El agua potable es vital para la vida humana tal y como la conocemos. Diariamente, una persona requiere de 20 a 50 litros para satisfacer sus necesidades de consumo e higiene, de acuerdo con estimaciones de la Organización Mundial de la Salud.
La cantidad de agua dulce en el mundo es limitada y mucho más la que puede ser potabilizada. Además, no todas las personas en el mundo cuentan con acceso a ella.
Es por eso, que cada vez se hace más urgente la necesidad de hacer un uso responsable del líquido vital y mejorar los sistemas de producción, purificación, distribución y almacenamiento de este líquido.
A pesar de que actualmente existen procesos minuciosamente avalados para obtener agua potable apta para el consumo humano, muchas personas evitan el grifo y prefieren comprarla de manera embotellada.
Lo anterior es entendible, ya que en múltiples ocasiones, al menos en México, el agua que viene de la llave puede llegar en mal estado, con un color amarillento o sabores extraños y de aquí se desprende una duda muy interesante: ¿el agua se echó a peder?
El agua embotellada no se queda atrás, ya que cuentan con una fecha de caducidad impresa en la tapa o etiqueta, sin importar la presentación o cantidad ¿También se echará a perder después del tiempo que marca? ¿Dejarla abierta es malo? Bueno, la respuesta es que sí y no, dependiendo el contexto. Vamos a explicarlo a continuación.
¿El agua caduca?
La respuesta rápida es no. Tanto el agua dulce que encontramos en lagos y ríos, como la potable y la embotellada no tienen una fecha de caducidad. Pueden pasar milenios y seguirá siendo apta para el consumo humano.
Obviamente, si el agua que sale de tu llave viene de color amarillento, con tierra o mal olor, no te la vas a tomar, porque lo más seguro es que esté contaminada o descompuesta.
Ojo, no es lo mismo que el agua se encuentre descompuesta/contaminada a que haya caducado. Como dijimos, este líquido no tiene una fecha de degradación, todo lo que hace que se ‘eche a perder’ es causado por agentes y situaciones externas en el ambiente o sistemas de distribución o almacenamiento.
En México, los sistemas de distribución y almacenamiento de agua potable (tuberías, pozos, plantas de bombeo, etc.) están en constante renovación, ya que algunas instalaciones pueden llegar a tener casi 100 años de antigüedad, lo que origina que se liberen toxinas o bacterias en el agua que corre a través de ellas.
Si en un lago de agua dulce alguien arroja basura o químicos, evidentemente se va a contaminar. Pero si ese cuerpo acuífero permanece limpio y con buen cuidado, podrás beber de él hasta el fin de los tiempos (o hasta que se agote, que es probable que pase antes).
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¿Entonces porque las botellas tienen fecha de caducidad?
El agua no caduca. Pero el plástico sí. Una botella, un garrafón o un tinaco están compuestos de materiales que con el tiempo se desprenden. Son pequeñas partículas, de tamaño microscópico, que, en teoría, pueden llegar a ser tóxicas.
Decimos en teoría, porque de acuerdo con diversas investigaciones, no hay un resultado concreto de que esas partículas desprendidas del plástico de una botella puedan llegar a contaminar el agua de manera peligrosa.
El material es tan resistente al tiempo y la degradación natural, que pasarían varias décadas antes de que inicie una descomposición que afecte la calidad del agua que almacena.
Lo que sí sucede es que el plástico es poroso (a nivel microscópico también) que puede permitir que algunos elementos del ambiente puedan traspasarlo. Es por eso, que a veces el agua embotellada en lugares sucios o a la intemperie, puede tener un sabor raro. Nuevamente, todo por agentes externos a ella.
La fecha de caducidad en el agua se debe más a cuestiones de regulación, salubridad y limpieza.
En algunas zonas de Estados Unidos, por ejemplo, el límite de caducidad para el consumo de alimentos y bebidas es de dos años. Para permanecer bajo el reglamento, las embotelladoras de agua optaron por tomar la fecha límite para imprimirla en las tapas o etiquetas.
En México, las embotelladoras también imprimen fechas de caducidad de uno o dos años. En los garrafones retornables, de 15 o 20 litros, el tiempo es menor, pero la fecha está dirigida al recipiente, no al agua.
Los garrafones retornables se sacan de circulación cada cierto tiempo para limpiarlos a profundidad, reetiquetarlos o reciclarlos en nuevos envases. Pero si compras uno lleno ahora y lo mantienes cerrado en un lugar fresco, no hay problema si lo abres el siguiente año, el agua seguirá siendo apta para el consumo humano.
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