La transición política en México está en manos de las encuestas. Lo cual no necesariamente es una mala noticia. Bien elaboradas, las encuestas pueden reflejar el tamaño y sentido de las corrientes de opinión que despierta cada uno de los seis aspirantes presidenciales de Morena. En este sentido es un ejercicio democrático que también puede reflejar la proporcionalidad de la simpatía o rechazo que siente la población por determinados personajes, fenómeno similar al que ocurre en las urnas. Con la salvedad de que en una encuesta eventualmente pueden contestar personas que usualmente no votan, es decir, es posible que se entreviste a personas que tradicionalmente militan en el abstencionismo.
La encuesta de Morena se aplicará a toda persona mayor de 18 años con credencial de elector. Es un ejercicio abierto a la participación de toda la ciudadanía con independencia de su filia o fobia política. Sin embargo, esta ciudadanía no es homogénea, no piensa lo mismo y su condición socioeconómica tampoco es la misma. Al contrario, México cuenta con una población heterogénea, diversa, plural, desigual en su condición socioeconómica que genera corrientes de opinión pública divergentes, contrapuestas y hasta excluyentes. Veamos algunos trazos de este complejo universo al cual se enfrentan las corcholatas para ganar la corriente mayoritaria de simpatía y buena voluntad.
El universo.
De acuerdo con el censo 2020, el total de la población fue de 126 millones 14 mil 24 personas. De este universo, las corcholatas se diputan la preferencia de casi 94 millones de personas que hace dos años eran mayores de 15 años. Pero en este gran total hay asegunes que inciden en la forma en que las personas valoran y ven al mundo, y, por consiguiente, a sus eventuales representantes como los aspirantes presidenciales.
Para empezar, casi el 52% son mujeres frente al 48% de hombres. Hay una brecha de 4 puntos, que equivale a casi 3 millones y medio de mujeres, entre dos perspectivas y sensibilidades diferentes sobre los problemas, los retos sociales y las mejores respuestas para enfrentarlos. Una muestra adecuada del sondeo presidencial tendría que reflejar esta proporcionalidad.
La desigualdad.
Aquí es donde la marrana tuerce el rabo, pues una proverbial característica de México es su desigualdad social. Extrapolando los datos del CONEVAL 2020 con los del CENSO del mismo año tenemos que solo el 23.50% de la población no es pobre ni vulnerable, lo que da poco más de 22 millones de afortunados.
En contraste, la vida de casi 72 millones de personas, el otro 76.5% de la población, no es fácil. Poco más de 8 millones de personas son vulnerables en ingresos; más de 22 millones sufren alguna carencia social y los otros 42 millones viven en condición de pobreza o pobreza extrema. Según el CONEVAL estos 42 millones de personas en 2020 vivían con menos de $13,133.30 mensuales en familias de 4 integrantes, esto significa $3,283.35 por cabeza. Evidentemente, la perspectiva y valoración política de esta franja mayoritaria de la población es contrapuesta a la otra. Para ellos, la vida no es precisamente justa.
El tamaño de la desigualdad, 23.50% versus 76.50% más que expresar una polarización, refleja un pronunciado desequilibrio social que urge corregir. También proporciona a las corcholatas una apropiada brújula para orientarse hacia su público objetivo. La mala notica para algunas personas es que el ejercicio demoscópico para seleccionar a la corcholata ganadora también debe reflejar esta desproporcionalidad socioeconómica, lo que significa que los sectores vulnerables y en condición de pobreza de la población definirán al ganador, pues tienen en sus manos el 76.50% de la decisión.
Cómo se enteran.
La diversidad de los canales de información que utiliza la gente para enterarse de los asuntos políticos es otro reto para las corcholatas. De acuerdo con la ENCUCI 2020, el único canal seguro para contactar a la mayoría de la gente es muy complejo pues implica hacerlo de manera personal: el 60.4% de la población mayor de 15 años se entera de los asuntos públicos mediante la comunicación personal en el entorno de su vivienda. Esto significa que el mayor recurso estratégico de las corcholatas son sus respectivos ejércitos de tierra. Sin promotores territoriales difícilmente la mayoría de la gente conocerá sus mensajes y propuestas.
