ATLANTA – Rusia tiene una larga historia de gobierno criminal. Siguiendo el famoso lema del anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon “la propiedad es un robo”, los bolcheviques surgieron a principios del siglo XX como una organización semicriminal financiada en parte por la “expropiación de los expropiadores”, es decir, el robo a mano armada. El joven Joseph Stalin participó supuestamente en estos “exes”, como los llamaban los bolcheviques.
La historia de Alexander Orlov, uno de los espías de Stalin, pone de relieve las tendencias criminales del régimen soviético. Tras presidir el controvertido -y algunos dicen que ilegal- traslado de las reservas de oro españolas de Madrid a Moscú en 1936, Orlov desertó a Occidente una vez convertido en el único superviviente de la operación. Antes de marcharse, robó todo el fondo operativo de la estación soviética en España. Sin embargo, Stalin no lo mandó asesinar, como cabría esperar, porque Orlov amenazó con revelar la misión y la amplia red de espías soviéticos.
Del mismo modo, el jefe del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, ha sufrido hasta ahora consecuencias insignificantes por su efímero motín. Sus mercenarios han seguido recibiendo fondos estatales, y se rumorea que armas y grandes sumas de dinero en efectivo confiscadas por el Estado fueron devueltas a Prigozhin. Esto puede sugerir que Prigozhin es uno de los “monederos” del presidente Vladimir Putin o que sabe dónde esconde Putin su dinero, o que le está chantajeando.
La supuesta reunión a finales de junio entre Putin, Prigozhin y los altos mandos de Wagner, que se produjo después de que Putin acusara a Prigozhin de traición, se entiende mejor como una reunión mafiosa en la que se dirimen disputas entre familias del crimen.
Pero sea cual sea el destino de Prigozhin, el motín del Grupo Wagner demuestra que el poder en Rusia no está tan centralizado como muchos creen. Aunque los expertos occidentales siguen considerando a Rusia como un Estado moderno, pasan por alto el hecho de que los compinches de Putin, que representan la mezcla de los servicios de seguridad -en particular el FSB, sucesor del KGB de la era soviética- y el crimen organizado, controlan la mayoría de las funciones estatales como sus dominios privados. El Kremlin distribuye la propiedad de manera neofeudal. La propiedad en la Rusia postsoviética es “condicional”; el soberano siempre puede reclamarla.
Como una muñeca matrioska, el putinismo -no necesariamente el poder de Putin, sino el sistema que él y sus compinches han creado- contiene copias más pequeñas de sí mismo, como el Grupo Wagner y otras bandas militares privadas. La guerra de Ucrania ha abierto la capa exterior del muñeco y ha concedido un nuevo grado de autonomía a las organizaciones criminales que hay en su interior. Dados los vastos recursos bajo control del Kremlin que están en juego, las futuras luchas internas parecen inevitables.
La existencia de múltiples ejércitos privados hará que estos juegos de poder sean más desestabilizadores. Como dijo un comentarista de RIA Novosti, la agencia oficial de noticias rusa, tras documentar los ejércitos privados de varias compañías petroleras: “[E]stamos a las puertas de un gran aumento de las estructuras corporativas y otras estructuras paramilitares, así como de grandes cambios en el propio enfoque del uso de la fuerza militar”.
Con este telón de fondo, el ejército ruso se ha convertido en otra banda que compite por el poder y la propiedad. Pero a medida que el Kremlin pierde el control del poder, es probable que los generales rusos organicen un golpe de Estado contra Putin y sus compinches del KGB/FSB, el rival histórico del ejército. El distanciamiento de la clase de oficiales del ejército del régimen continúa a buen ritmo, como demuestra el despido de Ivan Popov, antiguo comandante del 58º ejército, por hablar sobre la desesperada situación de los militares en Ucrania. Tal vez previendo un desafío semejante, Putin está armando a la Guardia Nacional -que está bajo su control directo y le sirve de fuerza de seguridad personal- con tanques y armamento pesado.
De momento, la opinión pública rusa parece apoyar el putinismo. La marcha de Prigozhin sobre Moscú no desencadenó protestas o revueltas generalizadas contra el régimen, y mucho menos contra su guerra inútil y atroz. Pero algunos ciudadanos de Rostov del Don expresaron su simpatía por Prigozhin y su banda mientras marchaban por la ciudad, mientras que otros quizá apoyen a otros ejércitos privados. En última instancia, estos señores de la guerra representan el epítome del sistema político que Putin ha estado construyendo durante los últimos 23 años.
La lección más aleccionadora del motín de Prigozhin es que éste trató a Putin del mismo modo que Putin ha tratado a Occidente. La marcha de Prigozhin sobre Moscú y su histérica agresión contra su némesis, el ministro de Defensa Sergei Shoigu, recuerda el esfuerzo de un mafioso por asustar a su víctima para que cumpla con amenazas crecientes.
Desde su discurso en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007, Putin ha adoptado un enfoque similar hacia Occidente. Pero las bases de esta estrategia se sentaron durante su primer año como presidente, cuando el gobierno ruso adoptó una nueva doctrina militar que incluía el chantaje nuclear implícito. Desde entonces, Putin ha utilizado continuamente la amenaza de agresión nuclear para exigir a Occidente el cumplimiento de sus “líneas rojas”.
Occidente ha contribuido a esta dinámica centrándose excesivamente en Putin y concediéndole demasiada influencia sobre los asuntos mundiales. Esto fue en parte consecuencia de la corrupción de políticos e intelectuales occidentales por parte del Kremlin, que restaron importancia a su autoritarismo y situaron a Rusia como un Estado moderno y un socio energético fiable. Incluso hoy, a pesar de los crímenes de guerra de Rusia, los medios de comunicación occidentales suelen referirse a la élite rusa con la ciega objetividad reservada a los poderosos, en lugar de transmitir su criminalidad esencial.
Queda por ver si Putin puede o no actuar conforme a sus amenazas. Pero el mafioso siempre tiene la ventaja de actuar primero y poner a sus objetivos -Ucrania, Estados Unidos y Europa- a la defensiva. Mientras tanto, otra organización criminal, respaldada por un ejército privado, podría seguir los pasos de Prigozhin. Cuando eso ocurra, la guerra volverá a casa.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/prigozhin-mutiny-shows-vladimir-putin-gangster-rule-in-russia-by-dina-khapaeva-2023-07
Lee también:
La cuerda floja de la OTAN en Ucrania
Mayor riesgo ante una Rusia debilitada