KAUAI – ¿Está a punto de perder el dólar su hegemonía en las transacciones económicas y financieras mundiales? Muchos comentaristas parecen pensar que sí.
Evidentemente, Rusia espera tener razón, dado que ha sido excluida del sistema bancario de Estados Unidos y suspendida de la Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (SWIFT). Evidentemente, China quiere contribuir al proceso animando a los países a realizar transacciones en renminbi. Y el Presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva ha pedido a los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que creen una moneda común como alternativa al dólar.
El alejamiento de Rusia del dólar, que se inició tras la anexión ilegal de Crimea en 2014, se debió al temor -y luego al hecho- de las sanciones estadounidenses. Más de un comentarista ha advertido desde entonces de que otros países, testigos de la “militarización” del dólar por parte de Estados Unidos, seguirán el ejemplo del Kremlin.
La campaña de internacionalización del renminbi en China refleja no sólo las tensiones con Estados Unidos, sino también el deseo de proyectar su poder a escala internacional, y la búsqueda de la autosuficiencia económica y financiera se refleja también en otros aspectos de la política china. La preeminencia singular del dólar, en esta opinión, es poco probable que sobreviva a un mundo dominado por dos grandes economías enfrentadas, sólo una de las cuales se beneficia del “privilegio exorbitante” del dólar.
Del mismo modo, la campaña de Lula a favor de una moneda común refleja la opinión de que ya no se puede negar el creciente poder e influencia de los BRICS, y que merecen un asiento en la mesa monetaria superior, esté o no de acuerdo Estados Unidos.
Entonces, ¿estos acontecimientos geopolíticos mundiales auguran el fin del dominio del dólar? La historia, al menos la del siglo XX, sugiere que no. Sin duda, esta historia confirma que el estatus de moneda internacional puede perderse. Pero que eso ocurra depende de las acciones del país emisor, no simplemente de circunstancias geopolíticas fuera de su control.
En gran medida, la historia del siglo XX del estatus de la moneda mundial es la historia de la libra esterlina británica, la principal moneda mundial del siglo anterior. Gran Bretaña salió debilitada económica y financieramente de la Primera Guerra Mundial. Había perdido mano de obra cualificada, había vendido activos para financiar el esfuerzo bélico y ahora se enfrentaba a la intensa competencia de otras economías.
Además, Gran Bretaña había contraído una deuda pública del orden del 130% del PIB, seis veces superior a los niveles de antes de la guerra. Eso planteaba dudas sobre si el país mantendría el valor de sus obligaciones o, por el contrario, las inflaría, como acabaron haciendo Alemania, Francia e Italia.
Sin embargo, a pesar de que el dólar había surgido como competidor a principios de la década de 1920, el estatus internacional de la libra esterlina se mantuvo con éxito. El Ministro de Hacienda Winston Churchill, con amplio apoyo de la clase política, tomó la decisión de centrarse en este objetivo. Se presionó para que los precios volvieran a los niveles de antes de la guerra, lo que permitió restablecer los tipos de cambio anteriores frente al oro y el dólar. Se consideraron medidas dolorosas, y en algunos casos se tomaron, para limitar el gasto público.
Estas políticas supusieron un coste para la competitividad británica y, por tanto, para la producción y el empleo. Pero este sacrificio se aceptó en aras del restablecimiento del papel de la libra esterlina en la economía mundial, un objetivo que los dirigentes financieros consideraban en su propio interés y que los imperialistas veían necesario para mantener el alcance geopolítico de Gran Bretaña. Como resultado, el papel internacional de la moneda sobrevivió incluso a los turbulentos años treinta, cuando siguió siendo el eje de la zona de la libra esterlina, la zona monetaria dirigida por Gran Bretaña.
El Reino Unido salió de la Segunda Guerra Mundial aún más endeudado. Además, ahora tenía un compromiso primordial con el pleno empleo, lo que implicaba políticas muy diferentes hacia la libra esterlina. La moneda se devaluó en 1949 en un esfuerzo por conciliar el estímulo de la demanda y el pleno empleo con el equilibrio exterior. La liquidación desordenada de los saldos en libras esterlinas por parte de otros bancos centrales y gobiernos se impidió con controles de cambio y amenazas comerciales.
Tales medidas eran contrarias al estatus monetario internacional. Contrariamente a la visión de los libros de texto sobre la continua competencia entre la libra esterlina y el dólar, estudiosos como Maylis Avaro muestran que el alejamiento de la libra esterlina ya estaba en marcha tras la Segunda Guerra Mundial.
En este punto intervino la geopolítica. Cuando el Reino Unido participó en una invasión de Egipto en 1956 para hacerse con el control del Canal de Suez y la libra esterlina se desplomó, la administración del Presidente estadounidense Dwight Eisenhower se negó a ayudar hasta que Gran Bretaña retirara sus fuerzas. Esto mermó definitivamente la estatura mundial de la libra esterlina. Pero estos acontecimientos geopolíticos no hicieron sino validar un declive y una caída que ya eran hechos consumados.
La lección fundamental, por tanto, es que el emisor de una moneda internacional incumbente tiene en su mano defender o descuidar ese estatus. Así pues, que el dólar conserve su papel global no dependerá simplemente de las relaciones de Estados Unidos con Rusia, China o los BRICS. Más bien dependerá de que Estados Unidos controle su creciente deuda, evite otro enfrentamiento improductivo por el techo de la deuda y, en términos más generales, ponga orden en su actuación económica y política.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/will-us-dollar-global-hegemony-last-by-barry-eichengreen-2023-09
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