EVANSTON – “En los últimos cien años, el Partido Comunista Chino ha unido y liderado al pueblo chino para escribir el capítulo más espléndido en la historia milenaria de la nación china”, declaró el presidente Xi Jinping en la celebración del centenario del PCC, en un discurso que hizo hincapié en el rol del Partido a la hora de impulsar el éxito de China, incluido su ascenso económico. Pero el historial económico del PCC, en realidad, es mixto y hasta quienes lo reconocen muchas veces pasan por alto que sus éxitos y fracasos surgen de los mismos fundamentos económicos.
Xi tiene razón al decir que, bajo la conducción del PCC, China ha alcanzado el “salto histórico” para pasar de ser uno de los países más pobres del mundo, con “fuerzas productivas relativamente retrasadas”, a convertirse en un país de ingresos medios con la segunda economía más grande del mundo. Lo que no dijo es que estos antecedentes están viciados de fracasos importantes, como el Gran Salto Adelante (1958-62), que condujo a la mayor hambruna en la historia humana, y décadas de leyes estrictas de planificación familiar que contribuyeron a una escalada de la crisis demográfica.
La capacidad del PCC para movilizar recursos de manera efectiva le permitió ofrecer bienes públicos en gran escala que ayudaron a impulsar el desarrollo. El Partido, especialmente, hizo enormes inversiones en salud pública y educación, a partir de principios de los años 1950. Como resultado de ello, China alcanzó uno de los incrementos sostenidos más rápidos en la expectativa de vida al nacer, de 35-40 años en 1949 a 77,3 años hoy. Las tasas de inscripción escolar también se han disparado, del 20% a casi universal en el nivel primario y del 6% a alrededor del 88% en el nivel secundario. El alfabetismo aumentó del 20% en 1949 al 97% en la actualidad.
En la era de reformas posterior a 1978, el estado también invirtió en transporte y energía renovable. Entre 1988 y 2019, la extensión total de las autopistas chinas se sextuplicó; ahora superan la extensión de las autopistas interestatales en Estados Unidos.
Asimismo, China ha construido 50 plantas de energía nuclear de tercera generación y ha venido aprobando 6-8 nuevos reactores cada año. Y recientemente anunció una red eléctrica de ultra-alto voltaje. Esos esfuerzos estarán guiados por la promesa ambiciosa de garantizar que la energía eólica, hidráulica y solar representen el 25% del consumo de energía primario en China en 2030.
Esta capacidad de movilizar recursos para invertir en bienes públicos a esta escala tan importante refleja una de las mayores fortalezas del PCC. Tiene el poder político para impulsar políticas económicas que son buenas para el crecimiento general, en áreas donde la inversión privada no sería óptima.
La atención médica, la educación, la energía renovable y la infraestructura sin duda contribuyen al crecimiento económico y crean un valor social significativo. Pero la gente que gana no siempre es la misma que paga. Mientras que la gente educada y saludable es más productiva económicamente, los padres que hicieron las inversiones relevantes no necesariamente recogen los frutos. La energía renovable beneficia a las generaciones futuras, pero afecta a las economías locales que hoy dependen del carbón. Las nuevas autopistas benefician a las poblaciones recientemente conectadas, pero los agricultores pierden su sustento cuando se decomisa la tierra para los nuevos caminos.
Estos son ejemplos de manual de cómo la divergencia entre la valuación privada y social puede conducir a una inversión que no es óptima. Sin intervención del gobierno, no se hace suficiente inversión. Pero mientras que los intereses privados podrían estar en condiciones de imponer su argumento en algunos países, el PCC tiene el poder para imponer sus decisiones políticas en China. Y si bien un liderazgo político decisivo muchas veces ha impulsado el progreso, la escala e intensidad de la implementación de políticas en China implica que cuando los responsables de las políticas están equivocados, las consecuencias fácilmente pueden resultar calamitosas.
Esto sucedió durante el Gran Salto Adelante, cuando la colectivización de la agricultura obligó a los campesinos a realizar cultivos sin compensación financiera o derechos de propiedad privada. Los incentivos distorsionados hicieron que mantener la producción y rastrear la producción y la capacidad regional resultara difícil. La consiguiente Gran Hambruna China resultó en 22-45 millones de muertes en apenas dos años, y la economía se estancó: China experimentó un crecimiento anual igual a cero o negativo durante las dos décadas siguientes.
La política de fertilidad de China amenaza con crear otro problema serio. Cuando la República Popular fue fundada en 1949, tenía una población de 540 millones de personas. Luego el PCC implementó políticas pro-natalidad, como limitar el acceso a la contracepción, y la población creció a 841 millones para 1971.
Pero como China había soportado la hambruna recientemente, el PCC luego pasó a restringir la fertilidad, con la política extrema de un solo hijo que duró de 1979 a 2016. La población siguió creciendo durante ese período, y hoy está en 1.400 millones de personas. Pero la política de un solo hijo aumentó sustancialmente la tasa de dependencia de los adultos mayores y contribuyó a un ratio entre sexos altamente sesgado hacia los hombres.
La implementación del Gran Santo Adelante y de las políticas de planificación familiar del PCC –al igual que sus inversiones en salud, educación, energía renovable o infraestructura física- descansó en la capacidad del Partido de impulsar la movilización popular para convencer a los seguidores y coaccionar a los rezagados. Pero existe una distinción importante en los fundamentos económicos.
La mayoría de los beneficios de la producción agrícola y la fertilidad son absorbidos por los individuos que pagan por ellos; los valores sociales y privados son muy similares. Cuando los intereses de los individuos están alineados con las necesidades sociales, no hay tanta necesidad de una intervención estatal. Si a esto le sumamos los desafíos de la implementación –inclusive evaluar cuántos alimentos debería producir un agricultor o cuántos hijos debería tener una familiar-, las intervenciones en estas áreas no sólo no sirven de nada, sino que son extremadamente costosas.
El discurso por el centenario de Xi dedicó mucha atención a los planes del Partido para el futuro y su objetivo de “transformar a China en un gran país socialista moderno en todos los sentidos” para 2049, el centésimo aniversario de la República Popular. Para tener éxito, el PCC necesitará utilizar su poder político para impulsar políticas económicas. Sin embargo, es de esperar que ejerza el poder de manera juiciosa, que se centre en los bienes púbicos donde el valor social es muy superior al valor privado y que deje el resto en manos del pueblo chino.