Un día después de la elección de rector por parte de la junta de gobierno de la universidad nacional, han estado surgiendo diversas opiniones sobre el sentido que tiene la elección del secretario general de nuestra alma mater, el Dr. Leonardo Lomelí Vanegas. Permea la idea de que significa continuidad y cambios de corto calado.
La relación entre el gobierno actual y la rectoría que hoy deja Enrique Graue ha tenido momentos tensos. Más allá de lo que ha ocupado la agenda de los medios, es importante hacer notar que en conjunto los ocho años de la administración que se va en unos días no ha tenido sino el sello de la estabilidad, lo cual por supuesto no es cosa menor. Sin embargo, habrá que decir que una característica del papel que ha tenido la UNAM, en varias décadas, es la de aceptar sin resistencia, al menos significativa, las políticas de educación superior, de ciencia, tecnología y cultura que han sido diseñadas en diversas latitudes y con un claro perfil neoliberal.
El cambio de gobierno en el país, que resultó en que el incansable luchador social Andrés Manuel López Obrador ganara la presidencia, sin duda, marcó un giro importante en el actuar de las instituciones. La UNAM, ni duda cabe, es de enorme relevancia para el país y su desarrollo. Grandes momentos de la historia de esta institución la han mostrado como la conciencia crítica de la nación. Como botón de muestra, está el papel que jugó en el movimiento del 68, al lado de otra institución educativa de enorme importancia, como lo es el Instituto Politécnico Nacional.
El actual presidente ha señalado con fuerte crítica que la UNAM no ha respondido adecuadamente a los retos actuales y en concreto, no se ha comprometido con las causas sociales que ha marcado su gobierno. Se ha cómodamente alineado a un conjunto de políticas neoliberales que la ponen al servicio de intereses privados. Un paseo rápido por el campus nos muestra que hay nuevas edificaciones elegantes que se construyen con financiamientos privados. Esto por supuesto no es necesariamente algo negativo y menos aun si los presupuestos anuales son apenas suficientes para seguir con los objetivos institucionales de impartir docencia, realizar investigación y difundir la cultura.
La UNAM son varias universidades y es fácil observarlo al caminar por CU principalmente. Las facultades, llenas hasta el tope de estudiantes, tienen instalaciones muy deterioradas y antiguas. Servicios deficientes, burocracias poco eficientes, profesores de asignatura mal pagados, solo como ejemplo de los problemas más visibles. Por otra parte, están los institutos de investigación que cuentan con instalaciones mucho mejores y en algunos casos nuevas. Investigadores de tiempo completo y con apoyos de todos tipos para realizar su importante labor. Sin pretender simplificar la complejísima estructura organizativa de la UNAM y solo con fines ilustrativos, menciono también a la burocracia universitaria en la que, por cierto, pertenece la Secretaría General de la que es titular el recién nombrado rector. La burocracia es costosa y obesa, poco eficiente. Los estudiantes que recién egresan se quejan con mucha razón de los innumerables trámites que deben hacer para lograr la anhelada titulación, además del maltrato que les dan los encargados de atenderlos.
La rápida mirada que hago de nuestra querida universidad es al parecer desalentadora y por ello requiere de cambios profundos y de gran calado. El rector tendrá, y no lo dudo, a una comunidad crítica que lo empujará a dichos cambios o bien se verá rebasado por la realidad. Aunque se encuentre en el sexto piso del edificio de la rectoría, por las ventanas y por las puertas entrarán los vientos de los necesarios cambios que requiere la UNAM. Primero, deberá reformular el proyecto institucional para hacerla más cercana a las prioridades nacionales. Los convenios actuales con la industria y la empresa deberán tener un claro marcaje social. Un ejemplo, la Facultad de Veterinaria y Zootecnia tiene un edificio nuevo -cerca del metro CU- que es una clínica asociada con la empresa Banfield -Pet Hospital. La alianza de la UNAM con la cadena de hospitales norteamericana es una muestra de la privatización de los servicios de la UNAM en tierra puma.
Segundo, deberá iniciar el recorte significativo de la brecha entre facultades e institutos que signifique un apoyo fuerte a la docencia, sin menoscabo de la importante investigación de frontera que se hace actualmente. Ello implicará el diseño de un programa de prioridades, ante la escasez de recursos, que pongan en primer plano la formación de profesionales de todas las áreas de conocimiento. El sello que se requiere en la formación es el de su relación con las necesidades sociales. El Servicio Social es de larga data en la UNAM, pero requiere fortalecerlo y darle un nuevo valor en la mística universitaria. Hoy los estudiantes lo ven como un obstáculo más en sus procesos de titulación.
Finalmente, el necesario adelgazamiento de la burocracia universitaria. Solo en el caso de funcionarios existen 2629 y personal administrativo de base 24 052 (CIEG UNAM). Se requiere sin duda, cirugía mayor en este rubro, con la lógica de priorizar la atención a las funciones sustantivas de la institución.
Y, sin embargo, la UNAM se moverá.
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