ATENAS – La semana pasada se produjo una rara buena noticia: la inteligencia artificial permitió a los investigadores desarrollar un antibiótico capaz de matar una superbacteria exótica que había desafiado a todos los medicamentos antimicrobianos existentes. Un algoritmo impulsado por IA trazó un mapa de miles de compuestos químicos en proteínas clave de Acinetobacter baumannii, una bacteria que causa neumonía e infecta heridas tan gravemente que la Organización Mundial de la Salud la había clasificado como una de las tres “amenazas críticas” de la humanidad.
Una vez realizado el mapeo, la IA procedió a inventar un fármaco eficaz con características novedosas en comparación con los antibióticos existentes. Sin la ayuda de la IA, el antibiótico que salvaría vidas seguiría siendo una quimera. Fue un triunfo científico para la historia.
Pero hay un lado desagradable. ¿Recuerdan a Chris Smalls, el trabajador del almacén de Amazon que organizó una huelga de empleados en las instalaciones de la empresa en Staten Island, Nueva York, para protestar por las condiciones de trabajo durante la pandemia?
Smalls saltó a la fama brevemente cuando se reveló que, tras despedirle, los ricos y poderosos directores de Amazon pasaron una larga teleconferencia planeando utilizar la difamación para socavar su causa. Aun así, un par de años después, Smalls organizó con éxito el primer (y todavía único) sindicato de empleados de Amazon formalmente reconocido en Estados Unidos. Hoy en día, esos éxitos están en peligro por la misma tecnología de IA que produjo el antibiótico antimicrobiano.
El sindicato de Smalls fue un amargo revés para los gerentes de Amazon, que habían sido entrenados durante años para usar cualquier medio, justo o sucio, para evitar que los trabajadores se sindicalizaran. En un video de capacitación filtrado en 2018, los gerentes fueron entrenados para estar atentos a las señales de advertencia de la actividad organizativa. Se les instó a utilizar cámaras de vigilancia fuera de los almacenes de Amazon para detectar a los empleados que permanecen después de su turno, potencialmente tratando de persuadir a sus colegas para que se unan a un sindicato. También se les animó a escuchar a escondidas las conversaciones de los empleados, prestando atención a frases como “salario digno” o “me siento agotado”.
Poco después, el software sustituyó, o al menos ayudó, a los primitivos métodos de vigilancia de los jefes. En 2020, Recode informó que Amazon había comprado la Consola Operativa GeoSPatial (SPOC) para monitorear a los trabajadores propensos a los esfuerzos de sindicalización. Y Vice expuso cómo el departamento de recursos humanos de Amazon monitorizaba los listservs de los empleados y los grupos de Facebook para predecir paros laborales, huelgas y otras acciones colectivas.
El programa clasificaba los rasgos y comportamientos de los trabajadores en función de su correlación con las tendencias sindicales. Pero el poder predictivo del software decepcionó a Amazon, por lo que la empresa siguió confiando en que los directores regionales controlaran a los trabajadores a la antigua usanza.
Todo eso ha quedado eclipsado por la IA. ¿Para qué vigilar a los empleados, o comprar programas informáticos que lean sus mensajes y páginas de Facebook, cuando una IA centralizada puede detectar automáticamente, en tiempo real y sin coste alguno, frases y comportamientos favorables a los sindicatos en todos los almacenes de Amazon?
Resulta desconcertante que la IA antisindical se base exactamente en los mismos avances científicos que dieron lugar a la IA antimicrobiana. Antes de la IA, los investigadores clasificaban las moléculas como vectores que contenían o no ciertos grupos de sustancias químicas. Esto no era diferente, ni más eficiente, que el software SPOC de Amazon, que categorizaba a los empleados en función de su tentación percibida de formar un sindicato.
En cambio, los programas de IA para eliminar gérmenes se basan en redes neuronales y modelos de aprendizaje automático capaces de explorar espacios químicos que los investigadores humanos necesitarían décadas para estudiar. A continuación, se les entrena para analizar la estructura molecular de las proteínas de un germen e identificar compuestos con una alta probabilidad de matarlo.
Los programas antisindicales de IA se basan en el mismo proceso. La única diferencia es que, en lugar de espacios químicos y moléculas, la IA explora espacios de almacén para centrarse en los empleados, cuyos datos en tiempo real se cargan constantemente en el programa mediante los dispositivos electrónicos que deben llevar a todas partes en el lugar de trabajo, incluido el retrete.
Estos sistemas impulsados por la IA aprenden a diseñar estrategias para neutralizar su objetivo programado, ya sea un grupo de proteínas en el corazón de un germen o un grupo de trabajadores en la sala de descanso. En ambos casos, la IA categoriza sus objetivos en vectores que posteriormente se utilizan para maximizar la probabilidad de eliminarlos.
Era inevitable. La humanidad demostró ser lo suficientemente brillante como para desarrollar algoritmos de IA capaces de descodificar completamente las proteínas de un bicho asesino -sin ninguna aportación humana- y crear un antibiótico eficaz. ¿Hubo alguna duda de que conglomerados como Amazon aprovecharían esta oportunidad para identificar, y reducir, los lugares de trabajo a lo largo de su cadena de suministro donde la IA predice una mayor probabilidad de sindicalización?
Los economistas profesan fervientemente que las fuerzas de la oferta y la demanda funcionan de manera fiable para garantizar que el cambio tecnológico nos beneficia. Esta ficción les permite apartar la mirada de la despiadada lucha de clases que tiene lugar ante sus narices, destrozando las vidas de millones de personas al tiempo que hace que la macroeconomía sea incapaz de generar (al menos sin niveles insostenibles de deuda) suficiente demanda de los bienes que la tecnología puede producir.
Warren Buffett, que debe su éxito en gran medida a haber ignorado las ilusiones de los economistas, bromeó célebremente diciendo que la guerra de clases es real y que su clase la está ganando con creces. Eso fue antes de que los dispositivos digitales impulsados por algoritmos sustituyeran a los capataces en los talleres, dictando un ritmo de trabajo y un régimen de vigilancia total que hacía que las fábricas de Tiempos Modernos de Charlie Chaplin parecieran el paraíso de los trabajadores. Por si fuera poco, la inteligencia artificial permite ahora a los conglomerados acabar con la única institución capaz de dar a los trabajadores un mínimo de poder en un mundo en el que no tienen casi ninguno: los sindicatos.
La guerra de clases que Buffett reconoció pronto enfrentará al capital basado en la IA en todos los sectores contra un precariado mundial libre sólo para perder y volver a perder. Sea cual sea la política o las aspiraciones de cada uno, debería estar claro que esta economía es incalificable e insostenible.
Publicación original de Project Syndicate: https://www.project-syndicate.org/commentary/ai-that-developed-antibiotic-could-also-neutralize-unions-by-yanis-varoufakis-2023-06
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