NUEVA DELHI – La pregunta de cómo controlar mejor la inflación ha regresado a la agenda de política económica y la opinión está dividida respecto de cómo abordarla. La visión convencional hace hincapié en la necesidad de políticas monetarias más ajustadas y considera que las tasas de interés más altas y una provisión reducida de liquidez están justificadas, aún si atenúan la frágil recuperación económica que hoy está en marcha en muchos países. Otros sostienen que la inflación de hoy es transitoria, como consecuencia de cuellos de botella temporarios en las cadenas de suministro y cambios en el mercado laboral, y que se autocorregirá pronto.
En los países ricos, los responsables de las políticas todavía dependen principalmente de herramientas macroeconómicas para hacer frente a la inflación. Pero hay un conjunto de aumentos de precios que es diferente de los demás: la inflación del precio de los alimentos. Este fenómeno no sólo tiene un impacto directo mucho mayor en la vida de la gente, especialmente en las economías en desarrollo; también refleja causas más complejas y abordarlo de manera efectiva exige un conjunto completamente diferente de estrategias. Desafortunadamente, los gobiernos no las están discutiendo lo suficiente.
Esta falta de atención es profundamente preocupante. A fines de 2021, el índice de precios de alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estaba en su nivel más alto en una década y cerca de su pico previo de junio de 2011, cuando muchos advertían sobre una crisis alimentaria global. Asimismo, el incremento del año pasado fue repentino: de 2015 a 2020, los precios de los alimentos habían sido relativamente bajos y estables, pero se dispararon en promedio el 28% en 2021.
Gran parte de este incremento fue impulsado por los cereales: los precios del maíz y del trigo aumentaron el 44% y el 31% respectivamente. Pero los precios de otros alimentos también escalaron: los precios del aceite vegetal alcanzaron un pico récord durante el año, el azúcar subió el 38% y los incrementos de los precios de la carne y de los productos lácteos, aunque menores, fueron de todas maneras de dos dígitos.
La inflación de los precios de los alimentos actualmente supera el aumento del índice de precios general, y es aún más alarmante dada la caída significativa de los ingresos salariales de los trabajadores durante la pandemia de COVID-19 –especialmente en países de bajos y medianos ingresos-. La combinación letal de alimentos más caros y menores ingresos está produciendo incrementos catastróficos del hambre y la desnutrición.
Existen muchas razones posibles para el alza de los precios de los alimentos. Algunas son sistémicas. Los problemas de las cadenas de suministro –especialmente con respecto al transporte- han sido un factor importante que impulsó los aumentos de los precios para un amplio rango de materias primas. En consecuencia, los precios de los granos subieron rápidamente en 2021, a pesar de una producción global récord de casi 2.800 millones de toneladas.
Los precios de la energía también son importantes a la hora de determinar el costo de producir y transportar los alimentos. El gran incremento de los precios del petróleo en 2021 obviamente afectó los precios de los alimentos que tuvieron que asumir los consumidores.
Por otra parte, los episodios climáticos extremos más frecuentes hacen que la producción de cultivos sea más volátil y reducen los rindes. Algunos han dicho que los precios de las materias primas agrícolas tan disparatados como el café brasileño, las papas belgas y los guisantes amarillos canadienses (hoy muy utilizados por la industria alimenticia para producir sustitutos de la carne basados en plantas) aumentaron marcadamente el año pasado después de que episodios climáticos inducidos por el cambio climático minaran la producción.
En marzo de 2021, la FAO advirtió que los desastres relacionados con el clima cada vez más frecuentes afectaban los suministros agrícolas. Las sequías son la mayor amenaza: representan más de un tercio de las pérdidas de cultivos y ganado en países de ingresos bajos y medios bajos. Pero las inundaciones, las tormentas, las pestes, las enfermedades y los incendios forestales también se han vuelto más intensos y generalizados, como quedó en evidencia el año pasado.
En los próximos años podemos esperar una mayor presión relacionada con el clima sobre la producción de alimentos. Las regiones en desarrollo en Asia y África probablemente sean las más afectadas. Las amenazas para la producción de alimentos generadas por el riesgo climático subrayan la necesidad de una mayor cooperación internacional para abordar el calentamiento global y sus consecuencias. Tristemente, esa colaboración parece poco probable.
Pero algunos de los otros factores que contribuyen a los aumentos de los precios de los alimentos son el resultado directo de cambios de políticas y regulatorios. Estos incluyen el significativo incremento en el almacenamiento por parte de gobiernos y consumidores, generado por temores de que las nuevas olas de la pandemia de COVID-19 ejerzan una mayor presión sobre los suministros de alimentos. La expectativa de futuros incrementos de los precios de los alimentos luego se vuelve autocumplida, debido a la mayor demanda actual.
En noviembre pasado, la FAO estimó que la cuenta global de importaciones de alimentos en 2021 sería la mayor de la historia, en más de 1,75 billones de dólares, un incremento del 14% respecto de 2020 y un 12% más alta que el pronóstico de la FAO de hace apenas unos meses. Estas son malas noticias para las economías de bajos ingresos, que pueden tener requerimientos de importaciones de alimentos más apremiantes que otros países, pero que podrían quedar fuera de los mercados globales por la mayor demanda.
El otro factor importante es la especulación financiera en los mercados alimenticios, que recientemente ha resurgido. Las materias primas alimenticias se convirtieron en una clase de activo después de la desregulación financiera en Estados Unidos a comienzos de los años 2000, y hay pruebas contundentes de que esto desempeñó un papel importante en la desestabilizante volatilidad de los precios de los alimentos de 2007-09. En los últimos años, estas materias primas se habían vuelto menos atractivas para los inversores, pero eso cambió durante la pandemia.
A pesar de la alta volatilidad, las posiciones largas en los principales mercados de materias primas alimenticias fueron importantes y positivas durante gran parte de 2021, lo que sugiere que los inversores financieros esperaban que los precios subieran. El volumen de estas inversiones creció sustancialmente el año pasado, gracias a vacíos regulatorios persistentes y a la disponibilidad de crédito barato para las instituciones financieras.
A diferencia de algunas de las fuerzas más sistémicas que afectan la oferta y los precios de los alimentos en el mediano plazo, los responsables de las políticas podrían fácilmente abordar las cuestiones de la acumulación y la especulación. Pero eso exige que los gobiernos acepten que esos son problemas, y conciten la voluntad para resolverlos. Hasta que no lo hagan, la inflación de los precios de los alimentos seguirá golpeando más a los pobres del mundo.
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