No es la primera vez que vivimos una intensa polémica en torno a las encuestas electorales. Durante el proceso del 2012 se desató una fuerte critica que se intensificó después de que la mayoría de las casas encuestadoras calcularon erróneamente el margen de victoria de Peña Nieto, en más de dos dígitos; otras empresas sobrestimaron la participación electoral en más de 20 puntos porcentuales e, incluso Gea-Isa y Ulises Beltrán colocaron a Josefina Vázquez Mota en el segundo lugar, a mediados de junio de 2012. En ese proceso, únicamente Berumen, Mercaei, Demotecnia y Reforma se acercaron al resultado de la elección, que no pasó de un digito.
Esta crisis de los resultados demoscópicos del 2012 alentó la autocrítica de las principales firmas en la materia. El 18 de agosto de 2014 crearon el Colegio de Especialistas en Demoscopia y Encuestas, CEDE, a fin de autorregularse y garantizar la calidad de los estudios demoscópicos mediante una estandarización metodológica mínima que, por cierto, acordaron con el INE.
Hoy la enorme y variada distancia entre el primero y segundo lugar que señalan las encuestas en la actual justa presidencial refresca la polémica pública en torno a la credibilidad, confianza e imparcialidad de estos ejercicios demoscópicos. Demos un vistazo general a los usos y abusos de las encuestas electorales en México.
1988
Las encuestas electorales son pertinentes en la medida en que aparece y se intensifica la competencia electoral. Por esta razón en México las primeras mediciones se dan en el proceso electoral de 1988. Los primeros ejercicios demoscópicos con fines electorales los realizó el PRI obligado por los polémicos resultados presidenciales del 1988 y la primera derrota en una elección estatal, Baja California, un año después. Ante la creciente competencia electoral, en 1989 el PRI crea el primer sistema de opinión pública en un partido político en México. La coordinación de esta nueva área estuvo a cargo de María de las Heras, también fundadora de la empresa Demotecnia.
María de las Heras levantó las primeras encuestas electorales en el país. Los resultados de sus investigaciones permitieron al PRI realizar una campaña de proselitismo con metas específicas de votación por sección electoral en la elección intermedia de 1991. Esta inédita ingeniería o alquimia electoral, cómo se le llamó en los medios, tuvo dos resultados. Primero, el PRI arrolló a la naciente competencia, ganó 289 de 300 distritos electorales de mayoría. Segundo, catapultó a Colosio a la candidatura presidencial del PRI.
Ya sabemos en que terminó la historia. Pero lo interesante es que María de las Heras y el PRI de entonces nunca publicaron los resultados de las encuestas, más bien los utilizaron para saber por qué la gente estaba enojada o decepcionada de ese partido, qué quería, cuáles eran sus principales anhelos y problemas y cómo veían a los competidores, dónde estaban más fuertes, cuáles eran sus ventajas y cómo contrarrestarlas. Es decir, las encuestas fueron utilizadas como herramientas estratégicas para conocer al elector, explorar cómo persuadirlo, cómo neutralizar sus resistencias y qué hacer con su competencia. Durante este tiempo cada decisión política fue medida y evaluada mediante sondeos de opinión pública. Esta función estratégica de las encuestas en la planeación de las campañas es vital e insustituible, se hagan públicos o no los resultados, y debería seguir siendo empleada por todos los partidos y canidt@s que aspiren a ganar en sus respectivas competencias.
1994
En 1994 se publicaron 17 encuestas nacionales. En este tiempo destaca la aparición de dos revistas pioneras en esta temática: Este País, 1991, fundada por Federico Reyes Heroles, y Voz y Voto, 1993, por Jorge Alcocer, así como el periódico Reforma, 1993. Todas las encuestas publicadas acertaron en el ganador. Como nota de color, vale la pena recordar lo que Adolfo Aguilar Zinser señaló en su libro “¡Vamos a ganar!”: la renuencia de Cuauhtémoc Cárdenas a utilizar en la contienda presidencial de 1994 las encuestas como instrumento de análisis, conocimiento y medición de la opinión pública. La confianza de los propios actores políticos en las encuestas estaba en ciernes. En el área gubernamental, Ernesto Zedillo fortalece un área creada en el sexenio anterior y especializada en encuestas: la unidad de investigación de la opinión pública de la Oficina de la Presidencia de la República fundada por Ulises Beltrán.
2000
En el 2000 las encuestas de Milenio y Reforma se equivocaron de ganador; el Universal solo le atinó en la última de la serie de 6 encuestas que publicó sobre ese proceso. Por su parte, el 21 de junio de 2000 María de las Heras presentó en el Dallas Morning News los resultados de su ejercicio demoscópico que daba a Fox como ganador de la presidencia de la República. Tuvo que publicar fuera del país porque ningún medio nacional se atrevió a publicitar su encuesta. Un año antes, De las Heras publicó en Océano su libro “Uso y abuso de las encuestas: 2000 los escenarios” en el que señaló los errores que se derivan por no utilizar filtros para calcular la participación electoral. Justamente el error estadístico en que incurrieron varias firmas en el 2000 y que se repitió en el 2012, en donde algunas empresas sobreestimaron hasta en un 20% la participación electoral.
