Miguel Ángel Torres y Manuel Pérez Cascajares instalan sistemas ecológicos para aprovechar recursos en las comunidades rurales y ayudan a las familias a aprovechar mejor sus recursos.
Antes, las familias de las comunidades indígenas de Querétaro tenían que caminar por horas para llevar agua a su hogar, pero ahora tienen una cisterna ecológica y un sistema de tratamiento de aguas que les permite tener acceso al líquido vital en su hogar.
“No descubrimos el hilo negro, pero estamos atacando los dos principales problemas de las comunidades”, explica Miguel.
Por el diseño de este sistema, los mexicanos ganaron el primer lugar en los premios Latinoamerica Verde que otorga el gobierno de Ecuador a los mejores proyectos de que ayudan al medio ambiente y tienen impacto en social.
El jurado está integrado por un grupo de profesionales de la ONU, de la WWF y otras instituciones.
El proyecto familia Rural Inteligente comenzó hace más de una década cuando Miguel Ángel, maestro en Políticas Públicas por la Universidad de San Luis Potosí, investigó una forma para atacar de raíz dos de los problemas en las comunidades más pobres: la falta de agua y saneamiento que provocan la migración a las grandes ciudades.
A finales de 2016 la Comisión Nacional del Agua y el IMTA editó el libro Mujeres trabajando por una gestión sustentable del agua en comunidades rurales: Chitejé de Garabato, Querétaro, en el cual se explican los resultados del sistema que han desarrollado las mujeres de la comunidad desde hace varios años.
El libro menciona la colaboración de FLAVISE, pero los nombres de Miguel y Manuel no aparecen
“Las dependencias todos los años tienen un presupuesto para combatir la pobreza, pero veía que en los números que cada año invertimos en eso y siempre se obtienen los mismo resultados, siempre son los mismos programas y no cambia nada”, recuerda Torres Hernández.
Miguel Ángel creció con sus abuelos campesinos, por lo que siempre estuvo familiarizado con la dinámica del campo, así que investigó una forma para atacar de raíz dos de las carencias en las comunidades más pobres: la falta de agua y saneamiento derivadas de la migración a las grandes ciudades. “La gente se va de las comunidades porque en su tierra no producen, no tienen ingresos y viven en un ambiente desolador”, opina Miguel Ángel.
Con ayuda de Manuel, profesor de la División Ambiental de la Universidad Tecnológica de Querétaro y presidente de la Fundación Latinoamericana para el Agua y la Vivienda Sostenible, decidieron intervenir en las zonas alejadas de la ciudad y capacitar a las comunidades para conseguir sus propios recursos.
Tomaron como inspiración las técnicas del Centro de Desarrollo Agropecuario en Dolores Hidalgo, y el hogar de Miguel Maya, un campesino que tiene un experto en sostenibilidad. Luego enriquecieron las técnicas con sus propias investigaciones
Manuel y Miguel comenzaron el proyecto con diez mujeres en la sierra. Ellas aceptaron una cisterna y un techo de captación de agua de lluvia. Los resultados positivos fueron tan buenos que lo llevaron a 140 casas más al año siguiente.
“Con este modelo la gente construye su propia infraestructura para obtener agua y comida” declara el Miguel Ángel. Gracias a las técnicas ecológicas que Sofía, aprendió, ahora produce amaranto y lo vende en la ciudad.
“El director de la secundaria nos hizo ver algo que no habíamos considerado, notó que este tipo de proyectos ayudan a fortalecer el tejido social. Un niño le platicó que sus padres se peleaban porque no tenían qué comer, ahora que su alimentación está asegurada dejaron de hacerlo. Además, al trabajar de manera conjunta se resuelven los problemas familiares” explica el profesor Pérez Cascajares.
Sofía empezó a producir alimentos hace más de 10 años y ahora cultiva más de 50 plantas distintas que son el principal sustento económico de su familia. El modelo resultó tan bien en su hogar, que el siguiente paso es crear una Escuela Campesina en la que puedan compartir todos sus hallazgos. Desde el punto de vista de los creadores de proyecto, empoderan a las mujeres de las comunidades y promueven que sean partícipes de la toma de decisiones del hogar.
“Cuando la gente del campo fue a las ciudades se perdieron prácticas productivas. Ahí estaba ese saber, vamos a aprovecharlo”, concluye Miguel.