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Los autores de este artículo dirigimos dos organizaciones (la Children’s Investment Fund Foundation y el International Rescue Committee) que tienen un firme compromiso con la protección de los niños y de las familias vulnerables allí donde se encuentren. En Gaza, el IRC ha presentado propuestas detalladas para un alto el fuego humanitario con el objetivo de salvar vidas de civiles palestinos y hacer posible una mejora urgente del acceso a alimentos; por su parte, la CIFF promueve la lucha contra problemas como la emaciación infantil. Ambas organizaciones tienen un claro interés en el éxito de la cumbre (en cuya organización ha participado la CIFF) y en la nueva estrategia de desarrollo internacional que presentará el gobierno.
La crisis mundial del hambre se ha vuelto crítica. Alrededor de 345 millones de personas padecen este año niveles extremos de inseguridad alimentaria (más del doble que en 2020) y 45 millones de niños menores de cinco años sufren malnutrición aguda (de los que en un año cualquiera pueden morir hasta dos millones). El cambio climático y las guerras están agravando estos problemas.
Durante la última década, la CIFF ha invertido más de quinientos millones de dólares en el tratamiento y la prevención de la emaciación infantil y en hallar herramientas para la mejora de la nutrición. Tenemos el orgullo de ser uno de los socios principales del Fondo para la Nutrición Infantil, la mayor iniciativa mundial contra la crisis de la emaciación infantil, que será uno de los temas centrales de la cumbre.
Por su parte, el IRC ayuda a personas de más de cincuenta países cuyas vidas han quedado destrozadas por conflictos y crisis como el cambio climático. Se dedica en forma constante a probar y ampliar innovaciones para tratar problemas como la malnutrición y la inseguridad alimentaria; por ejemplo, con la provisión a agricultores y familias de países como Níger, Pakistán, Siria y Sudán del Sur de semillas resistentes al clima y medios de vida seguros. Soluciones probadas no faltan.
Pero todos tenemos que hacer más. Para ser un éxito, la cumbre debe dar resultados en cuatro frentes. En primer lugar, los participantes deben comprometerse a extender la escala de aquellas soluciones e innovaciones probadas que suponen un ahorro de costos. Un buen ejemplo es el alimento terapéutico listo para usar, una pasta de cacahuete enriquecida, con la que el 92% de los niños con malnutrición aguda logra recuperarse, pero que hoy está fuera del alcance de la mayoría de los que viven en entornos afectados por conflictos. Más de una década de investigación del IRC demuestra que el uso de protocolos simplificados y combinados permite llegar a más niños con los mismos recursos. A modo de ejemplo, en un estudio realizado en Malí se logró un ahorro del 30% de los costos.
La Organización Mundial de la Salud también aprovechará la cumbre para introducir nuevas pautas para el tratamiento y la prevención de la emaciación; será un paso positivo en la dirección de descentralizar y ampliar el tratamiento en el nivel mundial.
En segundo lugar, la cumbre puede combinar respuestas, hoy separadas, a las crisis estrechamente relacionadas del clima y de la seguridad alimentaria. Un nuevo análisis del IRC muestra una concentración de las necesidades humanitarias en sólo dieciséis países afectados por conflictos y vulnerables al clima.
Dada la importancia de la financiación de la lucha contra el cambio climático, los resultados de la cumbre deben vincularse con la próxima Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28) y con la nueva estrategia de desarrollo del gobierno británico. Para que la financiación de la acción climática llegue a las comunidades más vulnerables es necesario mejorar los mapas de riesgos climáticos en el nivel local y el acceso a subvenciones, así como poner en funcionamiento el fondo para pérdidas y daños establecido en la COP27. Las ayudas por pérdidas y daños deben sumarse a los compromisos de financiación climática actuales y ser proporcionales a las necesidades de las comunidades vulnerables.
La financiación de la lucha contra el cambio climático también exige hacer frente a la crisis mundial de deuda y responder a la necesidad de un régimen financiero más sostenible. Como es bien sabido, la reducción del espacio fiscal deja a muchos países cada vez más incapacitados para invertir en capital humano y prevenir la inseguridad alimentaria.
En tercer lugar, la cumbre puede sentar las bases para cerrar la brecha mundial de financiación de la nutrición en 2024. Los gobiernos donantes deben adoptar una postura ambiciosa de cara a la Cumbre sobre Nutrición para el Crecimiento del próximo año, lo que incluye aumentar el apoyo financiero bilateral a la seguridad alimentaria y empezar a movilizar fondos comunes en forma más eficaz e inclusiva.
Por último, la cumbre debe movilizar la voluntad política y unir a la dirigencia internacional y a los gobiernos participantes en torno a un plan global que dé una respuesta definitiva a la inseguridad alimentaria. La retórica de los líderes mundiales debe convertirse en políticas que incluyan un apoyo efectivo a los planes nacionales de nutrición y seguridad alimentaria. Con un esfuerzo concertado y coordinado, podremos comenzar a derrotar a la inseguridad alimentaria mundial; y el Reino Unido podrá demostrar su capacidad de liderazgo.
La Cumbre Mundial sobre Seguridad Alimentaria (y la estrategia de desarrollo que la acompaña) puede tener un importante efecto catalizador. En la Cumbre sobre Nutrición para el Crecimiento que se celebró en el Reino Unido en 2013, Andrew Mitchell (actual secretario de Estado británico para el desarrollo y África) y David Cameron (ex primer ministro y flamante ministro de asuntos exteriores) ayudaron a desbloquear cientos de millones de dólares para ayuda a la nutrición. Ahora el Reino Unido y sus socios deben poner otra vez manos a la obra.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/london-food-security-summit-must-address-four-issues-by-kate-hampton-1-and-david-miliband-2023-11/spanish
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