Ante la premura del tiempo es preciso recurrir a todos los medios que utilizan las personas para enterarse de los asuntos públicos. Según los datos del INEGI, las famosas redes sociales las utiliza el 30% de la población para enterarse de los asuntos públicos, duplicando, por cierto, a la televisión que la ven el 15.3% con ese propósito expreso, al internet que lo consultan el 7.7%, a la radio que escucha el 6.7% y a los periódicos que actualmente lee un marginal 4.1% de la población.
Ahora bien, dentro de estos hábitos de consumo hay diferencias significativas por rangos de edad. Según la ENDUTIH 2023, el 40% de las personas de 15 a 19 años se enteran de la política a través de redes sociales, el 43% de los de 20 a 29 años y el 28.58% de los de 30 a 59 años, lo que da un volumen nada despreciable de casi 27 millones de personas que utilizan las redes sociales como fuente de información política.
Por cierto, sobre las redes sociales es preciso destacar que desde el año pasado el 83.8% de la población urbana mayor de 6 años es usuaria de internet, lo mismo que el 62.3% de la población rural. Esto significa que hay un número muy grande de usuarios de redes sociales que no revisan información política, lo que explica porque varias corcholatas han brincado del cartabón político al de entretenimiento y espectáculos. En este caso el reto es la enorme fragmentación del mercado de usuarios de redes sociales.
Previsiblemente la televisión y la radio son significativas como fuente de información política para los mayores de 30 años, alcanzando una cobertura potencial de poco más de 10 millones y medio de personas la primera y de casi 5 millones la segunda. Así, por el tiempo, las corcholatas están obligadas no solo a recurrir a todos los medios posibles a la mano, sino a meterse a otras fuentes informativas que no sean políticas y, claro, integrar los ejércitos de tierra más grandes posibles.
El mensaje.
Acaso la enorme desigualdad social, 23.50% de afortunados versus 76.50% de la población con vulnerabilidades y carencias, explique los altos niveles de aprobación de AMLO. En este punto, las estadísticas parecen jugarnos una broma: en su medición de junio de 2023 De La Heras Demotecnia señala que el 77% de la población aprueba el desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador, prácticamente el mismo porcentaje de la población que tiene alguna vulnerabilidad o carencia en el país, 76.50%.
Más allá de las coincidencias estadísticas, la desigualdad social es enorme y la aprobación del presidente no se explica sin el apoyo casi total de la población con alguna vulnerabilidad. Una explicación plausible de este unánime apoyo social es que ven en AMLO y en la 4T una esperanza para mejorar algún día, pero, más importante aún, encuentran por primera vez una narrativa que los incluye en la historia, que los vindica como sujetos sociales con derechos y, sobre todo, que señala las injusticias y a sus culpables con nombre y apellido. El patíbulo público de las mañaneras es el primer y único ejercicio de justicia que los pobres perciben a su favor hasta el día de hoy. Este es su asidero y no quieren que este tipo de justicia pública acabe. Dejar de señalar las injusticias, los atropellos y a sus responsables, mientras no cambien sustancialmente las condiciones socioeconómicas de desigualdad, es regresar al olvido e invisibilidad al que parecen condenados.
Con estos rasgos generales es posible dibujar el público objetivo que determinará la suerte de las corcholatas. Es una definitoria mayoría, históricamente agraviada por el abandono y el olvido, que percibe que por primera vez el poder está de su lado no solo para defenderla, sino para combatir privilegios y a sus beneficiarios. La actual batalla política es ideológica. Por ello, so pena de empatizar con un solo tercio de la población, insuficiente para ganar la encuesta, las corcholatas parecen obligadas a utilizar un tono combativo para que la mayoría agraviada históricamente voltee a verlas y les otorgue su voto de confianza en la encuesta. Al parecer, la batalla entre las corcholatas es a ver quién se presenta como el justiciero más recio de los pobres frente a los ricos.
INEGI ENCUCI 2020
https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/encuci/2020/doc/ENCUCI_2020_Presentacion_Ejecutiva.pdf
CONEVAL MEDICIÓN DE LA POBREZA 2020
https://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Paginas/Pobreza_2020.aspx
INEGI ENDUTIH 2023
https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2023/ENDUTIH/ENDUTIH_22.pdf
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