NUEVA YORK – Tan solo en la primera semana del año, al menos 18 periodistas fueron asaltados o agredidos mientras cubrían supuestas irregularidades y violencia en las elecciones de Bangladés. Luego, a principios de febrero, en Pakistán entorpecieron la cobertura de las elecciones con una ola de violencia, apagones generalizados de Internet y la suspensión de las redes de telefonía móvil. En Turquía los periodistas fueron atacados con armas de fuego y les prohibieron observar las elecciones locales en marzo, a pesar de su derecho legal a ello.
Fue un inicio preocupante, aunque no demasiado sorprendente de este «super año electoral»: la mitad de la población del mundo irá a las urnas, y la cobertura por periodistas independientes de los candidatos y los problemas es fundamental; sin embargo, los medios sufren cada vez más ataques, incluso en democracias más maduras. En Estados Unidos, con el regreso de Donald Trump como candidato volvieron las memorias de los eventos no tan lejanos del 6 de enero de 2021, cuando sus partidarios irrumpieron en el Capitolio, arremetieron contra periodistas y destruyeron sus cámaras, y garabatearon «asesinen a los medios» en las puertas.
Estos ejemplos ilustran un problema de más largo alcance: desde EE. UU. hasta la India se están erosionando libertades y derechos que costó mucho conseguir. En 2023, el Instituto V-Dem, que hace un seguimiento de la democracia en el mundo, publicó un informe en el que advertía sobre la marcha atrás en los avances de la democratización logrados desde 1989; sus autores identificaron los recientes ataques a periodistas como un indicador temprano de autocratización: «Los “aspirantes a dictadores” atacan primero, y con mayor frecuencia, a ciertos aspectos de la libertad de expresión y a los medios».
No hay dudas de que las amenazas a los periodistas van en aumento… y no solo en países donde los medios independientes siempre están en la mira. Durante los últimos tres años, el Comité para la Protección de Periodistas documentó cantidades casi récord de encarcelamientos de periodistas (y hasta de ejecutivos de los principales medios de difusión), incluso en supuestas democracias, como Guatemala, y en sitios que alguna vez disfrutaron niveles relativamente elevados de libertad personal y política, como Hong Kong.
Los asesinatos de periodistas están en sus niveles más altos en casi una década. En 2022, el periodista estadounidense de investigación Jeff German fue apuñalado junto a su casa en Las Vegas (un político sobre el que German había divulgado información será pronto juzgado por su asesinato). Desde Washington, Westminster y Buenos Aires hasta Budapest, los periodistas dedicados a la política son amenazados de muerte diariamente, y son cada vez más vulnerables a los ataques en mitines y protestas políticos.
Según un informe de la UNESCO de 2021, tres de cada cuatro periodistas mujeres encuestadas habían sufrido agresiones, amenazas de violencia u odio en línea. Entre los causantes más frecuentes de esos abusos estuvieron los informes sobre «política y elecciones». Las mujeres y miembros de comunidades marginadas son quienes llevan la peor parte del acoso en línea contra los medios, y ese vitriolo con frecuencia se convierte en violencia en el mundo real.
Las consecuencias de esta preocupante tendencia no se limitan a los medios; los ataques a los periodistas nos perjudican a todos: son ellos quienes se ocupan de investigar debidamente a los candidatos, indagar en sus registros profesionales, y confirmar la veracidad de sus afirmaciones y la credibilidad de sus promesas. Cuando publican sobre los logros y fracasos de las políticas, ayudan a corroborar —o contradecir— la narrativa oficial de los candidatos, exponiendo las mentiras y campañas de difamación como lo que realmente son. También brindan información práctica sobre los procesos electorales, y monitorean las irregularidades durante las votaciones y las infracciones en el financiamiento de las campañas. Sin esa información la democracia es imposible y es reemplazada por lo que V-Dem llama «autocracia electoral», donde las elecciones son rituales vacíos.
