BEIJING – Para limitar el calentamiento global a 1,5° Celsius, es crucial descarbonizar el mundo entero. Pero presionar a las economías emergentes para que alcancen emisiones netas cero demasiado rápido podría provocar una explosión de deuda denominada en dólares y volatilidad financiera en todo el mundo en desarrollo. Integrar a estos países en el esfuerzo de descarbonización requiere una estrategia más matizada.
Durante el año pasado, formuladores de políticas y académicos, algunos de ellos de países en desarrollo, propusieron soluciones a este enigma. Mientras los líderes mundiales se reúnen para las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en Marrakech del 9 al 15 de octubre, tres propuestas en particular merecen un debate serio.
Si bien las economías emergentes y en desarrollo han contribuido poco a la crisis climática, sus emisiones de dióxido de carbono están aumentando rápidamente. Para lograr el crecimiento económico que esperan sus ciudadanos, mantenerse dentro de sus presupuestos de carbono y alejarse de los combustibles fósiles, estos países deben realizar inversiones significativas en tecnologías verdes, financiadas principalmente a través de flujos de capital internacionales.
El Informe sobre Inversiones Mundiales 2023 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo proyecta que los países en desarrollo necesitarán 1,7 billones de dólares en inversiones anuales para lograr una transición verde. En 2022, lograron obtener sólo 544 mil millones de dólares. La mayor parte de este financiamiento está denominado en dólares, lo que exacerba la carga de la deuda de los países de bajos ingresos que ya luchan por cumplir con sus obligaciones existentes luego de la pandemia de COVID-19 y la guerra de Rusia contra Ucrania. Depender de otros fondos en moneda extranjera parece igualmente poco práctico, dado que la mayoría de los ingresos de estos países están en sus monedas locales.
Las tres propuestas que se debaten actualmente se complementan entre sí. La más conocida, la Iniciativa Bridgetown 2.0 , ha llevado el financiamiento en moneda local al primer plano del debate político global. La Iniciativa Bridgetown original – defendida por la Primera Ministra de Barbados, Mia Amor Mottley , y su asesor climático, el economista Avinash Persaud – se centró en la emisión de derechos especiales de giro (DEG, el activo de reserva del FMI). Sin embargo, la propuesta actualizada insta al FMI y a los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) a ofrecer garantías subsidiadas que tengan en cuenta los riesgos cambiarios mal valorados, reduciendo así los costos de endeudamiento de los países en desarrollo.
La segunda propuesta es ampliar y ofrecer garantías al TCX, con sede en Ámsterdam, un mecanismo de distribución de riesgos diseñado para proporcionar a los países de bajos ingresos una forma rentable de protegerse de las fluctuaciones monetarias. Y la tercera propuesta alienta a los BMD y a las instituciones bilaterales de financiación del desarrollo a consolidar sus necesidades de liquidez a través de una plataforma “onshore” que opere con monedas locales.
Si bien estas tres propuestas están diseñadas para diferentes países y contextos económicos, con efectos muy variables en la evolución a largo plazo de las monedas locales y los mercados de capital internos, podrían ampliarse. La Iniciativa Bridgetown, por ejemplo, se centra en los grandes emisores dentro de las economías emergentes y en desarrollo. Esto es crucial para mantener las temperaturas globales por debajo del umbral de 1,5°C y también podría aplicarse a muchos países desarrollados.
De manera similar, aunque TCX trata principalmente con monedas más pequeñas y volátiles, el vehículo interno propuesto se adaptaría a países con instituciones suficientemente maduras. Este grupo podría ampliarse para incluir economías más grandes y desarrolladas, permitiendo una gama más amplia de mecanismos de cobertura.
La Iniciativa Bridgetown supone una prima por cubrir el riesgo cambiario en las economías emergentes y en desarrollo. Si bien los defensores de la iniciativa han publicado un análisis empírico detallado que apunta a la existencia de dicha prima, su impacto aún está por verse. Sin embargo, el argumento general de que invertir en tecnologías verdes en estos países es mucho más costoso que en las economías avanzadas es innegablemente convincente.
La estrategia de TCX depende de la falta de correlación entre varias monedas. Naturalmente, cuantas más monedas incluya TCX, mayores serán los beneficios de la agrupación. Por el contrario, la justificación económica de la plataforma terrestre surge de la reducción esperada de los costos de cobertura cuando los intermediarios tengan acceso a las monedas locales. Si bien la capacidad de ampliar este enfoque aún es incierta, existe potencial para lograr economías de escala.
Para evitar una crisis financiera, la comunidad internacional debe ayudar a los países emergentes y en desarrollo a gestionar entradas masivas de capital. Las tres propuestas deben combinarse con esfuerzos renovados para reforzar las instituciones y los mercados locales. El mecanismo interno, a diferencia de las otras dos propuestas, podría promover este objetivo operando en asociación con bancos centrales y prestamistas comerciales.
La urgencia y la importancia global de la crisis climática han creado una oportunidad única para avanzar en esta agenda. Mejorar la capacidad de los países en desarrollo para movilizar el ahorro interno y estabilizar las fluctuaciones monetarias generaría beneficios que se extenderían mucho más allá de la transición neta cero.
Además, el mecanismo interno propuesto, que facilitaría una mayor coordinación entre los BMD, se alinea con el objetivo más amplio de racionalizar el sistema financiero internacional. En la actualidad, las agencias de calificación crediticia penalizan a los BMD por carecer de acceso a los mismos mecanismos de respaldo de liquidez que los bancos comerciales. Pero al coordinar su gestión de liquidez, los prestamistas multilaterales podrían aumentar significativamente su capacidad crediticia.
Si bien el desarrollo de los mercados de capital y de moneda local ha sido limitado hasta ahora, hay motivos para tener esperanza. Los recientes shocks al sistema internacional han afectado a las economías emergentes con menos gravedad que crisis anteriores, lo que indica una mayor resiliencia macroeconómica.
Sin embargo, los crecientes niveles de deuda han generado nuevas preocupaciones, especialmente en los países más vulnerables a los efectos del cambio climático. Mejorar la resiliencia de estas economías es crucial no sólo para la estabilidad del sistema financiero global sino también para mantener el impulso de la lucha contra el cambio climático.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/decarbonizing-developing-countries-without-triggering-debt-crisis-by-erik-berglof-2023-10
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