Kiev-Europa, Estados Unidos y los otros aliados de Ucrania han implementado dos de las tres medidas que se necesitan para poner a la economía de Rusia de rodillas y detener la guerra de agresión del presidente Vladímir Putin.
Ya existen fuertes sanciones financieras, y Europa ha formado una coalición de compradores para aplicar un embargo a la mayor parte del petróleo importado desde Rusia, que entrará en vigor en unos meses. Pero ahora necesitamos la tercera pieza decisiva del rompecabezas: reducir al mínimo los ingresos que recibe Putin por la exportación de crudo a través del mar, y hacerlo ya mismo.
Lee también: Rusia es demasiado pequeña para ganar
Las sanciones financieras adoptadas después de la invasión han sido eficaces. El congelamiento de las reservas del banco central ruso dejó al país muy desprotegido contra perturbaciones económicas. Desde entonces, la estabilidad del rublo se ha basado en gran medida en fuertes controles de capitales y en el ingreso continuo de divisa dura por la venta de gas y petróleo. Es una situación precaria que puede ceder fácilmente ante una nueva perturbación negativa.
Con la creación de una coalición de compradores, la Unión Europea ya tiene un mecanismo para provocar esa perturbación. Tras largos debates, los estados miembros de la UE decidieron dejar de comprar petróleo ruso transportado en barco, comenzando dentro de poco más de cinco meses. Puesto que Rusia todavía exporta por mar unos 1,25 millones de barriles al día a la UE, reducir estos envíos puede tener un importante impacto en el flujo de ingresos de Putin, en la fortaleza del rublo y en el sistema financiero ruso, que ya está frágil.
Pero esperar cinco meses antes de poner trabas a la maquinaria bélica de Putin es inaceptable. Cada día mueren más y más ucranianos a manos de las fuerzas rusas. Ya no podemos esperar. Necesitamos colocar la pieza final de la estrategia para reducir el precio que se le paga a Rusia por el crudo y los productos derivados, y así limitar los ingresos del Kremlin.
Ingresos que se mantienen firmes. En mayo, la UE por sí sola importó por mar más de 5000 millones de dólares en crudo ruso, y va camino de comprar una cantidad similar en junio. Por cada barril de petróleo vendido, Putin recibe hasta cien dólares que puede aplicar directamente a la campaña bélica. Esos ingresos también han contribuido a mantener la fortaleza del rublo.
Por extraño que parezca, para colocar la tercera pieza del rompecabezas no se puede apelar a un embargo completo que prohíba cualquier exportación naval de petróleo al resto del mundo en barcos con propiedad, financiación o seguro de la UE. Una medida indiscriminada de esa naturaleza puede provocar un encarecimiento del petróleo que causará problemas económicos en todo el mundo y aumentará los ingresos que recibe Putin de países que no cumplen las sanciones.
Pero con un diseño adecuado del tercer conjunto de medidas, es posible mitigar (y tal vez evitar por completo) estos efectos negativos. En tal sentido, apoyamos las propuestas recientes de la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos Janet Yellen y del primer ministro italiano Mario Draghi para ponerle un máximo al precio que recibe Rusia por cada barril de petróleo.
La UE puede hacerlo aprovechando su poder de compra en los próximos cinco meses y el hecho de que la mayor parte (alrededor del 70%) del petróleo ruso se transporta en barcos con propiedad, financiación y seguro de entidades de la UE, del Reino Unido y de otros países aliados. Estas medidas ya se están discutiendo entre los estados miembros de la UE, y alentamos a todos los demás países a sumarse.
Como el costo marginal de producción en los campos petroleros actuales de Rusia es excepcionalmente bajo, se puede fijar un precio máximo exiguo, que reducirá al mínimo los ingresos de Putin sin eliminar los incentivos para que Rusia siga exportando. De ese modo, al no detenerse la provisión de petróleo a los mercados internacionales, se evitará un efecto negativo sobre los precios en el corto plazo.
Un precio máximo se puede implementar de varias maneras, ya sea como una restricción directa o como un arancel. La ventaja de un arancel o de una estructura de tipo impositivo es que generará ingresos que pueden usarse para cubrir los costos de alojar a unos cinco millones de ucranianos que se han refugiado en la UE o para ayudar a otras personas de bajos ingresos (en Europa y en otros lugares) que sufren los efectos de la guerra de agresión de Putin.
Por supuesto, Rusia puede negarse a suministrar petróleo a menor precio. Pero no hay que olvidar que durante la pandemia se mostró muy dispuesta a vender, aunque los precios habían caído hasta veinte dólares por barril. Además, si Rusia corta la producción, provocará daños a sus pozos petroleros, y en la práctica se autoexcluirá de la OPEP+. La pérdida para la economía rusa será inmediata, y el rublo quedará expuesto a una presión inmensa.
Lee también: Hay que pensar dos veces antes de seguir sancionando a Rusia
Sin divisas duras, a Putin le costará comprar a otros países componentes para cohetes y otros armamentos. Con su gobierno privado de ingresos, Rusia tendrá que emitir más dinero para sostener el esfuerzo bélico, y eso acelerará la inflación. Occidente ha hecho grandes avances en el diseño de sanciones para frenar la guerra de Putin en Ucrania. Ahora es el momento de completar lo hecho.