ABU DHABI – Gaza corre ahora el riesgo de hundirse en un nuevo infierno. No hay excusas para el cruel ataque de Hamás contra Israel, que mató a unas 1.600 personas, muchas de ellas civiles inocentes, ni para la toma de rehenes. El mundo está afirmando con razón el derecho de Israel a defenderse.
Pero también debemos considerar cómo llegamos aquí y si todavía existe algún camino viable hacia la paz y la estabilidad regionales tanto para israelíes como para palestinos. Aunque aún estamos en los primeros días de esta última guerra, tenemos el deber de pensar en los distintos escenarios.
Tras el ataque sorpresa coordinado de Siria y Egipto contra Israel casi exactamente 50 años antes, en octubre de 1973, Israel miró fijamente a los ojos la posibilidad de la derrota. Pero los israelíes finalmente cambiaron la situación y salieron victoriosos, creando las condiciones para un proceso gradual para poner fin a las hostilidades en la región.
Una vez que se logró la paz entre Israel y dos de sus vecinos, primero Egipto y luego Jordania, todos pudieron abordar la cuestión de los palestinos que habían estado viviendo bajo la ocupación israelí desde 1967. Con ese fin, los Acuerdos de Oslo de 1993-95 crearon la posibilidad de de un futuro en el que un Estado palestino existiría pacíficamente junto a Israel, y en el que los dos Estados incluso compartirían Jerusalén como su capital común.
Sin embargo, trágicamente, las dos décadas de progreso diplomático posteriores a la guerra de Yom Kippur fueron seguidas por tres décadas de regresión. Las fuerzas que se oponían a la reconciliación y a un compromiso pacífico ganaron ventaja en ambas partes. Los fundamentalistas palestinos de Hamás y organizaciones afines se han fortalecido, y los fanáticos israelíes han ampliado sus asentamientos ilegales en tierras ocupadas que se suponía que se convertirían en el territorio de un futuro Estado palestino. Juntos, los fanáticos de ambos lados han destruido el puente que construyeron los Acuerdos de Oslo.
Pero la comunidad internacional también tiene responsabilidad por este fracaso. La Unión Europea y Estados Unidos han estado demasiado divididos y distraídos para participar seriamente en un proceso de paz sostenido. A todos les resultó más fácil simplemente olvidarse de la cuestión palestina. Incluso antes del ataque del 7 de octubre, no quedaba casi nada de lo que Oslo había creado.
Por ahora, todo el mundo estará señalando con el dedo. Los asentamientos ilegales israelíes han seguido expandiéndose, estableciendo un sistema de apartheid de facto en Cisjordania, y la Autoridad Palestina ha perdido toda credibilidad. Los palestinos más jóvenes están desesperados por su futuro y algunos han llegado a la conclusión de que la violencia es la única respuesta.
Los recientes Acuerdos de Abraham, que allanaron el camino para la normalización de las relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, fueron sin duda un avance positivo. Pero fue un error creer que la cuestión palestina podría dejarse de lado. Estaba destinado a reaparecer tarde o temprano, y con el atroz ataque terrorista de Hamás, ahora lo ha hecho.
Es comprensible que la atención del mundo se centre en la intención declarada de Israel de erradicar a Hamás. Pronto seremos testigos de una operación armada israelí masiva para destruir el liderazgo y la infraestructura del grupo dentro de la densamente poblada Franja de Gaza. Pero, ¿qué vendrá después de que se haya logrado ese objetivo? ¿Israel reafirmará el control directo sobre una Gaza que ha sido arrasada? ¿Permitirá que cientos de miles de palestinos desplazados regresen a sus hogares? ¿O simplemente se retirará y correrá el riesgo de permitir que se arraigue una nueva amenaza a su seguridad? Nadie lo sabe porque no existe una solución real. En el Medio Oriente actual, una Gaza aislada siempre será un problema, independientemente de quién intente gobernarla.
Una vez que se hayan silenciado las armas y se hayan contado los muertos, los líderes políticos tendrán el deber de renovar la búsqueda de la paz. Obviamente, las emociones en todos los lados están a flor de piel. Pero debemos preguntarnos si es posible –y qué se necesitaría– hacer de 2023 el comienzo de un nuevo proceso de paz, un nuevo 1993.
Sin duda, la situación actual es muy diferente, porque las posiciones se han endurecido en ambos lados. Pero un buen punto de partida sería volver a los principios básicos de la Iniciativa de Paz Árabe de 2002. La propuesta, en la que Arabia Saudita tomó la iniciativa, era ofrecer normalización diplomática con Israel a cambio de poner fin a la ocupación y dar a los palestinos un nuevo futuro. Después de una generación de fracasos, tal vez surjan nuevos líderes –en ambos lados– que regresen a este marco.
Como siempre, el diablo estará en los detalles. Pero cualquier proceso de paz debe comenzar con el reconocimiento de los principios básicos y debe integrarse en un contexto internacional más amplio que incluya a grandes potencias como Estados Unidos, la UE y quizás ahora China. Por el momento, esto es sólo un sueño. Pero sin esa visión, lo mejor que se puede lograr es una pausa hasta la próxima tragedia.
Los horrores nos aguardan durante los días y semanas venideros. A medida que los tanques comienzan a entrar en Gaza, sólo cabe esperar que la guerra se lleve a cabo de tal manera que no destruya la posibilidad de paz en el futuro. El respeto del derecho internacional, especialmente del derecho internacional humanitario, es primordial. Es la base sobre la que se podría construir un futuro pacífico.
Érase una vez, estas tierras inculcaron en la humanidad la esperanza del cielo. No debemos permitir que se hundan en el infierno. Son días oscuros. Es más importante que nunca mantener encendida la luz de la esperanza.
Publicación original: https://www.project-syndicate.org/commentary/hamas-attack-what-comes-after-israel-enters-gaza-by-carl-bildt-2023-10
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