Aceptando sin conceder que todos tienen algo de razón en la apasionada polémica en torno a la existencia y pertinencia de las Conferencias Matutinas que encabeza el presidente López Obrador de lunes a viernes, lo cierto es que hay pocos análisis medianamente técnicos sobre su incidencia desde la perspectiva de la comunicación política. Echémosle un vistazo desde este mirador.
Las mañaneras de antes.
Como jefe de Gobierno del DF del 2000 al 2006, AMLO lanzó las mañaneras con el propósito expreso de romper el cerco informativo que, a decir de él, se cernía sobre su gestión. En realidad, su reto mediático era entrar al ciclo informativo de la época desde su condición de encabezar un gobierno local en la sede de los poderes de la federación.
Recordemos que en el 2000 El Canal de las Estrellas era prácticamente el único medio de alcance nacional, así las notas que marcaban la agenda nacional eran las que aparecían en el noticiero nocturno de la televisión. Los periódicos, de alcance mucho más restringido, publicaban las noticias del día anterior. En ese momento la radio matutina estaba condenada a replicar la información de la TV y de los periódicos. Sólo Gutiérrez Vivó pudo posicionarse como el noticiero radiofónico número uno de la Ciudad al convertirse en una suerte de premoción del Waze con la información vial.
En este horizonte, nadie calibró el impacto que alcanzarían las Mañaneras que AMLO inició el 31 de mayo de 2001. Modificó el ciclo informativo de la época al colocar a la radio como el centro de las primicias informativas en tiempo real, desplazando a la TV. De ahí la pertinencia estratégica de realizarlas a las 6.30 de la mañana. Su intención no era competir con los noticieros matutinos de la época, sino de posicionarse como la principal fuente informativa de la radio para que pudiera competir con la TV y los periódicos por la agenda pública. Con el tiempo la TV y los periódicos tuvieron que retomar la información de las mañaneras, so pena de quedarse rezagados en la competencia informativa.
Esta estrategia la aderezó con información apegada a criterios noticiosos: oportuna, cercana, sorprendente, polémica, beligerante, etc. pero nada light. Así estuvo en condiciones de competir por la agenda mediática con el gobierno federal encabezado por el primer presidente que derrotó al PRI después de 70 años de gobierno, Vicente Fox, quien, por cierto, desde el primer mes de su mandato cedió el escenario mediático, nacional e internacional, al inefable Sub-Comandante Marcos, a Dorito y al Zapatour y luego a su vocero presidencial.
Las 1,377 mañaneras le permitieron a AMLO definir la agenda mediática nacional desde el gobierno local, posicionarse nacionalmente, así como alcanzar y mantener amplios márgenes de aprobación que darían sustento a sus aspiraciones presidenciales. Además, centralizó la información evitando contradicciones a su narrativa, construyó una fuente periodística cercana y confiable nulificando las entrevistas banqueteras. Este fue el saldo de las 39,117 preguntas que contestó AMLO en sus mañaneras como jefe de Gobierno del D.F.
Las mañaneras de hoy.
De acuerdo con lo expresado por el propio presidente López Obrador durante su primera emisión, el propósito de la nueva temporada de las mañaneras es el de garantizar el derecho a la información sobre los asuntos públicos. Podemos agregar que en esta segunda temporada las mañaneras también se han constituido en uno de sus principales instrumentos de gobernabilidad que le permite mantener, según las encuestas, más del 60% de aprobación, aún en una coyuntura mundial adversa marcada por las crisis sanitaria y económica.
Las mañaneras constituyen un modelo de comunicación política que AMLO desarrolló hace 20 años. Nadie como él pondera su importancia estratégica. Por eso su primera emisión fue su primer acto público de su primer día hábil como presidente, 3 de diciembre de 2018. Recordemos que como jefe de Gobierno le tomó 6 meses encontrar la cuadratura al círculo. Ahora, ya tenía probado el modelo y solo repite lo que ya le dio resultado.
En lo general las mañaneras de antes y las de hoy son el mismo modelo de comunicación, pero con resultados diferentes que obedecen a dos cambios fundamentales de contexto.
En primer lugar, las redes sociales transformaron radicalmente no solo los ciclos informativos, sino también los canales de distribución de contenidos y los hábitos de consumo de medios. Gracias a las benditas redes sociales las mañaneras cuentan con canales propios de distribución de contenido con capacidad potencial de llegar a todo usuario de una red en tiempo real. Así, los medios tradicionales se ven obligados a retomarlas como fuente informativa, independientemente de si es para criticar o para apoyar lo que se diga. De hecho, entre más polémica, mejor.
En segundo lugar, la dimensión política del emisor, AMLO, cambió cualitativamente. Ahora es presidente de México y con ello se disparó el alcance e impacto consustancial de sus contenidos. Por ejemplo, que yo recuerde nunca lo señalaron por atentar contra la libertad de expresión por sus mañaneras como jefe de Gobierno, como ahora sí lo hacen como presidente de México, siendo que su dinámica argumentativa se ha mantenido más o menos igual de beligerante, directa y personalizada.
En fin, ya habrá tiempo de analizar a detalle la realidad de las mañaneras, como diría el camarada Niklas Luhmann, o de detenerse en la discusión jurídica-política sobre su pertinencia o impertinencia.
Por lo pronto es un hecho que las mañaneras constituyen un arriesgado, pero efectivo modelo de comunicación para aquellos actores políticos que se quieran subir a la batalla mediática. Es probable que veamos algunos rounds de sombra por parte de algunos gobernantes locales, como Samuel García quien prometió un modelo tropicalizado de las mañaneras de AMLO para mantener informados a los neoloneses. La batalla mediática nunca termina. Y seguirá evolucionando de la mano de la tecnología y de la audacia e imaginación de los actores políticos.