reinversión, el DUC se ha bajado a la mitad del monto heredado, 30%, lo que equivale a un ISR del 60%, que ninguna empresa estaría dispuesta a pagar. Se puede concluir que no es cierto que el Estado sea en sí mismo incapaz de administrar con eficiencia y rentabilidad esta industria, más bien los intereses empresariales distorsionaron las políticas públicas de las pasadas administraciones que parecieron empeñadas en quebrar a Pemex.
Cierto que a largo plazo el petróleo no tiene viabilidad. Pero también es un hecho que la transición energética, que ya está en marcha, va a tomar tiempo para desplazar a los hidrocarburos y también va a llevar tiempo a la industria sustituir las fuentes de energía que actualmente utiliza. Pemex nos puede comprar 15 ó 20 años para impulsar y consolidar la transición energética. Pemex puede ser el trampolín que se necesita para la transición energética. Pemex tiene muchísimos y todo tipo de problemas y desafíos. Muchos heredados y otros generados por la actual administración. Sin embargo, la evidencia de los datos oficiales y generales es incontrovertible: Pemex es uno de los mejores negocios para el país.
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