Si hay algo a lo que le temen los narcos mexicanos es a Estados Unidos. No hace falta más que revisar la historia para darse cuenta de que el poder de los capos se extingue cuando los gringos logran dar con ellos.
Por eso debe preocuparles mucho el anuncio que hizo ayer Donald Trump de que va a clasificar a los cárteles mexicanos, oficialmente, como organizaciones terroristas. ¿Qué significa esto? Que para Estados Unidos será “legal” lanzar operativos en México; introducir tropas; secuestrar objetivos prioritarios; pilotear drones en nuestro territorio e incluso lanzar bombas a distancia para acabar con los “terroristas”. Desde los atentados a las torres gemelas de 2001, la potencia norteamericana no conoce límites cuando se trata de la “guerra contra el terrorismo”.
También nosotros deberíamos tener miedo. En los países donde esta política se está aplicando, como en Yemen, Afganistán, Irak y Somalia, si un hospital rural es bombardeado y mueren 50 personas, Estados Unidos sólo se disculpa y pasa al siguiente objetivo.
¿Ganamos algo? Sí. Por increíble que parezca, el poderoso vecino del norte ofrece mucho mayor apoyo social y militar (en millones de dólares; en adiestramiento; en equipo, y en armas) a los países de medio oriente que a México. Se desbordarían los recursos que van hacia países como Turquía o Siria para conducirse más bien hacia México.
¿Y funcionaría mejor el combate contra el crimen organizado con Estados Unidos peleando en nuestro propio territorio? Es difícil saberlo. El Chapo escapó dos veces de cárceles mexicanas porque nuestras instituciones son débiles. Sin embargo, cuando el arrogante capo supo que iba a ser extraditado a la Unión Americana, hizo todo lo posible para evitarlo. Sólo le hizo falta rogar públicamente. Sabía que su vida terminaría de forma miserable en una prisión en donde no tendría poder, ni privilegios, ni visitas. Y así fue.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador, obviamente, no quiere que esto ocurra. Si meter a la Guardia Nacional a detener migrantes ya fue bastante humillación, convertirse en base militar de Estados Unidos sería perder toda credibilidad como nación soberana. Adiós el discurso de que rescatar a Evo Morales de Bolivia nos hace muy dignos.
Pero también será difícil que México se resista: el próximo año vienen elecciones presidenciales allá y Trump hará todo lo posible para ganar… le conviene decir que por primera vez va a combatir a los cárteles en suelo mexicano para que los narcos “dejen de envenenar” a sus jóvenes con drogas.
Si López Obrador osa negarse, vendrán los tan temidos aranceles. Y como dijo Trump alguna vez: México necesita más de Estados Unidos que ellos a nosotros, y tristemente es cierto. La mejor salida que el tabasqueño tiene es la misma que hizo con los migrantes: simular que hace las cosas a su modo (en el caso migratorio fue dar trabajo a los centroamericanos; en el caso del combate al crimen será decir que todo se hace con permiso del gobierno morenista) mientras “por debajo del agua” acepta las condiciones que los gringos le imponen.
No puede decir que no lo veía venir. Pasó lo mismo con los migrantes: López Obrador les dijo que México los recibía de puertas abiertas… vinieron por miles y Trump reaccionó con un manotazo; por eso ahora tenemos a la Guardia Nacional haciendo labor de muro en Centroamérica.
En seguridad dijo que la política sería ahora de abrazos, no balazos… y se vino el operativo ridículo de Culiacán y la liberación del hijo del Chapo, luego el asesinato de los niños estadounidenses LeBarón. Ahora Trump viene por ellos.
Viene por Ovidio Guzmán y viene por los asesinos de los niños LeBarón, porque México no es capaz de enfrentarlos ni detenerlos. El manotazo final será en las próximas semanas.
Trump se mostrará duro ante sus votantes y combatirá con fiereza a los odiados cárteles. Durante los últimos años las películas estadounidenses cambiaron a los villanos favoritos: ya no eran los nazis, ni los rusos, ni siquiera los terroristas árabes; ahora son los criminales mexicanos. Si el río suena es porque agua lleva. No lo quisimos ver y nos creímos que con programas sociales combatiríamos el crimen. Cuánta ingenuidad.