Fácilmente caemos en vehemente y acalorada discusión con amigos, familiares o conocidos cuando platicamos sobre asuntos públicos. Los ánimos se encienden, la sensatez y el sentido común se extravían, recurrimos a los más disparatados argumentos con tal de no quedarnos callados o de conceder un ápice de razón a nuestros eventuales interlocutores. Irremediablemente nos descubrimos polemizando sobre López Obrador, aunque no fuese el pretexto inicial de la plática. Entonces, la pasión enciende nuestras vísceras, nubla nuestro juicio y apelamos a los más contradictorios y descabellados epítetos que hemos escuchado sobre este omnipresente personaje, sea para denostarlo o para elogiarlo.
Cierto que López Obrador es un personaje que desata tempestades. Como dice, su pecho no es bodega, pone nombre y apellido a sus adversarios y exhibe sus intereses e intenciones, lo que, evidentemente, no agrada a los aludidos y enciende los ánimos.
Más allá de las fallas de su gestión administrativa y de la persistencia de problemas cuya solución no puede ser inmediata, cuando analizamos con detenimiento algunos de los argumentos que alimentan la polémica pública, encontramos que muchas veces estamos discutiendo sobre “hechos futuros de realización incierta” que promueven buena parte de los medios y de nuestros analistas super especializados.
Es decir, nuestros diferendos muchas veces versan sobre acontecimientos, sucesos o fenómenos que no existen y que muy probablemente nunca van a existir por la extraordinaria dificultad de su concreción; pero los analistas y comentaristas los presentan como hechos consumados.
El argumento “hechos futuros de realización incierta” lo utilizó el INE para desestimar las denuncias en contra de AMLO y las corcholatas por actos anticipados de campaña, considerando que aún no estamos en el periodo electoral. Pero regalémonos un momento de sosiego para mirar con frialdad el debate mediático a fin de constatar la utilización de hechos futuros de realización incierta como argumento para alentar el encono y la discordia social.
El 5 de mayo de 2023 Joaquín López Dóriga tituló su columna que publica en Milenio “Disolver la Corte y hacerse de su control”, un día después de que el presidente López Obrador anunciara un plan C como reacción al falló contra el Acuerdo para declarar de interés público y seguridad nacional ciertos proyectos de infraestructura por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Si contrastamos la tesis del artículo de López Dóriga con la actual coyuntura política y la respectiva correlación de fuerzas concluimos que, por el momento, no hay ninguna posibilidad jurídica o material de que AMLO pueda disolver la Corte y mucho menos hacerse de su control. Estos son los hechos. Sin embargo, López Dóriga lo presenta como un hecho inminente.
Lo curioso es que este tipo de tesis utilizada por López Dóriga es similar al del cuento de la lechera, aquella niña que de camino a comprar un par de litros de leche se imaginaba inmensamente rica merced al emporio comercial que iba a levantar revendiendo uno de los dos litros de leche, hasta que, lamentablemente, tropezó, derramó sus dos litros de leche y, con ellos, su riqueza. En ambos casos se trata de hechos futuros de realización incierta, solo que el cuento de la lechera se utiliza como moraleja y, en el caso de López Dóriga su tesis sirve para alimentar el temor, desconfianza y repudio hacia López Obrador.
Lo griegos, fascinados con la retórica, ya habían identificado esta suerte de sofisma al que denominaron prolepsis mediante el cual el orador logra que el oyente no repare en la ausencia de los pasos intermedios del argumento presentándolo como la realidad del momento. Desde esta perspectiva, así como la lechera se vuelve rica en su ensoñación, AMLO disuelve la Corte y se hace de su control en la pesadilla de López Dóriga. Pero en ambos casos no ha pasado nada y su realización es extremadamente compleja.
El hecho no existe, pues la Corte no se ha disuelto ni está en vías de hacerlo, pero la idea de López Dóriga, secundada por varios especialistas, de que AMLO disuelve la Corte si tiene consecuencias sociales y políticas en la realidad presente. Sirve para alentar la discordia social y movilizar a una parte de la sociedad.
Este tipo de enunciados prolépticos, por ejemplo, constituyen origen y sustento de las campañas “El INE no se toca” y “La Corte no se toca” que se basan en detener la supuesta y malévola intención de López Obrador de acabar con ambas instituciones, lo cual, de acuerdo con la evidencia fáctica disponible, es decir, con las iniciativas de reforma electoral que se han presentado y desechado en ningún momento decretan la extinción del INE, y, en cuanto a la Corte ni siquiera se ha formalizado propuesta alguna.
Este tipo de argumentos no solo sirven para alimentar la imagen negativa de AMLO, sino también son muy útiles para blindar a ambas instituciones del análisis y debate público, haciéndonos ignorar, por ejemplo, que la integración de ambas instituciones a lo largo de nuestra historia contemporánea se ha dado a través del sistema, poco democrático y transparente, de cuotas y cuates. Así, resulta que los poderes facticos, que luchan por preservar sus privilegios, se transfiguran en defensores de las instituciones democráticas. Esta es la poderosa magia de los sofismas.
Por cierto, el 5 de mayo de 2023 en un artículo que también se publicó en Milenio, el ministro Arturo Zaldívar da a conocer las razones de su disenso, es decir porque no voto contra el Acuerdo para declarar de interés público y seguridad nacional ciertos proyectos de infraestructura. Su argumento es que la decisión se construyó a partir de una serie de escenarios hipotéticos sobre las implicaciones futuras del Acuerdo y los actos hipotéticos no pueden ser el objeto del control judicial. Profundiza señalando que la Corte no puede actuar a partir de escenarios imaginarios, asumiendo la mala fe de quien emitió los actos, o la incompetencia de quien los aplicará en el futuro. Y, sin embargo, así fue por lo que el dictamen estuvo plagado de verbos transitivos condicionales: “podría”, “inhibiría”, “facilitaría”. Y como señala la Real Academia Española el tiempo gramatical condicional presenta “la acción expresada por el verbo como no terminada. El condicional simple puede expresar hecho hipotético”.
Así, resulta que los hechos futuros de realización incierta definen buena parte de nuestra discusión pública. Al parecer todos tenemos una opinión sobre cómo gastar la riqueza de la niña lechera al tiempo de que nos espantan con el petate del muerto. Acaso, no dejarnos seducir por hechos futuros de realización incierta, cualquiera que sea su origen e intención sea un buen comienzo para recuperar la dimensión razonable, sensata y fértil del debate público.
https://www.milenio.com/opinion/arturo-zaldivar/los-derechos-hoy/las-razones-de-mi-disenso