ESTOCOLMO – La noticia de la semana pasada sin duda fue recibida con alivio en Kiev y con dolor en el Kremlin. El Congreso de Estados Unidos finalmente rompió su estancamiento de seis meses y aprobó un nuevo paquete de ayuda militar para Ucrania (así como para Israel y Taiwán). Y el gran avance se produjo sólo unos días después de que los líderes de la UE también se comprometieran a brindar aún más apoyo, además de los grandes paquetes de ayuda que aprobaron recientemente. Aún se está determinando cómo será esto, pero Alemania ya ha prometido otro sistema de defensa aérea Patriot (una de las tecnologías clave que ha impedido que Rusia obtenga una ventaja decisiva) y ha presionado a otros estados miembros de la UE para que ayuden a reforzar las defensas aéreas de Ucrania.
El apoyo se necesita desesperadamente. Ucrania ha atravesado unos meses difíciles. Después de que su muy esperada contraofensiva militar del año pasado apenas produjo resultados, el hecho de que Estados Unidos no lograra ponerse de acuerdo sobre otro paquete de ayuda asestó un duro golpe a la moral. Las municiones ucranianas disminuyeron a medida que el Kremlin intensificó sus ataques con misiles contra la infraestructura industrial y energética del país.
A medida que la situación se volvía cada vez más sombría para Ucrania, el Kremlin podía proclamar una victoria propagandística. Aunque muchos rusos quieren poner fin a la guerra, el presidente Vladimir Putin podría asegurarles que la voluntad de Occidente estaba empezando a desmoronarse. No sólo las fábricas de municiones de Rusia están funcionando a buen ritmo, sino que Donald Trump tiene buenas posibilidades de ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos y regresar a la Casa Blanca a principios del próximo año. Una especie de victoria rusa parecía estar al alcance de la mano.
Pero no lo olvidemos, Putin ha tenido que recortar sustancialmente sus objetivos desde que lanzó su guerra de agresión en febrero de 2022. Inicialmente sugirió que el gobierno del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky sería derrocado en unos días y que todo el territorio conocido como Ucrania sería devuelto al redil ruso. Se suponía que los ejércitos rusos habían entrado en Kiev, donde serían recibidos como libertadores.
Fue un error estratégico con pocos precedentes históricos. La ofensiva rusa pronto se detuvo y las fuerzas rusas tuvieron que retirarse directamente de áreas clave, como las que rodean Kiev. En los meses siguientes, también fueron expulsados de Kherson y de la región de Kharkiv.
La inquebrantable determinación de Ucrania no fue lo único que subestimó el Kremlin. Al parecer, tampoco anticipó que una amplia coalición de países occidentales respondería con una ayuda financiera y militar integral. Para 2023, las fuerzas rusas habían adoptado una postura defensiva y había crecientes expectativas de que los ucranianos, armados con equipo occidental, repelieran a los invasores.
Cuando eso no sucedió, el conflicto se convirtió en una guerra de desgaste. A medida que la determinación occidental parecía debilitarse, Putin adquirió más confianza y llegó a la conclusión de que el tiempo estaba de su lado. Si bien sin duda se habrá preparado para nuevas operaciones ofensivas, sospecho que ha confiado más en que Trump acuda al rescate que en sus propias fuerzas.
Pero ahora el cálculo ha vuelto a cambiar. Desafiando a los aislacionistas trumpianos y a los apaciguadores de Putin en su propio lado del pasillo, los republicanos del Congreso, junto con los demócratas, han aprobado el apoyo que los ucranianos han estado esperando desesperadamente. Aunque los nuevos envíos de municiones y equipos tardarán algún tiempo en llegar a las líneas del frente –donde las fuerzas rusas han estado haciendo avances incrementales, aunque menores–, el efecto político y psicológico inmediato es significativo. Las probabilidades de que Ucrania mantenga la línea y sobreviva a cualquier nuevo ataque ruso este año han mejorado dramáticamente.
De repente, ya no está tan claro que Putin tenga el tiempo de su lado. Si esta guerra nos ha enseñado algo hasta ahora es que defender es más fácil que atacar. A mediano y largo plazo, la producción de proyectiles de artillería en Europa y Estados Unidos muy probablemente rivalizará, si no superará, a la de Rusia, que ha tenido que depender de municiones de Corea del Norte. Además, el desarrollo continuo de las tecnologías de ataque de largo alcance de Ucrania habrá comenzado a dar resultados significativos; y la última movilización de personal de Ucrania habrá reabastecido algunas de sus fuerzas de combate y reservas de primera línea. En resumen, la esperanza de Putin de marchar hacia la victoria este año se evaporará. Su esfuerzo bélico retomará su trayectoria descendente.
Pero quedará una esperanza. El Kremlin esperará desesperadamente a su salvador de Mar-a-Lago, a quien, según informes, un republicano llamó “Jesús Naranja”. Si el regreso de Trump a la Oficina Oval realmente pondría fin a la terrible experiencia que Putin creó para sí mismo es otra historia. Por ahora, Rusia se dirige una vez más al fracaso en Ucrania.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-putin-last-hope-now-following-new-ukraine-funding-by-carl-bildt-2024-04
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