BASILEA – La pandemia de la COVID-19 aceleró tremendamente el uso de las tecnologías digitales en el sector de la salud; para muchos de quienes ya no podían acceder a la atención en persona, los servicios de salud virtuales se convirtieron en una cuestión de vida o muerte.
Esta revolución no terminará con la pandemia, pero sin una administración seria, la brecha digital podría exacerbar las desigualdades en la salud. Sobre todo, para guiar al futuro de la salud virtual de tal forma que nadie quede fuera, tenemos que aprender de los últimos 18 meses y hacernos las preguntas adecuadas.
Ya desde los meses iniciales la pandemia produjo un desplazamiento masivo hacia los servicios virtuales de salud. En Francia, las consultas de telemedicina pasaron de 40 000 a 4,5 millones entre febrero y abril de 2020. En la India, las consultas de salud en línea por parte de personas de más de 50 años de edad aumentaron el 502 % el año pasado. La inversión mundial en salud digital se duplicó en términos interanuales en 2020, para alcanzar los 21 600 millones de dólares. Y las organizaciones no gubernamentales e intergubernamentales —desde la Comisión de la Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible hasta la Organización Mundial de la Salud— se enfocaron más profundamente en esta cuestión.
El gran crecimiento de los servicios de salud virtual durante la pandemia implicó muchos cambios en las políticas y nuevas formas de hacer negocios, en algunos casos eso fue beneficioso y servirá como base para otros avances, pero la velocidad de los cambios a menudo implicó una implementación incoherente y resultados irregulares.
Todavía es demasiado pronto como para adoptar una visión pospandemia definitiva de los servicios virtuales de salud y el enfoque de cada país debe, por supuesto, adecuarse a los contextos locales. Pero podemos empezar a identificar las preguntas adecuadas para dar forma al futuro de este sector de rápido crecimiento en el mundo.
En primer lugar, ¿cuál es el valor real que pueden proporcionar estos servicios? Si consideramos a la salud virtual meramente como un ejemplo sectorial específico de tecnologías emergentes, puede generar eficiencias e incluso mejorar resultados, pero no alcanzará su potencial completo.
En muchos entornos, las tecnologías que ya son parte de la vida diaria de la gente pueden empoderar a los pacientes. Los servicios virtuales pueden ayudar a la gente a reenfocar su salud de manera personalizada, familiar y conveniente. Mientras que las visitas a las instalaciones de salud a veces pueden ser experiencias frías e intimidantes, o incluso logísticamente imposibles, los servicios virtuales permiten que la gente se involucre en sus propios términos, desde sitios que le resultan cómodos. Especialmente en los países con ingresos bajos y medios, ampliar la telemedicina puede ayudar a compensar la falta de infraestructura física al tiempo que ofrece una manera adicional de conectar a las poblaciones remotas con los sistemas de salud nacionales.
En segundo lugar, ¿cómo puede la atención virtual promover la equidad? La OMS identificó recientemente a la equidad sanitaria como uno de los cuatro principios orientadores para su Estrategia mundial sobre salud digital, e hizo un llamado a invertir en infraestructura, educación y recursos para ayudar a los países con ingresos bajos y medios a adoptar nuevas tecnologías digitales para la salud. Y, en junio de 2021, los ministros del G7 enfatizaron que los servicios virtuales para la salud deben ser «inclusivos, integrales y equitativos».
Incluso en los países con altos ingresos, las comunidades marginadas a menudo sufrieron lo peor de la pandemia de la COVID-19 por la combinación de desigualdades históricas y heredadas. Cumplir en su totalidad la promesa de la atención de salud virtual implica aprovechar la conectividad digital para llegar a quienes antes quedaron excluidos.
En tercer lugar, ¿qué enfoques para los servicios de salud virtual son más prometedores? Los países con regímenes regulatorios flexibles fueron los que mejores resultados tuvieron durante la pandemia. Un cambio político clave que algunos países adoptaron rápidamente fue eliminar el requisito para los nuevos pacientes de una consulta en persona antes de recibir atención virtual. También sabemos que los datos y la inteligencia artificial ayudan en gran medida a la atención de salud virtual y seguirán haciéndolo. El monitoreo, los análisis y la toma de decisiones en tiempo real solo son posibles si los datos se gestionan adecuadamente a escala.
Pero los enfoques basados en datos generan inquietudes importantes sobre la privacidad, el almacenamiento de los datos y el uso de la información, que deben ser considerados cuidadosamente en el contexto de los derechos humanos y las normas éticas. Para ayudar a los gobiernos a ocuparse de esas inquietudes, la estrategia mundial de la OMS proporciona un marco regulatorio para garantizar el uso adecuado de los datos de salud, define conceptos clave como la designación de los datos de salud como bienes públicos mundiales y ofrece lineamientos de principios para compartir los datos de manera equitativa.
Finalmente, ¿cómo seguir avanzando? Si estudiamos cuidadosamente el impacto de la pandemia sobre los servicios virtuales de salud, podemos identificar las mejores prácticas, apoyarnos en las que funcionaron y reformar lo que haga falta. Podemos proporcionar herramientas prácticas para mantener y ampliar los avances en salud virtual, gestionar el período subsiguiente al aumento de la demanda de estos servicios inducido por la pandemia, y marcar el inicio de un futuro transformador y equitativo.
Para facilitar este análisis, la fundación Novartis y la OMS lideran un nuevo grupo de trabajo de la Comisión de la Banda Ancha para el Desarrollo Sostenible sobre servicios de salud virtuales y basados en datos. Buscamos juntos ayudar a los países a cerrar la brecha digital, incluir a quienes previamente quedaron marginados y lograr una atención sanitaria de calidad para todos.
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