Los tzompantlis eran torres de cráneos que hacían los mexicas. Eran estructuras en donde se ponían los cráneos perforados de quienes eran víctimas de los sacrificios en Tenochtitlán
Cuando Hernán Cortés entró a la ciudad se asustó al ver lo que llamó un “altar de calaveras”. Por eso, realizar estos tzompantlis fue prohibido y castigado por considerarse un acto salvaje.
Una de las plataformas que se ha encontrado, mide más de 34 metros. Está en la calle de República de Guatemala.
En él se distinguen los orificios de los postes o vigas de madera en los que se ensartaban los huesos. Fue mencionado por el conquistador Hernán Cortés y los cronistas Bernal Díaz del Castillo y Fray Bernardino de Sahagún.
Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) encontraron en el Centro Histórico el Huey Tzompantli, o gran tzompantli de México-Tenochtitlán, mencionado en estas crónicas y representado en los códices.
Los cráneos están unidos con cal, arena y gravilla de tezontle, de origen volcánico. Todos ellos ven al oriente. Sobre esta plataforma había mandíbulas y fragmentos de huesos dispersos que pertenecían a mujeres y niños; pero sobre todo a hombres jóvenes.
Una parte de esta estructura fue destruida en la época colonial durante la construcción de un edificio. “Tenía un simbolismo específico y muchos de estos cráneos podrían ser de enemigos de los mexicas que eran capturados, sacrificados y decapitados, como una advertencia de su poderío”, afirmó el investigador del INAH, Eduardo Matos, según la revista National Geographic.
Andrés de Tapia, uno de los soldados que acompañó a Cortés, menciona en una crónica de 80 páginas cuál era la función de este hallazgo. El ritual se hacía en honor a Huitzilopochtli, relata que los mexicas se levantaban a medianoche para el sacrificio.
En un libro titulado Relación de algunas cosas de las que acaecieron al Muy Ilustre Señor Don Hernando Cortés, menciona que vertían la sangre de la boca, brazos y muslos de los soldados capturados y la ofrecían “ante un gran fuego de leña de roble, y salían a echar incienso a la torre del ídolo”.
Había 60 o 70 vigas “puestas sobre un teatro grande, hecho de cal y de piedra, y por las gradas muchas cabezas de muertos pegadas con cal”, hacía énfasis en que se les veía “los dientes hacia afuera”. Las vigas atravesaban las cabezas a la altura de la sien.
Algunos estudios aseguran que podría haber también cabezas de españoles y hasta de sus caballos, que fueron tomadas durante el enfrentamiento por la toma de Tenochtitlán. Al ver esto, se horrorizaron y derribaron el templo mayor junto con algunos tzompantli.
Los mexicas consideraban al sacrificio como una forma de “alimentar” a los dioses y así evitar que desataran su ira y acabaran con el mundo. De acuerdo con la cosmovisión mexica, en la cabeza estaba el tonalli, una de las tres entidades anímicas de los seres humanos, que daba a las personas fuerza vital y voluntad y se alimentaba con el calor del Sol, por eso estaban relacionadas con el dios del sol Huitzilopochtli. Y por esa razón, solo se exhibían cabezas en el tzompantli.
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