Los habitantes de un pequeño pueblo, ubicado a las orillas del mar de Cortés en Baja California, en 2008, comenzaron a percatarse de la presencia de gente extraña en zonas cercanas a ellos.
Con esto empezaban a sentir que su arrecife de coral, al que tanto buscaban proteger y lo hacían, se encontraba en peligro.
Una publicación de La Vanguardia, narra la historia de unos pescadores que lograron defender y rescatar el bello lugar.
Propietario de uno de los centros de buceo que se encuentran en Cabo Pulmo, contó que eran los años ochenta, cuando la Universidad Autónoma de Baja California Sur comenzó un proceso para lograr que las aguas de mencionado lugar, junto con el arrecife de coral se convirtieran en áreas protegidas.
Pero para ello se necesita el apoyo de varias personas. Este lugar se caracteriza por ser un pueblo de pescadores, todos provenientes de la misma familia: los Castro, cuya forma de sobrevivir se basa en la pesca.
Juan Castro,, uno de los primeros pescadores en darse cuenta que esta actividad tenía las horas contadas, debido a que grandes barcos que venían de Sinaloa acababan con la vida submarina y el arrecife, comenzaba a preocuparse de qué iban a vivir si la pesca llegaba a desaparecer a consecuencia de lo mencionado.
Por ello, la institución educativa durante diez años trabajó para conseguir que las personas comenzaran a apostar por el ecoturismo.
Así, para el 6 de junio de 1997 Cabo Pulmo fue declarado como un área protegida, en donde las embarcaciones fueron destinadas a la pesca deportiva y al submarinismo. Además, se comenzaron a realizar actividades de concientización sobre la importancia para cuidar su arrecife.
La directora del Centro de Aprendizaje de Cabo Pulmo, Judith Castro, comentó que lo cambios fueron duros, pero con el paso del tiempo, los pobladores se dieron cuenta que habían tomado la decisión correcta.
Gracias a los cambios y a salvar el arrecife, el turismo comenzaba a aumentar y las nuevas generaciones comenzaron a formarse con equipo de buceo, mas embarcaciones y a ser guías e instructores.
Todo parecía marchar en orden, las casas continuaban siendo de una sola planta, no había asfalto ni tendido eléctrico, ni ganas de que hubiera. Se seguía dosificando el único pozo que bastecía de agua al pueblo, cuando de repente, apareció una caseta de seguridad en uno de los dos únicos caminos que conducían a Cabo Pulmo.
Con ello llegaron las noticias devastadoras para el poblado, ya que “un grupo inmobiliario pretendía construir un complejo hotelero y residencial en los bordes de las áreas protegidas”.
Ante esto, los habitantes no podían dejar que todo por lo que habían trabajado se destruyera en poco tiempo y menos por inversiones extranjeras. Por ello, se instruyeron legalmente, se rodearon de asesores ambientales y hasta aprendieron a enfrentarse con políticos, empresarios y bancarios. Incluso, Judith y Mario Castro viajaron a España con personal de Green Peace para exponer lo que un barco de esta nación quería hacerle a Cabo Pulmo.
Para el 14 de junio de 2012, la Subsecretaría de Gestión para la Protección Ambiental del Gobierno de México, por primera vez anuló el permiso otorgado para la construcción del proyecto conocido como Cabo Cortés.
Años más tarde, estadounidenses y después chinos intentaron realizar lo mismo, sin embargo, tampoco lo consiguieron.
Actualmente hay un proyecto, igual, de inversión extranjera, que quiere realizar un proyecto hotelero, pero al parecer lo tienen complicado porque Cabo Pulmo ya no es un pequeño pueblo, ahora su historia trasciende y muchos están pendientes de lo que sucede ahí para defenderla y han tomado como una misión el “transmitir de generación en generación la idea de que su mayor patrimonio es poder vivir sin tendido eléctrico, reciclando y mimando su arrecife”.