En el Estado de México, una de las industrias y tradiciones más antiguas es la alfarería. Surgió cuando el ser humano empezó a trabajar con la arcilla por la necesidad de tener utensilios para la guerra, la cacería y uso personal.
Sobresalieron los matlatzincas en esta área, ya que recibieron influencia náhuatl. Su arte lo manifestaron en ollas, incensarios, copas y platos. Durante el periodo colonial, la alfarería se transformó al combinar las tradiciones de España con la influencia prehispánica. En Metepec ha sido una de las características principales con artesanías como los árboles de la vida, los cuales son nombrados las mejores piezas de la entidad.
José Alfonso Soteno lleva más de 50 años trabajando y dando forma a la arcilla. Gracias a sus creaciones, ha recibido más de 35 reconocimientos nacionales e internacionales en Cuba y China.
El artista asegura que la influencia de su madre fue uno de los factores que influyó en él, ya que ella se dedicó toda su vida a la alfarería. “Desde que tenía ocho años me sentaba a su lado, como la veía haciendo sus piezas yo lo comencé a hacer también a modo de juego, pero no imaginé que se convertiría en mi oficio y lo que más me apasiona hacer”, comenta.
José Alfonso recuerda que en una ocasión, el ex gobernador del Estado de México, Carlos Hank, le pidió hacer un árbol de la vida, el más grande, para llevarlo a concursar a la ciudad. “Teníamos poco menos de ocho meses para entregarlo así que tenía que dedicarme día y noche para poderlo terminar”.
La obra final tuvo una altura de seis metros. La presentación fue en Los Pinos, a cargo del ex presidente Luis Echeverría frente a una comisión de cubanos quienes se impresionaron tanto con la artesanía que quisieron llevárselo para colocarlo en la entrada de la Casa de las Américas, en Cuba.
El presidente reconoció al artesano, y meses después le encargaron la tarea de hacer 53 obras iguales para las embajadas. Pero debido a la carga del trabajo y al poco tiempo que tenía, solo fueron entregados 13.
José Alfonso Soteno también comenta que su familia tuvo una relación muy cercana al muralista Diego Rivera. Asegura que trabajó junto con su madre y de esa forma surgió una amistad motivada por las obras de barro que ella fabricaba y por el manejo de pinturas del artista.
“Gracias a sus artesanías fue como llegó recomendada con Diego Rivera, cuando él la conoció le compró sus primeras obras para después venderlas en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México, como el éxito era tal le dijo a mi madre que tenía que irse a venderlas allá”, recordó José.
Ahora también comenta que gracias a este oficio ha conocido a varias personas de distintos ámbitos, como personalidades de la política y del arte. Pero reconoce que conserva su humildad porque es la clave para abrir puertas.
Actualmente se integran las primeras cooperativas en el Estado de México a fin de que artesanos mazahuas puedan participar en programas de capacitación para mejorar su producción, con el objetivo de vender a otros países.