EDIMBURGO – En las semanas posteriores al decreto de los talibanes de diciembre de 2022 que prohibía a las mujeres jóvenes asistir a la universidad, los afganos han demostrado que no aceptarán este último ultraje de brazos cruzados. Valientes alumnas han lanzado una campaña de resistencia, arriesgándose a palizas, arrestos o algo peor, y sus homólogos masculinos (y muchos profesores) han mostrado solidaridad abandonando sus exámenes.
Por mucho que los talibanes traten de aplastar los derechos de las niñas y las mujeres, es poco probable que logren una “victoria” final. Las niñas y mujeres afganas disfrutaron del derecho a la educación en los años previos al regreso al poder de los talibanes en 2021, y ahora ni la intimidación ni las sentencias de prisión las silenciarán. Han experimentado lo que es ser libre, y no aceptarán la alternativa.
Los talibanes ya han sido advertidos de que si excluyen a las mujeres del trabajo realizado por las ONG que brindan alimentos y atención médica, estas organizaciones no tendrán más remedio que abandonar el país, un mensaje reforzado esta semana por la vicesecretaria general de las Naciones Unidas, Amina Mohammed. Pero otra forma de efectuar el cambio es amenazar al régimen talibán con toda la fuerza del derecho internacional. El trato brutal e inhumano de las mujeres y las niñas por parte de los talibanes merece una investigación por parte de un tribunal internacional. El régimen infringe claramente las convenciones internacionales que tratan de los derechos de los niños y las mujeres a las que ha accedido. Ningún otro país del mundo prohíbe que las mujeres y las niñas reciban educación, y ningún otro país tiene formas tan draconianas de persecución de género dirigida por el estado.
He hablado con muchos estudiantes afganos en mi calidad de Enviado Especial de la ONU para la Educación Global, y las palabras no pueden expresar la frustración que sienten. Los niños más pobres y vulnerables del mundo saben que ahora soportan la carga más pesada en la lucha mundial contra una de las mayores injusticias de todas: la negación de los derechos de las niñas y las mujeres. A las niñas afganas se les ha negado el acceso a las escuelas, se les ha prohibido el acceso a los espacios públicos, se les ha impedido viajar sin un acompañante masculino y se las ha obligado a usar burkas que las cubren de la cabeza a los pies.
La represión universitaria ha estado a la vista durante algún tiempo. Después de la toma del poder por parte de los talibanes en 2021, las universidades introdujeron aulas y entradas segregadas por género, y declararon que las alumnas solo podían recibir clases de profesoras u hombres mayores. Luego, en octubre de 2022, los talibanes emitieron amplias restricciones sobre los temas que las mujeres podían estudiar. La ciencia veterinaria, la ingeniería, la economía, el periodismo y la agricultura se consideraron fuera de los límites.
Pero las autoridades han estado enviando señales contradictorias, lo que sugiere que el régimen no está unido detrás de las nuevas restricciones. Por ejemplo, mientras que a miles de niñas y mujeres se les permitió presentarse a los exámenes de ingreso a la universidad hace tres meses, a esa decisión pronto le siguió otra que les prohibió matricularse. Esto probablemente habla de una tensión entre el liderazgo religioso y un ministerio de educación que preferiría ver a las niñas en el aula en lugar de sentarse en casa.
Las divisiones dentro del régimen también se reflejan en la desigualdad en la implementación de políticas. En algunas partes del país, la educación continúa clandestina o en escuelas caseras, con poca resistencia por parte de las autoridades, y en otras áreas, a las niñas todavía se les permite asistir a escuelas regulares, en abierto desafío a los mandatos de los talibanes. También se pueden inferir fisuras internas de la prohibición de las mujeres trabajadoras de las ONG, una política que el ministro de salud pública afirma que no se aplica al sector de la salud.
Todos estos ejemplos sugieren que las autoridades no están legislando desde una posición de fuerza. Más bien, están actuando por miedo al empoderamiento de las mujeres. Después de todo, no hay otra justificación creíble para tales políticas. El Islam fomenta la educación, y todos los vecinos de Afganistán ofrecen educación para las niñas. Entienden que la educación de las niñas no solo está en línea con la enseñanza islámica sino que también es esencial para la prosperidad económica.
Además, el propio Afganistán tiene un historial de beneficiarse de la educación de las niñas. El propio pasado del país muestra que si los talibanes continúan por el camino de la represión, los afganos tendrán sólo la mitad de los médicos, enfermeras y maestros que necesitan. Y si se ha desperdiciado la mitad del capital humano de Afganistán, la economía, que necesita ser reconstruida desesperadamente, seguirá estando entre las de peor rendimiento del mundo.
Durante mis muchas visitas previas a 2021 a las escuelas afganas donde se enseñaba a las niñas, vi de primera mano que había un entusiasmo generalizado por la educación universal, tanto en las zonas rurales como en las ciudades. Las numerosas prohibiciones de los talibanes van en contra de las aspiraciones humanas fundamentales. La gente en todas partes quiere más libertad, no menos.
La política de los talibanes sobre la educación de niñas y mujeres no representa ni el verdadero Afganistán ni el verdadero islam. Es urgente que la comunidad internacional, y especialmente el mundo musulmán, se unan para apoyar a las jóvenes afganas en su lucha por sus derechos.
Te puede interesar: