“Si no me lo quieren creer, nada va a cambiar entre nosotros, pero el maravilloso Metro que tiene la Ciudad de México es mío. Me lo regaló mi marido” dijo María Félix en una entrevista con Ricardo Rocha, en 1996. Más que una frase casi poética, sus palabras tienen mucho de verdad, desde cierto punto de vista.
Historiadores y periodistas concuerdan que María Félix jugó un papel determinante en las relaciones entre el gobierno mexicano y el de Francia para concretar la llegada del Metro a la CDMX.
Alfonso Suárez del Real, uno de los cronistas de la Ciudad de México más respetados de nuestros tiempos y actual Secretario de Gobierno capitalino, escribió un artículo en el que narra cómo María Félix fue de las primeras personas en sugerir la creación del Metro:
“Aún se recuerda el desplante de la diva a la invitación del regente Ernesto P. Uruchurtu para que el matrimonio Berger fijara definitivamente su residencia en la Ciudad de México, a lo que María Félix respondió: ‘Señor regente, esta es una bella capital de provincia a la que le falta el Metro para ser capital de un país cosmopolita'”.
Esas palabras tendrían eco y marcarían un largo camino hacia la creación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, que nuevamente involucrarían a María Félix en el proyecto.
Nadie quería construir el Metro
En la década de los 50, ya se había presentado un proyecto de transporte masivo para la Ciudad de México. En aquellos años, el sistema de tranvías y de camiones concesionarios comenzaba a ser insuficiente para mover a la población capitalina.
Bernardo Quintana, fundador de ICA, fue uno de los impulsores del Proyecto Metro, antes de que este se llamara así. Realizó estudios que demostraron la viabilidad de un transporte metropolitano, pero el presidente López Máteos optó por rechazar la idea, debido al historial sísmico de la CDMX.
Uruchurtu quería mantener su plan de hacer autopistas y viaductos en la Ciudad. Consideraba que un sistema como el que proponía Quintana era muy riesgoso. Las pocas personas que lo defendían no tuvieron más remedio que abandonar la idea tras el sismo de 1957, que causó el colapso de varios edificios y hasta del Ángel de la independencia.
A la llegada de Gustavo Díaz Ordaz a la presidencia y con Alfonso Corona del Rosal como regente de la Ciudad de México, el proyecto de Bernardo Quintana fue nuevamente analizado por las autoridades, pero el elevado costo que significaría ejecutarlo se convirtió en un gran problema.
México no tenía dinero para llevar a cabo una obra de tal magnitud. Además, las Olimpiadas de 1968 absorberían mucho del gasto público para la creación de instalaciones, calles, estadios y otras construcciones relacionadas.
Nuevamente, se dio carpetazo al trabajo de Bernardo Quintana y se optó por ampliar el sistema de transportes eléctricos que ya había en la Ciudad.
La intervención de María Félix
El éxito de María Félix en las pantallas fue inmediato. Desde su debut en El Peñón de las Ánimas, en 1942, su talento y personalidad impulsaron su carrera hasta lo más alto del Cine de Oro de México y también ganó reconocimiento internacional.
La Doña siempre estuvo interesada en conocer el mundo y aprender todo lo que le fuera posible. Por su paso en Francia, quedó encantada por la ciudad parisina, en donde compró un departamento para vivir cuando filmaba en Europa.
Tras la muerte de su tercer esposo, el actor Jorge Negrete, María Félix decidió pasar más tiempo en París, ahí se reencontró con Alex Berger, un empresario francés al que había conocido años atrás.
Con Alex Berger comenzó una relación que culminó en matrimonio en 1956. Este evento, indirectamente, es muy importante para la historia del Metro de la Ciudad de México.
María y Alex alternaban su residencia tanto en México, como en Francia. Berger era uno de los hombres de finanzas más respetados de su época:
“Él, en mi casa de México, se hizo querer de todo el mundo. Por su encanto personal y por su empatía, todo el mundo lo quería”, dijo María Félix en la entrevista con Ricardo Rocha.
Tras su paso en México, Alex Berger se hizo buen amigo de Bernardo Quintana y su popularidad llegó hasta las altas esferas del gobierno mexicano.
Además, en la Francia gobernada por el general Charles de Gaulle, Alex Berger también tenía una gran reputación. En México, esto no paso desapercibido.
La administración de Charles de Gaulle inició proyectos de inversión en Latinoamérica y esto llamó la atención de las autoridades mexicanas, ya que lo vieron como una oportunidad para revivir el proyecto de Bernardo Quintana.
Así pues, el esposo de María Félix fue consultado para dar su opinión acerca de la idea del transporte metropolitano de la Ciudad de México. La Doña cuenta que en su casa de Polanco se levaron a cabo muchas de las reuniones de planeación del Metro.
Alex Berger quedó encantado de la idea de su amigo Bernardo Quintana y aceptó ser intermediario entre los gobiernos de México y Francia para iniciar las conversaciones de un posible financiamiento.
Las negociaciones fueron un éxito. Francia y México firmaron el acuerdo de un crédito para iniciar la construcción del transporte metropolitano. Desde ese momento, ambas naciones mejoraron su relación diplomática y quedaron hermanadas por el Metro.
En abril de 1967 se decretó en el Diario Oficial de la Federación la creación del Sistema de Transporte Colectivo Metro, en el que Alex Berger seguía teniendo una gran participación.
La actriz de la Época de Oro del Cine Mexicano nunca ocultó su intervención en la creación del Metro de la CDMX y le atribuyó, aunque de manera errónea, toda la idea a Berger:
“La primera idea de hacer el Metro en México fue de Alex Berger, mi marido y fue el alma del proyecto hasta el final. Que competencia la suya. Él me dijo: ‘Tú que tanto quieres que tu país progrese y sueñas con eso y eres tan farolona y te gusta lo fabuloso, ahí te va un regalo. Nada menos que el Metro de la CDMX, yo me reí cundo me lo dijo, pero Alex cuando prometía, cumplía”.
Las obras arrancaron en junio de ese año en Avenida Chapultepec. Conforme avanzaba la construcción, Francia y México colaboraron en múltiples avances de ingeniería, obra civil y mecánica.
María Félix narra que cuando las obras de las primeras líneas se concluyeron, su esposo cumplió su promesa y le entregó el Metro como un regalo:
“Si no me lo quieren creer, nada va a cambiar entre nosotros, pero el maravilloso Metro que tiene la Ciudad de México es mío. Me lo regaló mi marido”.
Cada que podía, la Doña expresaba su amor por México, su cultura, su historia, sus construcciones y su gente. Ella decía que aunque casi siempre está lejos, nunca le quitaba el ojo de encima a su país.
Ella se atribuye también el rescate de la Fuente de la Diana Cazadora, ubicada en el Paseo de la Reforma, la cual había sido censurada y hasta retirada de su sitio original por mostrar un cuerpo desnudo.
Pero esa historia, la puedes conocer en la siguiente nota:
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