El periodismo independiente también es fundamental para obligar a quienes están en el poder a rendir cuentas; fue el periodismo de la vieja escuela, el de patear las calles para investigar, el que expuso las falsedades en la biografía de George Santos —congresista republicano de Nueva York— y llevó en última instancia a su expulsión del Congreso (y a acusaciones penales). Fueron los medios de difusión los que hicieron públicas grabaciones del jefe de la policía secreta peruana, Vladimiro Montesinos Torres, sobornando a jueces y políticos, revelaciones que llevarían a la caída del presidente Alberto Fujimori. Y fueron los reportajes independientes sobre el «Partygate» los que obligaron finalmente a Boris Johnson a dejar el puesto de primer ministro del Reino Unido.
El periodismo profesional independiente —tanto local como internacional— es incluso más importante en estos tiempos en que la mala información y la desinformación inundan el dominio público. Un informe reciente de Associated Press indica que la inteligencia artificial está potenciando de manera extrema la difusión de mentiras electorales con imágenes y audio ultrafalsos, imposibles de distinguir de las grabaciones auténticas. De manera similar, un estudio publicado en marzo por el Centro de Estudios Estratégicos de África (Africa Center for Strategic Studies) halló que la desinformación se había cuadruplicado (respecto de 2022) antes de las recientes elecciones en todo ese continente.
Los medios de difusión independientes son fundamentales para contrarrestar esa tendencia tecnológica. Pensemos en las elecciones llevadas a cabo en Taiwán este año: Aunque los canales en línea fueron inundados con mentiras durante la campaña, los estudios sugieren que gran parte de la desinformación fue desactivada gracias a los esfuerzos combinados de los medios locales, las autoridades electorales y los verificadores de información, que se centraron deliberada y conjuntamente en crear confianza y proporcionar a los votantes con lo necesario para tomar una decisión informada y significativa.
Ahora sabemos que debemos aprovechar esas lecciones y estar atentos a las señales de alerta. Este año es una prueba de fuego para la democracia en todo el mundo, un indicador anticipado sobre el trato que recibirán los medios. Debemos estar atentos para defender a la prensa libre e independiente, y promover medios locales vibrantes y curiosos; de lo contrario, pueden estar seguros de que la erosión de las libertades no se detendrá allí.
Jodie Ginsberg es directora ejecutiva del Comité para la Protección de los Periodistas, una organización sin fines de lucro que trabaja en todo el mundo para garantizar que los periodistas puedan informar de forma libre y segura.
Fue un inicio preocupante, aunque no demasiado sorprendente de este «super año electoral»: la mitad de la población del mundo irá a las urnas, y la cobertura por periodistas independientes de los candidatos y los problemas es fundamental; sin embargo, los medios sufren cada vez más ataques, incluso en democracias más maduras. En Estados Unidos, con el regreso de Donald Trump como candidato volvieron las memorias de los eventos no tan lejanos del 6 de enero de 2021, cuando sus partidarios irrumpieron en el Capitolio, arremetieron contra periodistas y destruyeron sus cámaras, y garabatearon «asesinen a los medios» en las puertas.
Estos ejemplos ilustran un problema de más largo alcance: desde EE. UU. hasta la India se están erosionando libertades y derechos que costó mucho conseguir. En 2023, el Instituto V-Dem, que hace un seguimiento de la democracia en el mundo, publicó un informe en el que advertía sobre la marcha atrás en los avances de la democratización logrados desde 1989; sus autores identificaron los recientes ataques a periodistas como un indicador temprano de autocratización: «Los “aspirantes a dictadores” atacan primero, y con mayor frecuencia, a ciertos aspectos de la libertad de expresión y a los medios».
No hay dudas de que las amenazas a los periodistas van en aumento… y no solo en países donde los medios independientes siempre están en la mira. Durante los últimos tres años, el Comité para la Protección de Periodistas documentó cantidades casi récord de encarcelamientos de periodistas (y hasta de ejecutivos de los principales medios de difusión), incluso en supuestas democracias, como Guatemala, y en sitios que alguna vez disfrutaron niveles relativamente elevados de libertad personal y política, como Hong Kong.
