Andrés Manuel López Obrador ha tenido la virtud de engañarnos con la verdad. Desde el 1 de julio de 2018, cuando ganó la presidencia, prometió revolucionar las conciencias e impulsar una cuarta transformación del país, a fin de desplazar el modelo neoliberal por otro que implica retomar el papel del Estado como agente activo para la redistribución del gasto público. Sin duda ha reburujado a las buenas conciencias, vulnerado la sacrosanta credibilidad de los medios corporativos, al tiempo de visibilizar y empoderar a los pobres que permanecían reducidos a tendencias estadísticas.
Sin embargo, de acuerdo con su propia evaluación, AMLO apenas ha sentado las bases de su proyecto frente a los evidentes intentos de regresar al modelo neoliberal que manifiestan críticos y adversarios. Por ello, ante el inminente proceso sucesorio el reto principal de AMLO es lograr la continuidad y consolidación de la 4T.
- La historia reciente.
En la historia reciente de México se pueden identificar dos momentos axiales de magnitud similar que han definido los derroteros del país desde el siglo pasado. En los albores del siglo XX, con mucha sangre de por medio, Plutarco Elías Calles logró dar forma y encauzar al proyecto de la Revolución Mexicana. Desde los 80’s Miguel de la Madrid impulsó, de manera soterrada, el proyecto neoliberal que empujó decididamente Carlos Salinas de Gortari y culminó Peña Nieto con 11 reformas estructurales. Revisemos si es posible plantear algunos paralelismos entre el proceso de institucionalización de la Revolución Mexicana con el de la Cuarta Transformación, habida cuenta que son proyectos explícitos que se pretenden de largo aliento.
- El régimen postrevolucionario.
Desde el 20 de noviembre de 1910, fecha de inicio del alzamiento armado contra la dictadura de Porfirio Díaz, hasta el 17 de julio de 1928, día en que asesinaron al presidente recién reelecto Álvaro Obregón, el país vivió una etapa de sangrienta inestabilidad política. Tras 18 años de pugnas y purgas entre los sobrevivientes de la lucha revolucionaria, Plutarco Elías Calles se dio cuenta de que se precisaba de un nuevo arreglo institucional que garantizara el establecimiento y continuidad del proyecto revolucionario.
De inicio, Calles tenía claro que, más allá de la disputa por el poder, el sentido profundo de la lucha revolucionaria era ideológico. Lo expresó con todas sus letras el 1 de septiembre de 1928, en su memorable discurso de apertura de sesiones ante el Congreso de la Unión: “la familia mexicana se ha lanzado ya, con toda decisión, por los rumbos nuevos, aunque estemos todavía en pleno período de lucha mental y política, para definir y para cristalizar en instituciones, en leyes y en actos constantes de gobierno, los postulados de la nueva ideología”.
El magnicidio de Álvaro Obregón generó una coyuntura especialmente delicada para la consolidación de esta emergente corriente ideológica. En el mismo discurso, Calles puntualiza la gravedad de la situación y señala la necesidad de explorar nuevas rutas para evitar el naufragio de la corriente revolucionaria: “… el vacío creado por la muerte del señor general Obregón, intensifica necesidades y problemas de orden político y administrativo ya existentes y que resultan de la circunstancia de que, serenada en gran parte la contienda político-social…hubo de iniciarse, desde la administración anterior, el período propiamente gubernamental de la Revolución Mexicana, con la urgencia cada día mayor de acomodar derroteros y métodos políticos y de gobierno a la nueva etapa que hemos ya empezado a recorrer”.
Calles es consciente que, por paradójico que parezca, la primera condición para la continuidad del régimen revolucionario es su renuncia expresa a cualquier tipo de reelección oficial. Con su dimisión pública no solo se convierte en ejemplo de la no reelección, sino también en guardián de las nuevas reglas del juego para la institucionalización del régimen revolucionario. Ante el Congreso Calles enfatiza que: “la necesidad que creemos definitiva y categórica, de pasar de un sistema más o menos velado de gobiernos de caudillos a un más franco régimen de instituciones, me han decidido a declarar, solemnemente, y con tal claridad que mis palabras no se presten a suspicacias o interpretaciones, que no sólo no buscaré la prolongación de mi mandato aceptando una prórroga o una designación como Presidente provisional, sino que, ni en el período que siga al interinato, ni en ninguna otra ocasión, aspiraré a la Presidencia de mi país”. Con su renuncia Calles muta en Jefe Máximo de la Revolución.
Por rechazar la tentación de la reelección, Calles crea condiciones propicias para la institucionalización del régimen revolucionario, que habrá de cristalizarse merced al diseño de un novedoso mecanismo de distribución del poder político, a través de la integración de buena parte de partidos regionales y caudillos militares de la época en el Partido Nacional Revolucionario, fundado el 4 de marzo de 1929. Con el PNR, abuelo del PRI, la lucha política se traslada de la plaza pública al aparato partidista que va a administrar la postulación de candidaturas con base en la fuerza política y militar de cada aspirante.
- La Cuarta Transformación.
A semejanza de Calles, que renunció a la reelección y diseñó un nuevo mecanismo de distribución del poder político entre la fracción revolucionaria para lograr la continuidad del régimen revolucionario, AMLO ha insistido en su retiro de la vida pública en cuanto concluya su mandato y también puso en marcha un novedoso mecanismo de distribución de poder entre las figuras más relevantes del movimiento obradorista, a fin de evitar divisiones internas y asegurar la continuidad de la 4T. Lo novedoso del método no son las encuestas, sino el reparto del pastel entre los contendientes. Quien gane las encuestas se queda con el poder ejecutivo, pero el segundo y tercer lugar se hacen con el poder legislativo. Los demás contendientes tienen un puesto asegurado en el próximo gabinete. Ningún aspirante gana o pierde todo. Es un nuevo método de distribución de poder que no habíamos visto nunca en el país.
Este pequeño detalle coloca a Morena en una plataforma de salida que, bien llevado, le puede garantizar no sólo el triunfo electoral del 2024, sino una ventaja decisiva para el 2030. Cierto, al ganador le toca la titularidad del poder ejecutivo, pero, por primera vez, estará acotado en el poder legislativo por dos correligionarios que también contarán con un amplio consenso social: los líderes de la Cámara de Diputados y de Senadores. Así el legislativo no sólo podrá impulsar las batallas por nuevas reformas constitucionales, sino también fungirá como guardián de la 4T, obstaculizando cualquier intento de regresión neoliberal. En este contexto, la revocación de mandato aprobada este sexenio cobra la mayor relevancia. Es la espada de Damocles que vela por la 4T. Por si fuera poco, si alguno de los eventuales líderes legislativos se encarga de consolidar Morena como formación partidista, se contará con un aspirante presidencial muy consolidado para el 2030.
Las encuestas como método de selección de candidatos no son infalibles y tienen sus riesgos. Coahuila es un ejemplo reciente. Pero también constituyen el camino con menores riesgos de ruptura. Siempre y cuando los competidores acepten las reglas y tengan una certidumbre medianamente razonable de que los sondeos se realicen con profesionalismo e imparcialidad, El Estado de México da cuenta de la bondad del método. Por ahora la selección de candidatos de Morena por encuesta parece resguardar la clave de la continuidad de la 4T. Así como la continuidad del régimen revolucionario arrancó con una clara estrategia por parte de Calles, hoy parece estar en marcha la de la 4T con una estrategia delineada por AMLO.
En fin, todo hace suponer que AMLO y Calles coinciden con la sentencia de Mirabeau: “el reto de la política es salvar la subitaneidad del tránsito”.