BERLÍN – La guerra sin sentido de Rusia en Ucrania ha durado ya casi un año y medio, y la naturaleza criminal básica de la empresa no ha cambiado. Una gran potencia nuclear quiere negar a su vecino -una “nación hermana”- un derecho de existencia previamente reconocido. El Presidente ruso Vladimir Putin ha elegido como medio una guerra de conquista. Si consigue el fin deseado, Ucrania se incorporará a Rusia, desapareciendo como Estado soberano independiente.
Pero cada semana que pasa, hay más pruebas que sugieren que sus cálculos han fracasado. Lejos de conseguir una victoria rápida, la “operación militar especial” de Putin se ha convertido en un sangriento camino que Rusia podría perder. Si bien es cierto que ha impuesto muchos sacrificios a Ucrania, también ha generado costes para los rusos de a pie.
La gravedad del lío que el Kremlin se ha creado a sí mismo se hizo plenamente evidente a finales de junio, cuando Yevgeny Prigozhin y sus mercenarios del Grupo Wagner desafiaron directamente a los altos dirigentes. El intento de golpe de Prigozhin se prolongó durante muchas horas con la mirada de todo el mundo, y sus fuerzas de Wagner incluso capturaron la ciudad rusa de Rostov del Don, sede del distrito militar sur del ejército ruso. Desde allí, sus fuerzas -tanques incluidos- marcharon hacia Moscú, acercándose a menos de 200 kilómetros (124 millas).
Los asombrados observadores de todo el mundo se hicieron muchas preguntas. ¿Dónde estaban los servicios secretos y de seguridad rusos? ¿Cómo pudo el régimen de Putin permitir un desafío tan descarado a su autoridad?
En un discurso pronunciado en todo el país justo cuando comenzó la marcha de Prigozhin, Putin recordó el caos de 1917 y advirtió de una guerra civil. Después, ni se le vio ni se supo nada de él. ¿Estaba todavía en el Kremlin durante esas horas dramáticas, o había huido a San Petersburgo, como algunos han especulado? Huelga decir que un dictador que se da la vuelta y huye ya no es fuerte, especialmente cuando lo hace ante un desafío de su propio círculo.
¿Y qué debemos pensar de la afirmación del Kremlin de que el enfrentamiento se resolvió gracias a la mediación del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko, un vasallo menor al que Putin utiliza a veces pero al que rara vez toma en serio? Aunque fuera cierto, suscitaría serias dudas sobre el poder de Putin.
Desde el punto de vista institucional, la Federación Rusa es ahora terriblemente débil. El Grupo Wagner fue capaz de sacudir todos los recintos del Estado, porque el Estado descansa enteramente en la voluntad de un hombre cuya autoridad estaba siendo desafiada sin apenas respuesta. Si el déspota cae, todo lo demás caerá con él. En las horas críticas de la insurrección de Prigozhin, la Rusia de Putin resultó ser lo que sus críticos llevaban tiempo afirmando: un Estado mafioso carente de instituciones sólidas, pero, por desgracia, dotado del mayor arsenal nuclear del mundo.
Fue el momento de la verdad, y la alusión de Putin a 1917 y la caída del zar resultó bastante acertada. De hecho, el episodio actual recuerda a aquel año, en el que se produjeron no una, sino dos revoluciones: la primera en febrero y la segunda en octubre.
El intento de golpe de Prigozhin estuvo estrechamente vinculado a la fallida guerra de conquista en Ucrania. La perspectiva de una calamitosa derrota rusa es cada vez mayor, lo que cuestiona aún más la sabiduría, competencia y fortaleza del hombre fuerte. Con una derrota militar en ciernes, Putin debe pensar detenidamente en su futuro. ¿Cuánto poder le queda? ¿Es suficiente para poner fin a la guerra mediante un doloroso compromiso, o eso mostraría debilidad y desencadenaría otro desafío a su gobierno?
En cualquier caso, la marcha de Prigozhin hacia Moscú significa que la guerra ha entrado en una nueva y peligrosa fase. Se acerca el final de la partida, y lo que ocurra en el campo de batalla determinará el futuro de la política interior rusa. Ahora sabemos que poner fin a la guerra será más arriesgado y difícil de lo que se suponía, porque cualquier percepción de derrota será considerada inaceptable para ciertos elementos del aparato de poder ruso. Prigozhin era sólo una parte de esa estructura.
Cuanto más nos acercamos al final del juego, mayor es el riesgo de que el Kremlin recurra a algún acto irracional como ordenar el uso de un arma nuclear. La revuelta de Prigozhin ofrece un anticipo del caos que nos espera. Casi todo es concebible ahora, desde la desintegración de la Federación Rusa hasta el surgimiento de otro régimen ultranacionalista con sueños neoczaristas de restauración imperial.
Al igual que la Rusia de Putin, ésta permanecería anclada en el pasado, alejada de cualquier perspectiva de modernización social, política o económica. Supondría una amenaza permanente para el flanco oriental de Europa y, en general, para la estabilidad mundial. Tendremos que armarnos contra ella, y lo más probable es que nuestros nietos y bisnietos tengan que hacer lo mismo.
Publicación original en: https://www.project-syndicate.org/commentary/prigozhin-coup-political-implications-putin-weak-by-joschka-fischer-2023-07
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