Vicente Fox llamó “Dama de compañía” a Mariana Rodríguez Cantú, y las redes se volvieron locas. Todos condenaron el exabrupto y Xóchitl Gálvez vapuleó al ex presidente con un discurso feminista.
Pero la verdad es que la declaración de Vicente Fox es lo más destacado que he tenido la oposición en meses. ¿Por qué otra cosa ha destacado la campaña de Xóchitl Gálvez en todo lo que va del Otoño?
Si no es con shows declarativos, ¿cómo planea Xóchitl Gálvez contener la popularidad y arrastre digital de la esposa de Samuel García? ¿Con comunicados? ¿Reflexiones sobre el feminismo? Eso tendría sentido si el impulso del emecista proviniera de la razón y las ideas, pero no es así.
El gobernador de Nuevo León y Mariana Rodríguez basan su estrategia en un reality show de su vida, algo muy a tono con el gusto de los jóvenes de hoy. A ojos de quienes observamos la política eso parece una fórmula muy exitosa. Prueba de ello es que se habla más también en los medios tradicionales de Samuel y de Mariana que de Xóchitl e incluso de Claudia Sheinbaum.
Pero a diferencia de Xóchitl Gálvez, Claudia Sheinbaum tiene menos razones para preocuparse. Primero, porque tiene garantizado el voto duro del lopezobradorismo, que es una proporción importante del electorado; segundo, porque el “aspiracionismo” que presentan Samuel y Mariana en sus videos –mostrando su vida de ricos– no va dirigido al morenista tradicional, sino a la clase media a la que Xóchitl quiere conquistar.
Fustigaron los políticos tradicionales, incluida Xóchitl Gálvez, a Vicente Fox sin darse cuenta que su comentario resuena más entre la gente común que la aburrida sororidad de la candidata panista.
PAN, PRI y PRD siguen sin entender que la mayoría de los votantes no son lectores del New York Times; ni activistas de derechos humanos; ni feministas defensoras de las ideas no binarias. La propia victoria de Andrés Manuel López Obrador debería haberlos convencido de ello desde 2018. Es increíble que sigan sin darse cuenta.
Fox vs. Mariana, ¿Y Xóchitl?
La victoria de Javier Milei en Argentina, y más reciente aun, la de Geert Wilders en Países Bajos, debería bastar para que los opositores a Morena se den cuenta que están dejando sin usar una poderosa arma electoral: el populismo de derecha.
Si no lo hacen por fidelidad a sus principios, me parece perfecto. Pero me da la impresión que no entienden lo que ha pasado en el mundo en los últimos años y su entendimiento de la política se quedó en los años 2010, en la cúspide de lo políticamente correcto: cuando las organizaciones civiles florecían y todo era transparencia, democracia, derechos humanos, equidad, respeto, etc.
Creen que ganan votos cuando critican a AMLO por no ser suficientemente pro LGBT, pro feminista, pro división de poderes, pro democracia, pro migrantes… Él ganó en 2018 precisamente porque entendió que esos son conceptos de la izquierda intelectual que, en sí misma, forma parte de una élite.
Todos los expertos electorales lo saben: para decidir su voto, los electores son emocionales, no racionales. Y Morena apeló a una emoción muy poderosa: el agravio.
Ahora que López Obrador se encuentra en el gobierno, hay otros agraviados. Los que no quieren más “abrazos” para los delincuentes; los que están hartos de las cuotas de género y de los fácilmente ofendidos; los que han sido afectados por el paso de migrantes centroamericanos y sudamericanos en sus comunidades; los que han perdido su trabajo en la clase media; los que no quieren apoyo a los “ninis”.
¿Quién les habla a ellos? ¡Nadie! Xóchitl está muy ocupada tratando de contrastar a AMLO con un discurso feliz que no genera ninguna emoción. Alguien le dijo que el positivismo era la mejor estrategia, haciéndole creer que de esa forma obtendría algunos de los votos de la izquierda. Grave error. El mismo que cometió Marcelo Ebrard.
Mariana Rodríguez y Samuel García ya ganaron a ese electorado al que le gusta ver imágenes bonitas en Instagram y no quiere escuchar cosas malas de política en el noticiario de la mañana. ¿Qué le queda a Xóchitl Gálvez? Los antiAMLO, los agraviados. Esos que empatizan más con Fox que con Samuel. Pero a esos, ella no quiere hablarles. Tendrán que esperar al 2030.