Los asesinatos de periodistas están en sus niveles más altos en casi una década. En 2022, el periodista estadounidense de investigación Jeff German fue apuñalado junto a su casa en Las Vegas (un político sobre el que German había divulgado información será pronto juzgado por su asesinato). Desde Washington, Westminster y Buenos Aires hasta Budapest, los periodistas dedicados a la política son amenazados de muerte diariamente, y son cada vez más vulnerables a los ataques en mitines y protestas políticos.
Según un informe de la UNESCO de 2021, tres de cada cuatro periodistas mujeres encuestadas habían sufrido agresiones, amenazas de violencia u odio en línea. Entre los causantes más frecuentes de esos abusos estuvieron los informes sobre «política y elecciones». Las mujeres y miembros de comunidades marginadas son quienes llevan la peor parte del acoso en línea contra los medios, y ese vitriolo con frecuencia se convierte en violencia en el mundo real.
Las consecuencias de esta preocupante tendencia no se limitan a los medios; los ataques a los periodistas nos perjudican a todos: son ellos quienes se ocupan de investigar debidamente a los candidatos, indagar en sus registros profesionales, y confirmar la veracidad de sus afirmaciones y la credibilidad de sus promesas. Cuando publican sobre los logros y fracasos de las políticas, ayudan a corroborar —o contradecir— la narrativa oficial de los candidatos, exponiendo las mentiras y campañas de difamación como lo que realmente son. También brindan información práctica sobre los procesos electorales, y monitorean las irregularidades durante las votaciones y las infracciones en el financiamiento de las campañas. Sin esa información la democracia es imposible y es reemplazada por lo que V-Dem llama «autocracia electoral», donde las elecciones son rituales vacíos.
El periodismo independiente también es fundamental para obligar a quienes están en el poder a rendir cuentas; fue el periodismo de la vieja escuela, el de patear las calles para investigar, el que expuso las falsedades en la biografía de George Santos —congresista republicano de Nueva York— y llevó en última instancia a su expulsión del Congreso (y a acusaciones penales). Fueron los medios de difusión los que hicieron públicas grabaciones del jefe de la policía secreta peruana, Vladimiro Montesinos Torres, sobornando a jueces y políticos, revelaciones que llevarían a la caída del presidente Alberto Fujimori. Y fueron los reportajes independientes sobre el «Partygate» los que obligaron finalmente a Boris Johnson a dejar el puesto de primer ministro del Reino Unido.
El periodismo profesional independiente —tanto local como internacional— es incluso más importante en estos tiempos en que la mala información y la desinformación inundan el dominio público. Un informe reciente de Associated Press indica que la inteligencia artificial está potenciando de manera extrema la difusión de mentiras electorales con imágenes y audio ultrafalsos, imposibles de distinguir de las grabaciones auténticas. De manera similar, un estudio publicado en marzo por el Centro de Estudios Estratégicos de África (Africa Center for Strategic Studies) halló que la desinformación se había cuadruplicado (respecto de 2022) antes de las recientes elecciones en todo ese continente.
Los medios de difusión independientes son fundamentales para contrarrestar esa tendencia tecnológica. Pensemos en las elecciones llevadas a cabo en Taiwán este año: Aunque los canales en línea fueron inundados con mentiras durante la campaña, los estudios sugieren que gran parte de la desinformación fue desactivada gracias a los esfuerzos combinados de los medios locales, las autoridades electorales y los verificadores de información, que se centraron deliberada y conjuntamente en crear confianza y proporcionar a los votantes con lo necesario para tomar una decisión informada y significativa.
Ahora sabemos que debemos aprovechar esas lecciones y estar atentos a las señales de alerta. Este año es una prueba de fuego para la democracia en todo el mundo, un indicador anticipado sobre el trato que recibirán los medios. Debemos estar atentos para defender a la prensa libre e independiente, y promover medios locales vibrantes y curiosos; de lo contrario, pueden estar seguros de que la erosión de las libertades no se detendrá allí.
Traducción al español por Ant-Translation
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/attacks-on-journalists-media-indicates-democratic-erosion-by-jodie-ginsberg-2024-05/spanish