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HONG KONG – La reciente orden ejecutiva del Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que restringe las inversiones estadounidenses en semiconductores, microelectrónica, tecnología de la información cuántica e inteligencia artificial chinas supone una nueva escalada en la guerra tecnológica chino-estadounidense. En el contexto de la intensificación de la rivalidad geopolítica de las dos superpotencias, las posibilidades de que este conflicto se resuelva pronto son prácticamente nulas, en detrimento de la economía mundial.
En su libro de 2018 Doing Capitalism in the Innovation Economy, el inversor de riesgo William H. Janeway destaca el papel fundamental del Gobierno estadounidense en el fomento de la innovación mediante la financiación de la investigación y el desarrollo de tecnologías de defensa críticas. A pesar del importante gasto asociado a estos avances tecnológicos, la escala del alcance económico de Estados Unidos redujo efectivamente los costes de los productos y servicios tecnológicos de vanguardia. Estas innovaciones se comercializaron posteriormente a través de la iniciativa empresarial privada, haciéndolas fácilmente accesibles a los consumidores. En pocas palabras, al aprovechar las economías de escala y la especialización, la economía de la innovación estadounidense inauguró una era de rápido crecimiento y prosperidad.
A medida que China se integró en la economía mundial, adoptó un modelo similar, permitiendo a las empresas chinas reducir los costes de nuevas tecnologías como los paneles solares, la infraestructura 5G y los vehículos eléctricos, al tiempo que desarrollaba las capacidades industriales y militares del país. Al mismo tiempo, la política exterior cada vez más asertiva de China suscitó preocupación entre demócratas y republicanos en Estados Unidos.
Cuando el presidente Xi Jinping asumió el poder en 2012, Estados Unidos ya consideraba a China su principal rival geopolítico. En consecuencia, Estados Unidos impuso sanciones a China en un esfuerzo por evitar que la tecnología estadounidense potenciara las capacidades militares chinas. Entre agosto de 2018 y junio de 2023, 669 empresas chinas fueron añadidas a la llamada Lista de Entidades del Departamento de Comercio, utilizada para incluir a empresas extranjeras en listas negras por motivos de seguridad nacional.
Estas sanciones han tenido un impacto significativo en China, exacerbando su actual desaceleración económica y aumentando el riesgo de deflación. Con aliados de Estados Unidos como Holanda, Corea del Sur y Japón imponiendo sus propias restricciones a la exportación, las empresas chinas se han visto privadas de insumos clave para el diseño y la producción de semiconductores avanzados.
Esta estrategia se ha traducido en un descenso del 17,9% en el comercio entre Estados Unidos y China durante el primer semestre de 2023. La cuota de China en las importaciones estadounidenses se ha desplomado hasta el 13,3% durante este periodo, un descenso del 38,4% desde el máximo del 21,6% alcanzado en 2017. La inversión extranjera directa y los flujos de cartera también han disminuido, y los flujos netos de IED registraron un déficit de 49.000 millones de dólares en el segundo trimestre de este año.
El proceso de desglobalización en curso tendrá también profundas implicaciones para la economía estadounidense. Más de 70.000 empresas estadounidenses operan actualmente en China, y casi el 90% de ellas son rentables. China es el mayor mercado mundial de semiconductores, con más del 31% de las ventas mundiales y el 36% de las ventas de semiconductores estadounidenses. Para Intel y Nvidia, China representó, respectivamente, el 27% y el 26,4% de los ingresos en 2022, y la friolera del 67,1% de los ingresos de Qualcomm. “Si nos privan del mercado chino, no tenemos una contingencia para eso”, advirtió recientemente el CEO de Nvidia, Jensen Huang. “No hay otra China, sólo hay una China”.
A medida que la economía mundial de la innovación siga fragmentándose, es probable que las empresas chinas y estadounidenses tengan que hacer frente a costes más elevados de I+D y de equipos de fabricación. Después de todo, como han descubierto recientemente la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company y otros fabricantes de semiconductores, es mucho más caro producir chips en Estados Unidos que en Asia. Peor aún, es probable que los gobiernos de todo el mundo recurran a las subvenciones industriales para compensar la pérdida del mercado chino, lo que podría desencadenar una dañina guerra de subvenciones.
Dado que Estados Unidos parece decidido a continuar con su actual estrategia de ampliación de las sanciones, se espera que China tome represalias con sus propias medidas. Las recientes restricciones a la exportación de materias primas estratégicamente vitales como el germanio, el galio, el tungsteno y los metales de tierras raras presagian la posibilidad de medidas de mayor alcance. Como ha advertido el Fondo Monetario Internacional, “un mundo fragmentado será probablemente un mundo más pobre”.
Además, dividir el mercado mundial de la tecnología y la innovación en dos categorías distintas -una con fines de defensa y otra que englobe todo lo demás- podría distorsionar los incentivos para el desarrollo tecnológico. Dado que toda tecnología tiene aplicaciones militares potenciales, la interacción entre restricciones y subvenciones podría orientar la innovación hacia la seguridad nacional, impidiendo potencialmente la aparición de productos y servicios de alta tecnología orientados al consumidor.
Al igual que la regulación es necesaria para frenar la concentración del mercado y abordar las implicaciones éticas de la IA generativa y la biotecnología, la competencia en las tecnologías orientadas a la defensa debe controlarse cuidadosamente. Incluso en plena Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética negociaron con éxito tratados que frenaron eficazmente la carrera armamentística nuclear y evitaron la destrucción mutua asegurada.
Del mismo modo, EE.UU. y China deben establecer un marco transparente basado en normas que facilite la participación del sector privado en el comercio abierto, fomente la confianza, garantice la apertura del mercado, proteja los derechos de propiedad y establezca límites a las sanciones punitivas. Las sanciones y subvenciones impuestas por el Estado harán retroceder inevitablemente al sector privado y a los mercados, con consecuencias adversas para la economía mundial. Este ha sido un tema de intenso debate en China en los últimos años, a medida que se ampliaba el papel del Estado en la economía.
Sin duda, tanto China como Estados Unidos quieren negociar desde una posición de fuerza, y es comprensible que a ambos les preocupe que el inicio de negociaciones pueda percibirse como un signo de debilidad. En consecuencia, es posible que sólo el dolor de una grave recesión mundial pueda obligarles a empezar a hablar. No obstante, cuanto más se retrasen estas conversaciones, mayor será el sufrimiento para China, Estados Unidos y el resto del mundo.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/us-china-tech-war-adverse-consequences-for-innovation-and-global-economy-by-andrew-sheng-and-xiao-geng-2023-08
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