Con el triunfo de Fox se consolida y extiende el uso y abuso de las encuestas. Recordemos que, al director de GEA, Guillermo Valdez, que también lo dio como ganador en sus ejercicios demoscópicos, lo nombra al frente del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, CISEN. Por su parte, el entrante jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador también integra un equipo interno de estudios de opinión pública y recurre a Ana Cristina Covarrubias como asesora de cabecera en materia demoscópica.
2006
Lo cerrado de la elección del 2006 también se expresa en las encuestas. De 12 encuestas nacionales aplicadas en vivienda cara a cara en las dos semanas previas al día de la elección presidencial, 4 aciertan en el ganador, 7 se equivocan y una declara empate. En general las empresas incurrieron en una sobreestimación a Madrazo de 3 puntos, el promedio general de las encuestas le daba el 26% de votación frente al 23% que obtuvo en las urnas y una subestimación de 3 puntos a Calderón, 34 frente a 37 que obtuvo y una subestimación a AMLO de un punto: 35 frente a 36. En fin, los gritos de fraude electoral, voto por voto y casilla por casilla impusieron la agenda mediática de los siguientes años y se diluyó la discusión pública en torno a las encuestas. Por cierto, ese año María de las Heras presentó su modelo de inercia y circunstancia en su libro publicado en Nuevo Siglo Aguilar, “Por quién vamos a votar y por qué: guía práctica para comprender las elecciones” que permite estimar la participación de ciertos segmentos o grupos electorales.
2012
El tamaño de la inexactitud de los escenarios electorales planteados en las encuestas frente a los resultados electorales da pie a una intensa critica y cuestionamiento a los ejercicios demoscópicos. Por primera vez predomina en la discusión pública la versión de las encuestas como instrumentos de propaganda electoral, orientados a incidir en las preferencias y en la participación electoral. Para salir de esta crisis, las principales firmas encuestadoras se organizan para autorregularse en CEDE en coordinación con el INE, que impone ciertos criterios metodológicos mínimos para hacer publicables en los medios de comunicación los resultados de las encuestas. Ante la disparidad de los resultados demoscópicos del proceso electoral del 2012, surge la primera agregadora de encuestas, Oráculus, con el fin de promediar los resultados de las encuestas que se publican y que cuentan con rigor metodológico.
2018
Si bien en la elección del 2018 todas las encuestas acertaron con el ganador, la mayoría de los resultados de las casas encuestadoras se ubicaron fuera de los rangos estadísticamente tolerados. La mayoría de los sondeos publicados subestimó el margen de victoria de López Obrador, e incluso, algunas se equivocaron en el orden del segundo lugar, como la de El Financiero que colocó a Meade en esa posición. Por cierto, en esta elección ya funcionó el Observatorio Electoral de CEDE y, por primera vez, se contó con la información de la agregadora de encuestas Oráculus. La magnitud del triunfo de López Obrador diluyó la discusión pública en torno a grado de inexactitud de la mayoría de las encuestas publicadas. Ricardo de la Peña realizó un ilustrativo balance de asertividad de las principales casas encuestadoras en su texto “Las encuestas en la elección presidencial en México 2018”.
2024
Evidentemente hasta la noche del 2 de junio podremos evaluar el grado de asertividad de los ejercicios demoscópicos que todos los días se presentan en los medios de comunicación y circulan en las redes sociales. Sin embargo, hasta el momento las tendencias generales de las encuestas publicadas señalan tres fenómenos específicos en la opinión pública. Primero, la campaña para socavar el prestigio del presidente ha tenido el efecto contrario. La idea de atacar a López Obrador para vulnerar a su partido y a su candidata no funciona. El tiempo, dinero y esfuerzo dedicado a esta tarea se necesita reorientar para tratar de conseguir algún resultado diferente. Segundo, las preferencias electorales están consolidadas. Independientemente de los rangos de preferencia electoral en que cada ejercicio coloque a las candidatas, prácticamente no han variado desde el año pasado. Solo MC bajó debido al cambio de candidato, fuera de ello, el movimiento de las preferencias electorales ha sido marginal desde el año pasado. Tercero, la campaña de miedo de la oposición no ha logrado permear más allá del 30% de la población. Si se quiere ampliar ese universo se precisa idear otra estrategia de contenidos que sea capaz de penetrar en el otro 70% de los electores.
Las elecciones se ganan con votos, no con encuestas. Sin embargo, la coincidencia generaliza de las encuestas en la ganadora y en el orden del segundo y tercer lugar no dan espacio para pensar en otros resultados. En ese sentido, estos ejercicios tienen una dimensión legitimadora del proceso electoral y de sus resultados. No obstante, la enorme divergencia en los rangos de diferencia posiblemente dé pauta a una nueva discusión sobre la fiabilidad de los ejercicios demoscópicos y su utilización como instrumentos de propaganda electoral. En tanto llegue el 2 de junio seguiremos siendo víctimas de la guerra de las encuestas.
Ricardo de la Peña. “Las encuestas en la elección presidencial en México 2018”. Revista Mexicana de Opinión Pública. Enero – junio 2020. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. https://www.revistas.unam.mx/index.php/rmop/article/view/66376
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