STANFORD – Una de cada cuatro. Esa es la proporción de mujeres estadounidenses que están considerando poner freno a sus carreras o abandonar completamente el mercado laboral debido al impacto de la COVID-19. En tan solo un año la pandemia obligó a más de 2 millones de mujeres en Estados Unidos a salir del mercado laboral, creando la mayor brecha en el empleo entre hombres y mujeres en dos décadas.
Las madres trabajadoras, quienes en más del 40 % de los casos son el principal sustento del hogar, resultaron especialmente golpeadas. Muchas sencillamente no pueden equilibrar sus carreras con el abrumador aumento de responsabilidades hogareñas. Esto refleja tendencias similares en el mundo: las mujeres perdieron empleos a una tasa mayor que los hombres en 2020 debido a que debieron dedicar, en promedio, 30 horas o más por semana al cuidado de los niños.
La COVID-19 ha obligado a una enorme cantidad de mujeres a abandonar el mercado laboral justo cuando necesitamos con urgencia que más de ellas ocupen puestos de liderazgo en todos los sectores —incluido nuestro propio campo, el de la salud mundial—. Sin el conocimiento de las mujeres, su talento para el liderazgo y perspectivas únicas, el camino hacia la recuperación podría ser mucho más largo y nos arriesgamos a no estar lo suficientemente preparados para la próxima crisis de salud, especialmente dadas las claras consecuencias de género de la pandemia.
Se ha demostrado que la presencia de mujeres en puestos de liderazgo produce más políticas que mejoran la calidad de vida de la gente y reflejan las prioridades de las familias y las comunidades marginadas, los grupos más desproporcionadamente afectados por esta pandemia. En la salud mundial, las voces de las mujeres son fundamentales para impulsar acciones intencionales y holísticas en desafíos importantes, que con excesiva frecuencia se pierden de vista cuando la mayoría de quienes toman las decisiones son hombres.
Cuando no hay mujeres involucradas, las consecuencias son graves. La pandemia produjo aumentos de la violencia en el hogar y suspensiones o demoras en los servicios de salud sexual y reproductiva, que a menudo dejaron a los gobiernos faltos de preparación en dificultades para responder. Durante demasiado tiempo carecimos de datos desagregados por sexo, incluida la forma en que el contagio de la COVID-19 y vacunación contra ella afectan a las embarazadas, simplemente porque los investigadores no se ocupan rutinariamente de estas cuestiones. Seguiremos enfrentando dificultades en estos y otros temas a menos que las mujeres estén mejor representadas en la toma de decisiones.
Pero, mientras reconstruimos después de la devastación de la COVID-19, tenemos la oportunidad de incorporar nuevas y mejores formas de trabajar para que los padres no deban optar entre sus carreras y sus responsabilidades familiares, y para que las mujeres puedan prosperar y liderar. En la salud mundial, como en otros campos, el primer paso es reconocer y eliminar las barreras, e instar a quienes detentan el poder a que incluyen los cambios necesarios en las políticas, la asignación de recursos y las normas culturales.
En primer lugar, debemos lograr que nuestros lugares de trabajo permitan una mejor integración con la familia a través de medidas como horarios flexibles, atención subsidiada para los niños y licencias por motivos familiares. Debemos además desmantelar los sesgos sexistas que limitan las carreras de las mujeres, entre ellos, los falsos supuestos negativos sobre las madres, que tienden impactos negativos en las decisiones de contratación y los ascensos.
Debemos además reconocer que los desafíos relacionados con la pandemia no afectaron a todas las mujeres del mismo modo. En EE. UU., como en muchos otros países, las mujeres que ya enfrentan dificultades adicionales —porque son negras, hispanas o madres sin pareja— soportan una carga aún más pesada. Debemos fomentar políticas que puedan corregir este desequilibrio. Esas políticas deben incluir, especialmente, el cuidado universal de los niños, que ayuda a solucionar las desigualdades que enfrentan las mujeres marginadas.
Las mujeres no debieran tener que sacrificar su salud, trabajo ni potencial de liderazgo en pos del mítico «equilibrio entre el trabajo y el hogar». Necesitamos el mejor liderazgo posible —aprovechando a la humanidad entera, no solo al 50 % de ella— para mejorar los resultados de salud y el bienestar de la gente en todo el mundo.
Millones de mujeres se vieron ya obligadas a dejar el mercado laboral durante esta pandemia y muchas otras lo están considerando. Si no actuamos ahora para revertir esta tendencia, la brecha puede convertirse en un obstáculo infranqueable. No podemos darnos el lujo de perder a quienes nos ayudarán con su liderazgo a salir de esta emergencia de salud y de otras futuras.
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