CAMBRIDGE – Este año se celebra el 30 aniversario de la Unión Europea. Cuando el Tratado de Maastricht entró en vigor en 1993, los europeos se embarcaron en un experimento único en la historia de la gobernanza supranacional y la soberanía compartida. El mercado único de la UE permite la libre circulación de bienes, servicios y capitales entre los 27 Estados miembros; y, lo que es más importante, su Espacio Schengen implica fronteras abiertas entre los Estados miembros (y derechos de libre circulación incluso en los Estados no miembros de Schengen), lo que otorga a más de 400 millones de personas una forma de ciudadanía sin precedentes que trasciende los territorios nacionales. Aunque el libre comercio es una idea antigua, la libre circulación de personas a esta escala es totalmente novedosa.
Pero ¿hasta qué punto es la UE algo más que un bloque comercial glorificado? Resulta instructivo considerar dos ocasiones recientes en las que los europeos se enfrentaron al divorcio: la crisis de la deuda griega y el Brexit, cada una de las cuales puso de manifiesto las fuerzas en conflicto que luchan por el control del continente. En el caso griego, la UE desempeñó el papel del opresor villano, esgrimiendo la amenaza de una ruptura para exigir concesiones a un Estado miembro. En el caso del Reino Unido, Bruselas fue el héroe, soportando estoicamente un acto de traición mientras defendía los principios del multilateralismo y la apertura. ¿Cuál de estos episodios refleja mejor el carácter de la UE?
A veces, la filosofía que guía a Europa parece basarse en la “economía doméstica”. La canciller alemana Angela Merkel invocó la imagen de la ahorrativa ama de casa suaba para justificar su postura de línea dura durante la crisis griega, y la política que la UE acabó adoptando en aquella ocasión tenía tanta base científica como un cuento de viejas.
Recordemos que los problemas de deuda de Grecia formaban parte de una serie de fichas de dominó que caían rápidamente. Tras la crisis financiera mundial de 2008, Grecia ya no podía ocultar su montaña de deudas, así que solicitó ayuda a la UE y al Fondo Monetario Internacional, el prestamista mundial de última instancia. Aunque nadie niega que las finanzas griegas eran un desastre, muchos creen que la “troika” (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) se equivocó al exigir penitencia por los errores del pasado, en lugar de sentar las bases para un futuro económico mejor.
Grecia, insistieron, sólo recibiría rescates si adoptaba severas medidas de austeridad, incluidos recortes presupuestarios, subidas de impuestos, privatizaciones forzosas y una serie de reformas favorables a las empresas. Como señaló Yanis Varoufakis, ministro de Finanzas griego en aquel momento, la fijación de la troika en la expiación, más que en la recuperación, la había llevado a someter a Grecia a un “submarino fiscal”. La UE se mostró como un matón vengativo, deseoso de infligir dolor y sufrimiento innecesarios a una población desventurada. Al negarse a condonar parte de la deuda griega, parecía haber abrazado el argumento darwiniano de que Europa se fortalecería si se eliminaban sus eslabones económicos más débiles (un resultado que se evitó por los pelos).
Entre los principales defensores de este duro enfoque se encontraba Alemania, que debería haber sido muy consciente de lo que puede ocurrir cuando se hace sufrir a un país una humillación nacional. Haciéndose eco de los argumentos alemanes, la UE insistió en que debía mantenerse una rígida disciplina fiscal, independientemente de consideraciones “blandas” como la previsible humillación del pueblo griego.
En el caso del Brexit, la condición del Reino Unido como segunda economía de la UE le llevó a sucumbir a la arrogancia. Una estrecha mayoría de británicos rechazó la lógica económica de permanecer en la UE, y se centró en cambio en todos los problemas supuestamente causados por la inmigración (como la escasez de plazas en la escuela primaria y de médicos disponibles). Para los partidarios del “Leave”, los beneficios de un comercio sin barreras no justificaban los costes percibidos de una migración sin barreras dentro de la UE.
Cuando el Reino Unido invocó el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea e inició el proceso de divorcio, la UE se unió como comunidad. En otras palabras, la postura de la UE fue una inversión de su posición durante la crisis griega. Después de 2016, se mantuvo fiel a su mandato original de garantizar la paz y la prosperidad entre antiguos enemigos, reivindicando su selección para el Premio Nobel de la Paz de 2012.
Pero la presteza con la que Europa estaba dispuesta a infligir sufrimiento a Grecia e ignorar la voz de su pueblo había servido de acicate a los euroescépticos oportunistas de Gran Bretaña. ¿Por qué debería preocuparse el Reino Unido por un proyecto que permite a los fuertes intimidar a los débiles? Después de 2009-10, Grecia y otros Estados miembros del sur se convirtieron -sobre la base de la más endeble de las teorías económicas- en lo que Paul Krugman, del New York Times, llamó “Austeria”. Podría decirse que la lamentable experiencia del Reino Unido con la austeridad después de 2010 desempeñó un papel importante en el éxito del referéndum sobre el Brexit.
La singularidad del proyecto europeo reside en su ambición de forjar un nuevo tipo de vínculo entre las personas y el lugar, basado en la “idea de Europa”. A su manera, las experiencias griega y británica demuestran que esta idea no puede basarse únicamente en una lógica transaccional. Los anteriores experimentos de austeridad de los años treinta acabaron por desgarrar el continente. Si la UE quiere seguir existiendo otros 30 años, tendrá que decidir de una vez por todas si quiere austeridad o solidaridad, una elección que se refleja en el debate cada vez más intenso sobre la reforma de las normas fiscales del bloque propuesta por la Comisión Europea. Si opta por lo primero, dará la razón a quienes creen que el proyecto europeo sólo ha sido un matrimonio de conveniencia.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/eu-greek-crisis-and-brexit-show-two-different-paths-by-antara-haldar-2023-07
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