En diciembre de 1865, el emperador Maximiliano y su esposa Carlota celebraron una posada mexicana en el Palacio Nacional. “Desde el primer año en que le tocó gobernar, hasta los siguientes, hizo que se celebraran ‘posadas’ en nombre de la Corte, ya en Palacio Nacional, ya en el magnífico Alcázar de Chapultepec, a las que concurría solamente la aristocracia mexicana”, dice un texto de 1926 en El Universal Ilustrado.
Ese año fue recibido en el Castillo de Chapultepec, un niño Dios tallado en un colmillo de elefante, como regalo de Navidad del Papa Pio IX a la emperatriz Carlota. Por eso también iniciaron las Posadas en presencia de la imagen del Niño.
En el reglamento de la Corte indicaban cómo debían ir vestidos los invitados: las mujeres con vestido escotado y alhajas, y los hombres de frac negro y corbata blanca. A las 10 de la noche, la posada estaba llena de invitados y mirones desde afuera de Palacio Nacional.
La orquesta imperial tocaba villancicos. Después llegó el momento de cargar a los peregrinos.
Carlota iba en la procesión con otro grupo de señoras. Empezaron las letanías tradicionales y luego se le dio posada a los peregrinos.
Cuando la fiesta estaba en todo su esplendor, se escuchó un grito: “¡Viva la República!” A lo que los invitados salieron huyendo.